Capítulo 4

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—David... —llamó Bill sonriendo.

David pestañeó al escuchar su nombre y miró a la persona que tenía delante. Se había perdido en sus pensamientos, el Bill que tenía delante no era el chico de 20 años de mirada desafiante. No, era el de 25 que le miraba con una amplia sonrisa en los labios.

— ¿En qué pensabas? —preguntó Bill son dejar de sonreír.

—En la separación de Tokio Hotel—murmuró David.

Vio como se le borraba a sonrisa de inmediato y se ponía tenso en su asiento, dejando sobre la mesa la taza de café que apenas había probado.

—Eso es agua pasada, es mejor olvidarlo—murmuró Bill a su vez.

—Es que aún no lo logro entender—insistió David—Por una estúpida pelea mandaste un gran grupo a la mierda.

—Eh, no fui yo solo. Georg estaba distraído, Tom tenía otros planes y Gustav estaba muy cansado, ¿recuerdas? —saltó Bill sin poder evitarlo.

Se levantó del sofá y paseó por el salón resoplando. Se ponía enfermo cada vez que alguien removía el pasado. No quería volver a pensar en ello, ni siquiera en los buenos momentos que vivió junto con sus compañeros. Si le hubieran dicho el final que iban a tener, se lo pensaba dos veces antes de formar un grupo tan problemático.

Según él, toda la culpa fue de Gustav. Él solo se centraba en el grupo, no tenía más expectativas. No como él y Tom, o incluso Georg. Él logró mantener una novia a pesar de tanto trajín de viaje para arriba, viaje para abajo. Hacía mucho que no se veían, pero sabía de él por las noticias. Se había unido a otra banda de rock, roto con su novia y vivía un romance con la cantante en esos momentos.

—Bill, ¿a qué has venido?—preguntó de repente David.

Bill se paró en seco y se giró para mirarle, de nuevo sonriendo. Le había recordado el motivo de su visita, y decidió dejar de pensar en los malos tiempos y centrarse solo en ese momento.

—Leí en una revista que lo habías dejado con tu...chica, la modelo esa—contestó haciendo un gesto con la mano.

—Katrina—murmuró David resoplando.

Su ruptura aún era muy reciente, había sido una decisión mutua aunque parecía que la había tomado solo ella. Estaba siempre viajando, casi no se veían...pero él sospechaba que se había liado con un fotógrafo. No se lo echó en cara, porque en realidad...no le importaba. Solo era para él un pasatiempo, algo con lo que ocupar su mente y no pensar en ciertas cosas.

—Pobrecito David—dijo Bill suspirando.

Se acercó a la silla en la que estaba sentado y se le quedó mirándole de pie. David alzó la cabeza y se sorprendió de tenerle tan cerca. Sus ojos se encontraron y vio la sonrisa que lucía Bill en sus jugosos labios...no había cambiado, desde que era niño, era sonreír y hacerle derretir...

— ¿A qué has venido, Bill?—repitió carraspeando.

—Lo sabes muy bien—susurró Bill separando las piernas.

Sin darle tiempo a reaccionar, se le sentó a horcajadas sobre su regazo, poniendo las manos sobre sus muslos y sonriendo muy satisfecho.

— ¿Qué estás haciendo?—preguntó David poniéndose tenso.

Sentía como le pasaba las manos por los muslos, yendo más arriba hasta rozarle la entrepierna. Dio un bote en la silla y eso le arrancó a Bill una profunda carcajada.

—David, no seas bobo—dijo Bill entre risas.

—Esto...esto no está bien—murmuró David bajando sus manos.

Cuando menos te lo esperasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora