Futuro incierto

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Noté que una gota de sudor me empezaba a bajar por la sien. Sujeté con fuerza mi espada y conseguí parar varios golpes de mi adversario. Frank me miró con una pequeña sonrisa de aprobación.

—Nada mal para un nivel 12.

Arremetí contra él concentrándome en clavarle mi espada en su cuerpo. Aunque Frank tenía mucho más nivel que yo, me enfadaba lo tranquilo que estaba cuando entrenaba conmigo. Después de chocar varias veces nuestros aceros, logré enlazar un último golpe con una patada bien fuerte que le dio de lleno en un costado. El hombre de nivel 22 retrocedió sorprendido y alzó una ceja.

—¿Dónde has aprendido a luchar así?

—Era primer DAN en Taekwondo.

—¿Cinturón negro?

—Sí, pero el nivel más bajo —le informé con sinceridad. Aunque tenía algo de experiencia en artes marciales, no me consideraba ningún experto y llevaba mucho tiempo sin practicar.

—No está mal, pero pegar patadas en un combate de espada es muy imprudente. Acabarás sin pierna si te descuidas.

—¿En serio? Pues bien que te has comido mi golpe.

—¡Já! ¡Maldito crío presumido! Creo que empiezas a confiarte demasiado. ¿Quieres que vaya en serio?

—Claro. ¿Cómo esperas que aprenda si no? —le pregunté de forma desafiante.

El instructor me atacó con una velocidad imposible para un humano normal y a duras penas logré contener sus golpes. El sonido de nuestras espadas inundaba el campo de entrenamiento y todos los presentes giraron la cabeza para observar la pelea.

Noté que de pronto su espada comenzaba a brillar y me preparé para usar mi escudo de maná que había subido recientemente a nivel 2. Un tajo luminoso brotó de su espada y chocó contra mi barrera invisible. Noté que mi escudo se rompía de inmediato y su ataque, que ahora era mucho más débil, lograba abrirme un corte pequeño en el antebrazo y buena parte del pecho.

Frank cambió de postura y apuntó su mano abierta contra mí. Ya no me quedaba maná para defenderme. Intenté esquivarlo, pero la onda expansiva de su ataque me dio de lleno y me mandó a volar por los aires. Caí de forma aparatosa rodando por el suelo a escasos metros.

—¡Argh, no es justo! —me quejé mientras me frotaba un codo soportando el dolor—. ¿Cuántas veces puedes hacer ese ataque de mierda?

—Por lo menos cuatro.

—Genial, pues ni siquiera tengo suficiente maná para frenar uno. —Me puse en pie lentamente—. ¿Hay alguna forma de aumentar mi maná o la magia?

—Bueno, no soy un experto en ese campo... pero supongo que ya sabes que puedes asignar puntos directamente a tu maná cuando subes nivel... Ahora bien, si te refieres a un entrenamiento que sirva para mejorar la magia, no estoy seguro. Tal vez meditar sirva de algo. —El hombre enfundó su espada dando por concluido el entrenamiento y se rascó la barba media canosa—. Hace tiempo conocí una chica con habilidades mágicas interesantes. Ella solía meditar y pasaba horas en el río.

—¿En el río? —pregunté interesado.

—Sí, creo que bañarse en agua helada era parte de su entrenamiento.

Aquella información me pareció interesante. Sin duda, tenía que probarlo.

Sin que yo me diera cuenta, en esos momentos, Víctor y su panda de delincuentes me observaban desde la distancia de forma poco amistosa. Al parecer, habían seguido atentamente mi entrenamiento con Frank. El joven, que de alguna manera ya no tenía el nick "Imbécil", me miró con rabia.

La Torre de los ValientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora