Bachata

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Se fue a hablar un rato con la vendedora, mientras tanto me distraje mirando unos vestidos que estaban en un perchero. Me quedé mirando un vestido azul marino, precioso. De una tela lo suficientemente gruesa para no morir de frío pero lo suficientemente casual. Mangas largas, sin escote y con un detalle en la espalda, como me gusta. Era lo suficientemente versátil para usar con zapatillas, sandalias o tacos. Pensé en probármelo pero nunca me gustó probarme cosas que no voy a comprar. Me percaté de que una vendedora me miraba fijamente y dejé el vestido en su lugar, no podía gastar mis ahorros en boludeces hasta encontrar un trabajo.

Gerónimo me busca con la mirada y vamos hacia la zona de hombres. Después de mucha joda entre los dos, y muchas carcajadas, coincidimos en un outfit, una camisa a cuadros marrón claro, un jean azul oscuro y un sweater beige de hilo. Las tres cosas le quedaban perfectas, hechas para él. Le pregunté dos veces qué era la cena que tenía, pero me desvío el tema. No es mi asunto igual, ¿no?

Se acercó a pagar y me llamó la atención que le dieron varias bolsas. Recorrimos el shopping para pasar el rato y encontré muchas tiendas que no creí que habría en un pueblito tan chico como este. Forever 21, Pandora, Swarovski, Under Armour.

Gerónimo me llevó al puesto de una telefonía a sacarme un chip, de la misma telefonía que usa él, me regalaron un número gratis y el automáticamente me dictó el suyo, total, no conozco a nadie más todavía.

Pasamos la mañana criticando maniquíes y hablando de que compraríamos o que no de las vidrieras. No sé si yo hablo mucho o el habla poco, pero los silencios son bastante cómodos entre los dos. Los que hay, claro, porque digo mil cosas por segundo y el solo me penetra con esos ojazos que tiene. Muero de hambre de una manera impresionante y por suerte mi compañero también, así que nos vamos decididos hacia el patio de comidas. Él me deja pasar, como una criatura en una sala de juegos, a ver hacia donde voy. Me dió risa su intento de psicoanálisis.

– Te equivocaste de carrera vos, ¿verdad? ¿La psicología que tal te va Ger?

– Te estoy estudiando –me dice mientras se ríe, le dí al clavo– lo vengo haciendo desde –mira su reloj– todo el día

– ¿Qué almorzamos? Invito yo -le digo

– Elegimos juntos y pago yo, ¿Qué te parece? –sin ganas de pelear, acepto

Camino a uno de los locales de comida, donde veo algo de asado y de pastas ricas. Pone una sonrisita de ganador, como si fuera que sabía de antemano que iba a ir ahí, después de todo, tengo ascendencia italiana, como él.

Almorzamos sin mucha charla, como a mí me gusta. Acomodo las bandejas como es mi costumbre bajo su mirada atenta, y nos vamos de vuelta a la camioneta. Me subo, acomodo los sobres del banco en mi regazo y le miro fijamente antes de que arranque, como queriendo pedir algo pero sin decir nada, acerco mi mano a su radio y veo curiosidad en su expresión, así que conecto mi celular al bluetooth de la radio. Nos vamos coreando mi mejor playlist. Es bastante fluido el tráfico en el pueblo, así que llegamos relativamente rápido a nuestro barrio. Abre el garage y estaciona el vehículo, espero a que apague el motor, que lo hago por educación ahora porque en general nunca lo hago, y veo el otro auto que hay estacionado, cubierto por una carpa blanca, no le presto mucha atención y nos vamos adentro.

Llegamos a su casa, y por lo visto, Gerónimo tiene una fascinación por el té como yo, siempre es hora de tomar té. Me llevó a la sala de su casa y tomamos nuestros tés ahí, tenía un tocadiscos idéntico al mío y puso música ochentosa, bailable, para bailar en pareja, asumo que esperando algún tipo de reacción mía pero no me invitó a bailar ni nada.

Con el sonido de la música se acercó Carmen a acompañarnos, le tendió la mano a su hijo y éste gustoso la sacó a bailar mientras yo estaba maravillada con la escena. Bailaron una música entera, hasta que Carmen me tiró una miradita cómplice y paró el disco. Con un reproductor Sony que tenía en un mueble, Carmen aprieta el botón de un control y una bachata me llena los oídos y automáticamente clavó los ojos en ella. No sé si desde chica ya bailaba bachata y ella era consciente de eso o simplemente asumió que la sangre no es agua y sabía que a mi Nonna le encantaba bailar pero me tengo que contener para no saltar de la emoción.

Empezar de ceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora