Reencarnando en un mundo nuevo

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Desde tiempos muy antiguos, la humanidad ha tenido siempre la esperanza de que exista vida más allá de la muerte. Distintas culturas y religiones comparten la misma base en sus creencias y están convencidas de que existe un cielo.

Lo cierto es que yo nunca me consideré muy creyente. Pensaba que solo eran habladurías para consolar a los más ignorantes, pero acabé descubriendo la verdad cuando morí en un hospital a los 23, con multitud de cables conectados por todos lados y un sentimiento de cansancio y sufrimiento que todavía recuerdo bastante bien.

Después de eso, desperté en un lugar blanco y luminoso. Recuerdo que mi cuerpo flotaba en el aire como si no hubiera gravedad. Tres luces pequeñas se acercaron a mí y comenzaron a volar rodeándome en círculos. De pronto, escuché el sonido de varias voces. Parecía que las luces estaban hablando.

-No cumple con los requisitos para acceder al reino de los cielos -informó alguien con tono masculino.

-Pero no es una mala persona -comentó la voz de un niño pequeño.

-Es una lástima. Parece que este joven no ha hecho nada productivo en toda su vida -sentenció una voz de mujer.

-¿Mamá, eres tú? -pregunté desorientado recordando que ella también solía dedicarme ese tipo de reproches.

-No, muchacho. No soy tu madre, pero deberías haberle hecho caso. No puedes pasarte la vida jugando a videojuegos y soñando con fantasías, ¿sabes?

-¿Dónde estoy?

-Eso no importa. Ahora lo importante es... ¿A dónde te vamos a enviar? Tal vez, deberíamos borrarle los recuerdos y reencarnarle para una segunda oportunidad.

-No, simplemente volvería a derrochar el tiempo -dijo la voz de mujer-. Hay que encontrar un método mejor para evaluar su alma.

-Podríamos mandarlo a la Torre -propuso el niño-. Le gustan los juegos de pelea y fantasía, debería ser capaz de adaptarse bien.

-¿No es un poco drástico para él? Hay mucho sufrimiento en ese sitio y su alma podría perderse para siempre.

Las tres luces revoloteaban a mi alrededor mientras me estudiaban y decidían mi futuro.

-Es un otaku que le encantan los juegos de niveles... seguro que le irá bien -comentó el niño con un tono inocente.

-Una cosa es un videojuego y otra muy distinta una pelea real. La mayoría de los otakus no se adapta bien a la Torre.

-¿Quiénes son? ¿Es esto una broma? ¿Estoy soñando? -pregunté empezando a impacientarme.

-Creo que él sí lo hará -decidió el espíritu con voz de mujer-. Detecto algo de violencia reprimida y bastante ira desde que cayó enfermo. Decidido. Lo mandaremos a la Torre de los Valientes.

De pronto, las luces se alejaron de mí y enseguida sentí que comenzaba a caer al vacío. El cielo azul reemplazó el blanco neutral de la anterior sala y distinguí árboles a lo lejos. Intenté mantener el equilibrio en el aire como pude y, para mi asombro, logré aterrizar de pie en un campo de hierba extenso.

A mi alrededor había muchas otras personas, pero también comprobé que algunos de ellos seguían apareciendo poco después de mi llegada. De pronto, un chico rubio se teletransportó muy cerca de mí y cayó al suelo sin poder evitarlo. Le tendí la mano para ayudar a levantarlo.

-¿Estás bien?
-Ah, gracias. ¿Qué está pasando? -preguntó el rubio mientras se levantaba y se sacudía las rodillas.

-¿Dónde demonios estamos? -oí que preguntaba otro. El caos y la confusión reinaban entre el grupo.

La Torre de los ValientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora