~Capítulo 1~

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                Cloître


Jade


Nos adentramos en el mercado, intentando camuflarnos entre la multitud de los guardias, intentando esquivar a cada que nos ponga por delante, intentando salir de ese laberinto de una sola pieza sin que nos pillen.

—¡Atrapadlos!,- se oye un grito por detrás de mí, cada vez los sentía más cerca, era una sensación demasiado confusa como para detectarla con claridad, de golpe con un empujón pude salir impulsada del montón de gente, cayendo al suelo de inmediato. Como si los guardias hubieran oído mi caída con un oído felino, se apresuraron corriendo para mi dirección, para finalmente encontrarme tirada en el suelo, sin apenas poder moverme, mis piernas yacían inertes, solo me dignaba a observar cómo los guardias se acercaban cada vez más a mí, para seguidamente llevar sus manos en mis brazos y alzarme de manera que mis pies no tocaran el suelo, y para acabar diciendo lo que a todo ladrón le humilla oír.
—Jade Galliard, quedas arrestada por intento de robo de los papeles de la iglesia.

Aaaarghh venga ya, todo el mundo quiere saber lo que ese raro culto satánico trata, al menos para mí, siempre he pensado que nos harían leer un libro enorme y obligarnos a creer en un dios que ni existe, empiezan a bendecirte haciendo una cruz en la cabeza, como si eso te salvara de algo, sea lo que sea, no me meteré en una cosa de estas ni que me torturaran.

Cada vez los guardias avanzaban con más determinación entre el público, mis ojos miraban de izquierda a derecha lentamente, todo el mundo estaba mirándome con cara de horror, otros que susurraban, intentando hacer el tono de voz más leve e insonoro posible, hasta habían niños que preguntaban que qué estaba pasando, y las madres los apartaban, obligándolos a mirar para otro lado, como si hubieran visto a un ciervo muerto. Todo ese panorama ya me era común, no me afectaba lo que dijeran de mí, para ellos es pan de cada día, era su pan de cada día, un espectáculo más que observar, era su payaso. Al salir de la multitud de gente y despedirme de sus murmullos, se acercaba un caballero con unas esposas en las manos, al menos eso sería más decente que llevarme colgado como una marioneta por todo el pueblo, al estar a simples centímetros de ese hombre de hojalata pude detectar quién era, Frey. Como suelen decir algunos, salvada por la campana, igualmente sé que acabaría en el mismo sitio, pero al menos no me pasaría pudriéndome en una celda mugrosa por el resto de mi vida, solo por robar unos papeles que probablemente los hayan escrito esos salidos cuando estaban colocados. Cuando Frey dio la señal para que los guardias se fueran me cogió del brazo con un movimiento brusco; cuando los guardias ya se habían alejado, volvió hacia mi dirección:

Pero ¿Cómo se te ocurre robar los papeles de la iglesia?, por dios Jade, dijo, poniéndose una mano en el frente.

—¿Y porqué no?,me quejé abriendo los brazos.

—Porqué no puedes, no está bien.

— ¿Y quien justifica eso?.

Jade,—suspira, no puedes colarte en una iglesia y robar información confidencial, es algo privado, además, se supone que estas arrestada,—me puso las manos delante para seguidamente ponerlas en esos círculos metálicos extremadamente ajustados, mis muñecas se someterían a una tortura de la cual no se podría librar de aquí un rato, y luego irían a su antojo, dolorosas y libres, ese olor a metal me penetraría hasta en la sangre. Frey ajustó las esposas para finalmente cerrarlas en un golpe seco.

—Aaaugh,—me quejé.
—Lo siento, esto molestara un poco, será rápido, solo es llegar al salón de reuniones y consultas para gestionar cuanto tiempo te espera esta vez, procuraré que sea el menos tiempo posible.

Esa gente me tiene la celda preparada, ya es mi lugar al que asisto una vez cada semana, si logro salir antes, claro. Tengo varias salidas escondidas que de la mayoría me las han encontrado, las advertencias de que dejara de intentar escaparme no eran pocas, ni tampoco las amenazas diciéndome que la próxima no será una celda lo que me espera, sino una horca o la guillotina, como hacen con las brujas. Solo queda que piensen que poseo esa magia oscura, entonces no tendría posibilidades de salir de esa.
—Dudo que esa gente me vuelva a querer entre sus paredes, tienen todo mi historial de detenciones, contadas como si fueran anécdotas graciosas por las que reirse.
—Eres una ciudadana que comete sus temeridades, como cualquier otra persona de este pueblo, que te hayas ganado el voto de esta gente para que te dejen disminuir tu condena es un gran punto, y más cuando tienes a un amigo tan guapo como yo que te dará la mano en cualquier momento,—se señala.
—Bien bien pequeño Narciso,—le dije dándole un golpe pequeño en el brazo haciendo una sonrisa de lado. —Ahora vamos a ver que me depara esta vez.
—Hmm,—asiente con una sonrisa satisfecha.

Subimos las escaleras del castillo para adentrarnos a esos pasillos moribundos que odiaba conocer tanto, y nos dirigimos a lo más hondo de él, todo se teñía de un color gris y algunos colores vivos que solo se veían en los cuadros, donde solo salían personas importantes, o como lo diría yo, gente de alto rango, gente cualquiera que ha obtenido más nivel que los demás, la democracia aquí es igual de pésima como el reparto de dinero y tierras, hay quienes dan la vida para ser bien pagado, trabajando día y noche en sus cultivos y viviendo del campo, acostumbrándose a una rutina de sol y sudor, mientras el estamento más alto está sentado en ese apestoso trono, recibiendo todo eso que no se ganan con su voluntad ni esfuerzo. Tristemente esta es la realidad en la que vivimos aquí, y dudo que algún día vaya a cambiar, siempre hay desnivel, sea donde sea que vaya.

Pasar por ese pasadizo me producía náuseas, ese lugar no era el mío, no pertenecía a esto, y lo sabía, pero me arrastraba una y otra vez, aunque no encajara. Al estar a simples metros de la puerta del salón de reuniones sabía lo que se venía, una gran charla para luchar por mis derechos de libertad.
—¿Lista?,—preguntó Frey convencido de mi respuesta.
—La pregunta es, ¿cuando no lo he estado?,—dije regalándole una risa obvia y carismática.
Y con eso hizo girar el picaporte para entrar en esa sala tenebrosa de la que ya quería salir.

Nos encontraremos como un eclipseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora