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Normalmente el invierno es de mis temporadas favoritas, podría jurar que es incluso más abrazador que el tedioso calor, o quién sabe, quizás es mayormente lo que conlleva amarlo; el frío tan agradable, las casi perfectas brisas mañaneras, poder usar gorros sin parecer vagabundo, la nieve tan blanca y hermosa y las bebidas calientes de cada mañana.

Un chocolate caliente...suena bien para un día frío. Un café negro, quizás demaciado bueno para tomarlo durante la mañana. O un café con chocolate, que viene perfecto todas las mañanas de invierno.

Trabajar en la cafetería de mi madre ha sido de las mejores decisiones que pude tomar, estoy tan feliz de haber aceptado ese día. Ganar mi propio dinero y haciendo lo que amo.

— Mamá, me tengo que ir a la universidad en 15 minutos —mi voz resonó en la cafetería, haciendo que la gente que estaba ahí me volteara a ver.

— ¡Está bien! —respondió mi madre, con su encantadora voz suave, tan reconocible entre las demás voces. — En un momento voy Rogelio, dame un segundo —gritó desde el almacén de la cafetería, justo detrás del mostrador y todas las máquinas cafeteras.

Mis labios se abrieron un poco, dejando escapar de entre ellos un suspiro pesado. Por la mañana siempre había más clientes, pero esta vez en verdad eran demasiados, por lo que se volvió difícil mantener la calma en algunos momentos del trabajo, eso sin contar que tuve que aprender a lidiar con personas realmente detestables.
Dejando de pensar en eso, comencé a desatar mi delantal, dándole la espalda a la entrada y el mostrador, teniendo la más mínima esperanza que en ese corto lapso de tiempo mi madre llegará a atender, pero no fue así. La puerta de la cafetería se abrió, haciendo que una ventisca de aire azotara contra mi cuello, provocando que frunciera mi ceño por la desagradable sorpresa de alguien nuevo llegando.

— Estoy en cambio de turno, si desea esperar un poco, en un momento lo atendemos —me di la media vuelta mientras decía aquello, quitando finalmente el delantal que llevaba puesto, subí la mirada para observar al cliente, a lo que le dediqué una sonrisa amigable.

— Vengo de pasada ¿Podrías atenderme antes? Es que en verdad se me hace tarde —su mirada parecía suplicar, tenía la nariz ligeramente rojiza por el frío, sus largas y definidas pestañas también resaltaron cuando le vi antes de suspirar; parecía realmente apurado, así que simplemente asentí.

— Supongo que puedo, dime, ¿Qué es lo que vas a llevar? —pregunté colocándome el delantal de nuevo, atando la parte de atrás lo más rápido que pude, mientras le miraba.

— Un café negro, por favor... —sus ojos bajaron rápido hacia mi mandil, viendo el pequeño nombre bordado que tenía al costado. Volvió la mirada hacia mi rostro y sonrió, amable. — Rogelio —buscó en su bolsillo, tratando de encontrar su billetera, mientras yo me volteaba a tomar el vaso. — Que sea chico, por favor, ¿Cuánto te debo? —esperó que respondiera para sacar la cantidad correcta.

— Si claro —respondí con amabilidad, llenando el pequeño vaso con el líquido caliente. — Serían dos dólares, por favor —coloqué la tapa del café y le entregué la palita y un sobre de azúcar, mientras me quitaba rápido el delantal.

— Aquí tienes —estiró su mano, dándome dos billetes bien cuidados, tomó el café y guardó en su bolsillo el sobre de azúcar y la palita para revolver. — Muchas gracias.

Sin darme tiempo a responder, se marchó del lugar.
Coloqué el dinero en la caja registradora y mi delantal en el perchero de pared, el cual estaba situado al costado de la puerta del almacén, donde estaba mi madre.

— Ya me voy mamá, se me hace tarde para llegar a la uní —le mencioné mientras me cambiaba de zapatos y me colocaba una sudadera roja por encima de mi camisa escolar.

Coffee with chocolate | SpiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora