~Capítulo 5~

1 1 2
                                    

      l'enfant sorcier


Jade

Nos adentramos en un bosque, el ambiente era tenebroso, se podían escuchar las hojas rozar contra otras y la brisa del viento correr con libertad, la niebla era baja y espesa, apenas se veía nada, era imposible caminar por ahí. Nos tropezamos con las raíces de los árboles con demasiada facilidad, me sorprendía que no nos cayéramos de golpe al suelo. Frey estaba pegado a mí como una lapa, no sabía ni donde estaba, temía separarse de mí y perderse en todo aquel laberinto de zarzas. Ya hacía rato que seguíamos a Arne, él estaba callado y concentrándose en el camino que nos alejasemos más del pueblo.
A medida que avanzábamos por el camino, la niebla se iba disuadiendo, dejando un camino despejado enfrente nuestro.
–Por aquí,—avisó el chico haciendo un movimiento con la mano, –Ya estamos cerca.
–¿Dónde nos estás llevando precisamente?—pregunté, me estaba poniendo inquieta, tensa, mi insistencia iba subiendo, y mi paciencia descendía.
–Os llevo a mi aquelarre,—respondió. Espera,¿aquelarre?, nos estaba llevando a su nido, esto era peor que cualquier culto sin duda, nos habíamos metido en la cueva del lobo.
–No tenéis de qué preocuparos,—finalizó bajando la cabeza.
Siento que una gran responsabilidad y arrepentimiento va a caer encima de mí si algo pasa, solo yo me haré cargo, no haré sentir culpable a otra persona de mis actos y decisiones, es mi deber mantener a todos bien, dios, odio tener la responsabilidad en mis manos y tener la posibilidad de echarlo todo al traste, pero aún así.
Necesito que todos estén a salvo.

–Ya hemos llegado,—avisó.
Teníamos delante una casa, no parecía estar en muy buen estado; las paredes se caían a pedacitos, la pintura estaba desgastada, el tejado estaba roto, muchas plantas la rodeaban y entraban por las ventanas ocupándola por completo. No era un entorno muy bien cuidado y esa casa no parecía muy grande, estaba alejada de todo el ruido posible, era para alguien que quisiera vivir aparte de todo esto, quería mantener una vida diferente.
Nos acercamos más a la casa para subir unas escaleras de madera chirriantes y apunto de romperse por cada paso que das, esa casa necesitaba una remodelación urgente.
Arne se acercó a la puerta para girar el picaporte.
–Os presento a 'le club des parias sombres', es un nombre un tanto largo y peculiar, lo tengo que acabar de pulir,—dice tocándose la barbilla.
Giré mi mirada para ver que había un grupo de personas, todas ellas hicieron un giro leve con la cabeza para ver quien acababa de entrar, dando el mínimo interés. Algunos jugaban a la pelota en un rincón, otros practicaban hechizos para divertirse, hasta había algunos que se transformaban en animales de manera muy variada jugando al pilla pilla. Arne chasqueó los dedos y automáticamente todos miraron hacia su dirección, todos se acercaron de manera obediente y callada, se notaba que él ahí poseía un rango más elevado a todos ellos, no parecía ser el jefe del grupo pero tampoco un participante cualquiera.
–Presentaros como es debido,—dijo con expresión seria y amenazante.
Una chica con pelo negro corto y un ojo de cada color se acercó con una cara divertida y animada.
–Encantada, yo soy Eclipse, un gusto,—dijo extendiendo la mano, yo se la estreché.
–Encantada Eclipse, yo soy Jade, y este es mi amigo Frey, un placer.
Poco a poco la gente se fue animando a presentarse sin reparos, todo parecía estar yendo bien...pero algo no encajaba del todo, giré la mirada hacia Frey, él lucía una expresión nerviosa y ansiosa, estaba inquieto, temblando, no se encontraba seguro en aquel sitio, parecía como si su expresión se quedara fija en un punto, mostrando una expresión neutra y muerta.
Le cogí la mano.
–Estoy aquí, no te preocupes.
Él asintió de manera insegura pero tranquila, sus temblores descendieron en el momento que mi mano tocó la suya, era su confianza, su calma, sus suspiros.

Su expresión se relajó y volvimos nuestra mirada hacia Arne.
–Y ahora que nos conocemos todos, decirnos...,—dijo de espaldas a nosotros. –¿Qué buscáis?.
Se le oscureció la voz, como si de repente, por arte de magia estuviéramos en lados opuestos, lo estábamos, y era peligroso, nada bueno podía pasar a partir de ahora, éramos dos contra seis. Volví a girar la mirada, dando con Frey de nuevo, su cara mostraba claramente lo que quería decir, 'lo sabía', me sentía estúpida, es como si no me diera cuenta de una manera muy tonta, quería actuar como la hermana mayor pero no era capaz ni de proteger a mi hermano pequeño, no era capaz de analizar el peligro en las situaciones, había ido a por el lobo en su cueva, sin dar el visto bueno antes. Soy una completa inútil.
–¿Qué estáis buscando?, porque por algo estáis aquí, ¿no?. Nadie viene aquí porque quiera unirse a nosotros, ni mucho menos por curiosidad, les hacemos miedo a todo el mundo, somos la sombra que nadie quiere tener cerca, solo gente con suficiente valentía y mucho coraje se atreve a acercarse a nosotros. No saldréis de aquí ni con un punto de información.
Me daban rabia sus palabras, pero a la vez sentía que no podía decir nada, esa represión, ese sentimiento que te susurra al oído 'no lo empeores más', un lado de mi quería vacilarle, reírme de él, burlarme, pero la otra vigilaba que me mantuviera en silencio, por el bien de la gente que quería. Mis movimientos junto con los de Frey eran cruciales en ese momento, un paso en falso, una palabra mal dicha, podría desencadenar una batalla, en la que no saldríamos muy bien parados, pero eso no importaba mucho, parecía que tenían las decisiones bien tomadas, y no se iban a echar atrás aunque les convenciera, mi palabra no era nada importante para ellos, somos los intrusos en su cueva, los atrapados somos nosotros, ese era su lugar.
–No saldré con información, pero si con tu cabeza, así que yo en tu lugar estaría calladita,—espeté. No pude aguantarme, era demasiado impulsiva, lo odiaba, odiaba esa parte de mi, dios, porque no me puedo callar la boca ni en una situación así. Eso juega muy en mi contra, no soporto que me hablen así, aunque esté en completa desventaja, no podíamos ganar contra seis personas, que no sabemos qué tipo de magia poseen, era peligroso, y había metido aún más la pata, otra vez, me digno a asumir mi culpa.
–Oh... ya veo hacia donde van los tiros, si eso es lo que quieres, entendido,—respondió de manera vacilante.
De repente le brillaron los ojos de una manera feroz de un color rojo como el rubí, rápidamente extendió la mano y una línea de fuego cobró vida con rapidez, enrrollándose en mi cuello y en las manos de Frey, de golpe ese fuego se esfumó, convirtiéndose en una cadena.
Él dió un golpe seco hacía su dirección, para que me acercara con un movimiento brusco.
—Inténtame arrancar la cabeza ahora, sucia pagana.
Intenté levantarme pero una presión me llevó a sentarse de rodillas y juntar las manos por detrás de mí, forcejeé para intentar desatarse pero no pude, era inútil.
—Inténtalo cuantas veces puedas, todo será en vano.
—No te entiendo, nos llevas aquí amablemente y acabas por querer matarnos.
—Verás, hace un rato, una mujer me preguntó para quién trabajaba, me ha tocado mucho las narices ¿sabes?, ha sido muy pesada, así que le he dado una tarjeta con una ubicación para que me dejara en paz.
—¿Y?
—No te hagas la tonta, sé que la conoces, mucha gente hace eso para saber cosas, ya sabes, ir por separado.
—No sé de qué diablos me estás hablando.
De golpe la presión en mis manos aumentó.
Solté un quejido.
—Cuida tus modales.
—¿No me vais a soltar aunque os diga la verdad?,—pregunté, era frustrante, no tengo ni la remota idea de lo que me estaba contando.
—Gracias por acordarte de mí,—añadió Frey.
—Mira friki de pacotilla, sé lo mismo que tu en esto, así que ya me estás desatando...o.
—¿O que?.
Moví mis manos con la intención de encontrar algo que me ayudara a escapar con Frey de esa casa de lunáticos, rozé algo puntiagudo, y de pronto se me ocurrió.
—Entendido, entonces ¿no me vas a desatar ni aunque te diga de que me una al grupo?.
—¿Que?,—exclamó Frey por detrás.
—Sabia elección,—añade,—Soltar las esposas.
De repente toda la presión y ataduras que tenía en mi cuerpo desaparecieron.
—¿A los cuervos les gustan las cosas brillantes,¿no?.
—A qué viene esa pregunta, pues sí, ¿por qué?.
—Porqué espero que esto sea de vuestro agrado.
De golpe, cogí todos los cristales y los tiré por encima de mi cabeza, mis manos trazaron rápidamente el conjuro.
Soleil.
Me levanté del suelo de un salto y cogí la mano de Frey.
—¡Ahora, corre!,—grité.
De golpe un sonido silencioso viene de nuestras espaldas con una rapidez fugaz, me doy la vuelta para ver que una flecha de hielo se dirigía rápidamente hacia nosotros, Eclipse había variado la temperatura del agua haciendo que obtuviera un estado más sólido y frío, mis reflejos me hicieron hacer una sola cosa. Empujé a Frey hacía un lado, todavía cogiéndole del brazo, la flecha pasó por mi cintura provocando un corte firme y profundo. De un tirón volví a acercar a Frey hacia mi, acelerando más el paso hacia la salida.
–¡Volved aquí!,—ordenó de un grito, sus órdenes eran inútiles, nuestras piernas corrían por sí solas, alcanzando ya la salida y poder ver ese rayo de luz que nos llevará al exterior para emprender una carrera hacia el interior del bosque. Abrimos la puerta de un golpe seco y saltamos las escaleras de madera, por fin sentía la presencia de esa gente bien lejos de nosotros.
No más lucha, no más emboscadas.
Me cogía con fuerza la herida que me había hecho Eclipse en la cintura, reprimiendo los gritos mientras el dolor se hacía más insoportable por cada segundo, la flecha se había deshecho mientras habíamos salido de ahí, una técnica momentánea pero poderosa. Giré mi cabeza para ver como estaba Frey.
–¿Estás bien?,—pregunté preocupada.
–Si, pero tu estás grave, no paras de sangrar,—respondió.
–No te preocupes por mí, esto no es nada, se me curará rápido,—mentí, una herida así no sería fácil de curar, pero con el tiempo quedaría una cicatriz visible.
–¿Y cómo has hecho eso?,—preguntó con un tono de curiosidad.
–No lo sé, simplemente me ha salido,—respondí.
Nos adentramos todavía más hacia el bosque, parecía interminable, esos caminos estaban sacados de un laberinto sin salida, era como si los árboles nos comieran vivos, cerrándose unos con otros. Las zarzas nos rozaban los tobillos, dolía, seguimos nuestro curso enfrentando ese entorno, hasta llegar a una orilla con un pequeño riachuelo.
Ya nos habíamos alejado suficiente, lo suficiente para que no nos encontraran, no teníamos mucha energía y ya se estaba haciendo de noche, ni Frey ni yo sabíamos cómo se salía de ese lugar, lo mejor era quedarse ahí, antes que la noche nos devorara por completo.
–Serà mejor que acampemos aquí,—propuse, eso era lo más seguro para él, no quería que algo más le pasara por mi culpa, no podía ponerlo en peligro otra vez como si su vida no importara, tocaba reposar, y ver lo que la luz del sol del día siguiente nos deparaba.
–Formaremos una mini cabaña con troncos de pino y unas ramas de cedro, nos bastarà para una o dos noches, no podemos volver al pueblo, ahí... no me quieren,—anuncié, las condiciones en ese lugar eran pocas, el frío por las noches era gélido, tendríamos que depender de unos palos secos y algunas piedras para provocar el fuego.—Vamos a por palos y hojas secas, aún no hace el frío de la noche, además también hay que ir a por algo que nos sirva para dormir decentemente.
Frey se sentó de golpe en el suelo, como si acabara de hacer la carrera más cansada de todas, aunque se le diera bien correr, a veces tenía poca resistencia, y más cuando se trataba de un momento de huir por su vida.
–Solo...esperate un momento,—dijo, intentando controlar su respiración, –Tengo que asimilar lo que acaba de pasar,—finalizó, no le culpaba, lo que acababa de suceder era una locura... bueno... no tanto para mí.
Me senté a su lado.
–Perdón,—solté.
Me sentía culpable.
–¿Por qué?.
–Porque no soy capaz ni de protegerte,—Era difícil creer que era suficiente, cuando me sentía tan vacía e inservible, mi cabeza me controlaba la mayor parte del tiempo, no podía salir de ese sin fin de pensamientos, no podía imaginar que algún día llegaría a ser suficiente para alguien.
De pronto los brazos de Frey me rodearon por los hombros, tirándome encima de él.
—Bueno, me has salvado de un buen flechazo en el estómago,—suspiró.–No vuelvas a decir eso, tu no eres inutil, haces lo mejor que puedes para mantenerme a salvo, el que se debería de sentir inutil tendría que ser yo, lo único que hago es esperar que alguien haga todo por mí, poniendo en peligro a los demás, mientras que no hago nada más que mirar. Enserio Jade, eres muy fuerte.
Cuando acabó de pronunciar esas palabras apretó el abrazo, haciéndolo más profundo e intenso, notando cada emoción, haciendo notar cada mensaje, él lo último que quería es que pensara eso de mí misma, él no había desarrollado hechizos muy extensos en lo largo de su vida, siempre lo habían menospreciado por ello, pero lo que no sabían es que es genial en las palabras, y genial como compañero.
De repente un brillo dorado se hizo presente en sus manos, él las quitó rápido asustado.
–¿Qué me está pasando en las manos?,—preguntó incrédulo.
–Creo que has aprendido tu nuevo hechizo, sanación,—respondí, elevando mi camisa, para mostrar la herida de mi cintura, que ya estaba parando de sangrar, la hemorragia externa se había detenido.

Estaba orgulloso de él, aunque su primer hechizo no fuera de ataque, era de algo más útil, curarte de uno.
Me levanté para estrechar la mano y levantarlo.
–Vamos petit guérisseur,—dije de forma risueña.
–Vaya, veo que tengo un nuevo apodo, ¿acaso el de pequeño Narciso no te sirve?,—me miró de refilón con una sonrisa en la comisura de los labios.
Para mi siempre fue mi gran guerrero, por muy pequeño que lo vea.
–No digas tonterías venga, vamos a recoger algunos restos del bosque para poder dormir como merecemos, hasta que el sol nos impida continuar con nuestro sueño profundo,—pronuncio.
–Acaso eres profeta ahora?,—bromea.
Supongo que esto es algo común en una relación entre hermanos, aunque no lo fuéramos, sentía que teníamos la misma afinidad como unos reales.
–Cállate, no quiero escuchar nada relacionado con esos pirados, ni se te ocurra abrir la boca para mencionarlos.
Él levantó los brazos para demostrar que lo había pillado.
–Tu mandas,—se echó a reír, sus carcajadas contagian, haciendo que yo también me ría, envolviendonos en ese sonido tan nostálgico como el de la compañía.

Y así nos pusimos a recoger material para nuestra pequeña cabaña improvisada.

Nos encontraremos como un eclipseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora