Era lunes por la tarde y, como cualquier otro comienzo de semana, se suponía que debías esperar a los chicos fuera de su clase, mordiéndote las uñas, impaciente por ver a tus bebés. Matteo y Valentino tenían ahora cuatro años y odiaban mantenerse alejados de su madre, especialmente Valentino.
Cuando escucharon a su maestra Susana llamarlos por su nombre, rápidamente se levantaron del piso donde estaban construyendo legos y corrieron hacia la puerta. mami, mami, coreaban emocionados mientras se ayudaban mutuamente a ponerse las mochilas.
sus sonrisas se apagaron al ver que no estabas. Enzo era.
"Hola bebés. Los extrañé". Enzo se arrodilló para llegar a su nivel, esperando un gran abrazo de su parte pero nunca llegó. "Dale, ¿no extrañaron a papi?"
Valentino fue el primero en hablar: "¿Dónde está mami?". se cruzó de brazos e intercambió una mirada desafiante con Enzo, haciendo que su padre resoplara.
¿Eso fue todo lo que obtuvo después de cancelar dos importantes reuniones de negocios? ¿Dos chicos caprichosos?
"Mami está ocupada pero debería llegar pronto a casa". Enzo explicó, poniendo los ojos en blanco. Matteo los miró a ambos, antes de correr a los brazos de su padre.
"¡Hola papi!" Besó la mejilla de Enzo y le dio unos golpecitos en la pierna para hacerle saber que quería que lo abrazaran.
"Ow son tan tiernos" se encariñó fácilmente Enzo, revolviendo su desordenado cabello rubio. Se volvió hacia Valentino y le ofreció la otra mano, que su gemelo mayor aceptó con desgana.
"Deja de quejarte, tu mamá te hizo galletitas. Si te portas bien, papi te dejará comer algunas". Razonó con Valentino, ya que el chico no tenía intención de dejar de estar enojado. finalmente hizo que cesaran sus protestas.
Valentino fue el primero en correr hacia el timbre para comprobar si ya habías regresado. para su suerte, habías llegado hace minutos.
"¡mami!" él sonrió, abrazando tus piernas "¡te extrañé!"
Enzo llegó a tu lado, Matteo ya dormido en sus brazos, y pellizcó la mejilla de Valentino "Ey, ¿por qué estás haciendo preferencias? No vale".
Te agachaste para besar a cada uno de tus peques antes de besar los labios de tu marido. parecía desaliñado, como si acabara de correr un maratón.
"¡Porque eres raro!" Valentino dijo como si fuera obvio, masticando sus galletitas con indiferencia.
"¡Vos! ¡No puedes hablarme así!" -protestó Enzo, sin dar crédito a sus oídos. "¡Soy tu papá!"
"si, desafortunadamente." Valentino replicó, sin dedicarle a su padre una sola mirada. Enzo juró que Valentino nació para torturar su existencia.
"Vamos, métete en la ducha". Empujaste a Enzo hacia el baño "Apestas".
"¿Quieres unirte a mí?" Te acercó lo suficiente como para susurrarte al oído.
"¡Papá, deja de ser raro!" Valentino llamó desde la cocina.
"Agh, ese maldito". Su marido apretó los dientes.
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