2. Un nombre especial

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Tuve que contener a Elian de comprar toda la tienda, pero aún así, terminó comprando muchas cosas para el bebé

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Tuve que contener a Elian de comprar toda la tienda, pero aún así, terminó comprando muchas cosas para el bebé. Le abrí el maletero y él se veía tan contento dejando las bolsas.

—Ahora faltas tú ¿Qué te parece si vamos por un hermoso vestido? O lo que quieras.

—Ya me has comprado muchas cosas, no me dejas usar mi tarjeta.

—La mía es ilimitada y a tu servicio —aseguró, guiñándome un ojo.

—Ah, dices que no tengo tanto dinero como tú —refuté en una broma, mientras él abría la puerta del auto.

—No lo tomes así, mi amor. Puedes darte tus propios lujos yo lo sé, y me encanta, pero no voy a dejar que pagues cuando yo estoy aquí para consentirte y darte lo mejor.

Sonreí y me acerqué con la intención de darle un beso en la mejilla, él se inclinó para que pudiera alcanzarlo.

—Eres un gran esposo, no sabes cuanto agradezco por eso todos los días —me senté.

Elian rodeó el auto para entrar y encenderlo.

—Agradecido estoy yo ¿Sabes lo genial e increíble que eres? Sólo mírate, llevando a nuestro hijo en tu precioso vientre. Me das demasiado, más de lo que puedo imaginar.

Extendió su mano para acariciar mi panza, sonrió y sus ojos encontraron los míos. Es tan gentil y hermoso.

—¿Tienen hambre?

—Sí, de pizza —confesé mi antojo—. Con mucho queso derretido.

—Perfecto, vayamos por una pizza entonces.

Mis antojos solían ser un poco raros, un día quería comer un buen trozo de pastel y al otro no quería verlo ni en pintura. Pero desde ayer quería pizza.

—¿Qué nombre le pondremos al bebé? —cuestioné, viendo las tiendas cercanas.

—Anastasio —respondió alargando el nombre, lo miré divertida—. Es broma, tardaríamos mucho en llamarlo si se porta mal. En realidad pienso que debe ser un nombre fácil y corto.

—Y bonito —sonreí, ambos nos quedamos pensando en qué nombre sería apropiado para nuestro bebé.

En tan solo unos minutos, llegamos a una pizzería cercana y ya se me estaba haciendo agua la boca. Incluso podía sentir que el bebé también lo quería. Elian estacionó el auto, bajamos enseguida, él empujó la puerta y entramos. El olor a pizzas no se hizo esperar.

Caminamos de la mano hasta el mostrador, Elian ordenó la pizza y pidió dos té helados recargables. Luego buscamos una mesa libre, bebí unos sorbos del té helado mientras él se sentaba.

—Dave.

Lo pensé, y luego negué con la cabeza.

—Asher —sugerí.

Rompiendo Barreras © ✓ (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora