Prólogo

234 31 40
                                    

¡Brrriiiing!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Brrriiiing!

El estridente sonido del despertador resonó en la habitación, sacando a Asta de su sueño. Con un gruñido, abrió los ojos y miró la hora en el reloj de su mesita de noche.

[7:00 am]

¡Brrriiiing!

— Mierda, ¡ya es tarde! —exclamó, saltando de la cama con el corazón acelerado y mandando a volar al despertador.

Apenas ayer se había mudado al área urbana de Five Leaf, uno de los cinco estados del país, para comenzar su nuevo trabajo como detective en la comisaría central. Después de años de arduo trabajo en su pueblo natal, Hage, en el área rural de Five Leaf, finalmente había logrado dar el siguiente paso en su carrera policial. Ahora como detective.

Con movimientos frenéticos, Asta se apresuró a alistarse. Se metió a la ducha, dejando que el agua fría lo despertara por completo mientras se jabonaba rápidamente. Luego, se secó a toda prisa y se puso su traje formal, ya que aún no tenía un uniforme de detective.

Mientras se cepillaba los dientes, escuchó el sonido de su teléfono.

¡Ding, ding!

Con la boca llena de espuma, Asta tomó el teléfono y vio que era su madre quien llamaba.

— ¿Hijo? —la voz de su madre sonó al otro lado de la línea—. ¿Ya llegaste al trabajo?

— Mamá, ¡ya voy tarde! —respondió Asta apresuradamente, escupiendo la pasta de dientes en el lavabo.

Sin darle tiempo a su madre para responder, Asta colgó la llamada. Miró el reloj y se dio cuenta de que eran las 7:20 am. Debería haber estado en la comisaría hace veinte minutos.

— ¡Carajo! —maldijo Asta, agarrando sus llaves y saliendo de su apartamento a toda velocidad.

Las calles de la ciudad eran un laberinto para él, con edificios altos y avenidas desconocidas. Asta trató de recordar las indicaciones que le habían dado, pero su mente estaba nublada por el estrés y la resaca de la noche anterior.

— ¿¡Dónde se supone que queda esa maldita comisaría!? —se preguntó, exclamando en voz alta, mirando a su alrededor con frustración.

En un impulso, el cenizo sacó su teléfono y marcó el número de su hermano. Por su ascenso, él había insistido en que salieran a celebrar la noche anterior, y ahora Asta se arrepentía de haberle hecho caso.

¡Ding, ding!

Después de varios tonos, finalmente respondió.

— ¡Liebe! —gritó Asta al teléfono.

— Qué jodes —la voz de Liebe sonaba adormilada y molesta—. ¡Déjame dormir!

— ¡No te debería haber hecho caso de tomar ayer! —le gritó Asta, mientras doblaba esquinas al azar, esperando ver alguna señal que lo guiara a su destino—. ¿¡Dónde está la comisaría!?

Amor Bajo CustodiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora