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—Por suerte a la última la conoces mucho. ¿No querés un reencuentro?

—¡Nacho! ¡Sos un bestia!— chilló Aguirre golpeando suavemente el pecho ajeno

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—¡Nacho! ¡Sos un bestia!— chilló Aguirre golpeando suavemente el pecho ajeno.

—La bestia me sale cuando tengo a estos globos cerca, mi amor. ¿De quién es el cumpleaños?— le guiñó el ojo en cuanto, al decir aquello, dirigió sus manos hacia el trasero ajeno y lo apretó. —Dale, bri. Dame un beso y dejemos de pelear.

Entonces el alfa acorraló al mayor, dejándolo atrapado contra la pared y el cuerpo ajeno.
La cabeza de Brian chocó incómodamente con el muro mientras Puch iniciaba con un pasional beso que le robó el aliento.

Aguirre intentó aclarar su mente y procurar que al menos, su tonto novio rogara más por él. Pero cada vez que esa acción se iba a concretar, Ignacio lo desconcentraba con los toques, besos, y mordiscos que sentía por su piel.

—No entiendo cómo podés ser tan perfecto y tan mío a la vez.  — bajos susurros de las palabras más dulces y vulgares en sus oídos, dejaban el cerebro del omega atrapado en nada más que éxtasis.

Pero entonces, cuando Maestro percibió cómo el más bajo temblaba ante el mínimo tacto que tenían, giró el cuerpo de su novio, manteniendo el torso ajeno inclinado para que sus caderas chocaran contra la pelvis del tucumano.

—Mi amor, a-aguanta que recién salí de bañarme...— murmuró con una pizca de nervios el rosarino, mordiendo su labio inferior para tragarse el jadeo que provocó el duro roce cómo una advertencia para que guarde silencio.

Pero Ignacio hizo caso omiso a lo dicho por el más bajo y continuó recorriendo la piel tatuada con devoción, cómo si esta fuese la primer y única vez que puede verlo así, y desee recordarlo durante toda la etapa del mundial.
Sus manos llegaron hasta la toalla que cubría a Brian de la desnudez, y solo por ello, rodeó con sus brazos la cintura ajena, concentrando los besos en el hombro moreno que le quedaba a centímetros por la posición.

Esto, se tiene que ir. — para que supiese a qué se refería, tironeó suavemente la tela. Aguirre murmuraba palabras que alentaban al tucumano a continuar, pues también al percibir el aroma a excitación en el que la habitación se sumió, rectificó que su omega lo deseaba tanto como él.

El rosarino se quedó sin aliento ante el tono autoritario del menor, que tampoco hacía nada para ocultar el hambre en su voz. Era cómo si estuviese preparado para qué al mínimo descubrimiento de piel, atacaría cómo el amante pasional que resultó ser.

Y así fue.

Aguirre logró dejar la única prenda que privaba a Maestro de cumplir con todo lo que pensó desde que entró a la habitación y lo vio así, completamente entregado a él como una presa a su cazador, cuando el alfa lo giró una vez más, quedando frente a frente y siendo levantado tan solo unos segundos después para ser empotrado contra la pared.

ACCIÓN REACCIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora