~Capítulo 3~

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                                                      bandé blanchâtre
         
                                                                    Jade

La justicia no era algo que le quedara bien a este mundo, y menos a esta sociedad, lo que aquí se denominaba justo, realmente era una condena, algo que te impide vivir como deseas, mucha gente habla de la justicia como algo correcto, lo que tendría que haber realmente, pero lo justo a veces termina siendo lo incorrecto, lo que no te mereces. Te castigan, dejándote bajo un pozo, y diciendo que ahí se esconde la bestia más inmunda de todas, mientras en verdad solo hay alguien que quiere ser visto, quiere explicar la verdad, un villano de una historia mal contada.
–No puedo vivir con esto,-repliqué.

–Es lo máximo que pueden hacer, no quieren que se vuelva a repetir, los casos de delincuencia últimamente están por los cielos, y están hartos de ver pasar a esa gente cada día.,—explicó Frey con tono comprensivo. –Han de castigarlos de una forma u otra,—finalizó.
– ¿Hechizándome, en serio?,-volví a replicar más indignada.
–Podría haber sido peor, podría haberte prohibido salir de una celda aún más restringida, o haberte puesto un sello mágico, muchas cosas.
Era cierto, esa gente estaba siendo honesta conmigo, no robaba esas cosas en serio, ni por cualquier uso, sino por diversión, simple curiosidad. Me he acostumbrado a vivir en una mentira, donde todo el mundo explica su propia historia, y no sabe ni en qué día está, las influencias de los demás eran más potentes que la propia opinión y pensamientos, quieren buscar una razón coherente y razonable para hacer ver a los demás que la justicia es realmente justa, y que no todo son castigos, pero no nos pueden encerrar en esta mentira. Por eso robé los papeles de la iglesia, para ver cual es la verdad, y no solo es gente que te dice 'en el nombre del señor' o 'oh padre que estás en los cielos', quiero averiguar qué hay ahí detrás, que partes ocultas. El solo hecho de que esta sociedad no quiera mostrarlo a la luz me frustra, nos quieren encerrar en un bucle, cayendo como pequeños polluelos inocentes y tontos.
–Esa gente me ha pasado muchas...—acepté al fin.
–Si la verdad..., hasta lo de esa noche,—comentó, haciendo que algo en mi se quebrara.
Esas palabras me hicieron quedar paralizada, no podía moverme, la culpa me consumía, no era capaz de volver a recordar lo de esa vez, la vista y los pensamientos se me nublaron, quería dejar eso en el pasado, superarlo, pero al parecer, nunca lo haría. Eso ya era parte de mí, algo que no me perdonaría en la vida, me quedaría ese recuerdo, manchado de sangre y lágrimas, dolor, arrepentimiento. Me gustaría remediarlo, pero no podía, ya no, era demasiado tarde para quitarme las culpas, para decirme que no fue mi nada.

–¿Jade?.
No me dí cuenta que mi mirada se encontraba perdida mirando el suelo, como si no tuviera fin, retrocedí mi mirada hacia él para volver a llevar la conversación.
–Estoy bien...solo que no quiero recordarlo,—dije desviando la mirada de él, no quería volver a sacar el tema, y mirarlo a él, se me hacía incómodo.
–Lo siento, no quería sacar el tema, perdóname,—dijo disculpándose con expresión arrepentida, se ponía muy tierno cuando pedía disculpas, a veces las pide muy desesperado, quizás porque de pequeño siempre le hacían cargar con todo, hacièndole creer que lo hacía todo mal, solo le quedaba ver que él era mejor que esa gente despreciable, quien es despreciable es envidioso.
–Tranquilo, es algo que pasó y ya está, a veces toca vivir con cosas que no te gustan, aunque te dejen mal por dentro.
–Supongo...,—dijo aún con cara triste. Me dolía verlo mal, era como mi hermano pequeño, cuando algo le duele a él, me duele a mi, y así al revés, es algo incondicional, un bonito sentimiento, que une vínculos a dos personas, con una gran amistad, aunque yo no tuviera hermanos él era lo más cercano que tenía a una familia.
–Venga, vamos a Le Doux Taverne, yo invito,—dije con tono entusiasta, le cogí del brazo envolviendolo con mis brazos para tirar de él, obligándole a que me siguiera, él no se quejó, se dejó llevar por mí, supongo que era lo que más deseaba, y verme alegre con llevarlo a tomar algo le hacía sentir mejor a fin de cuentas. El camino fue como un paseo silencioso, donde todo fluía perfectamente, no había momentos incómodos, todo era natural, con Frey al lado no me era raro soportar un momento sin ningún ruido, se me hizo normal.
A veces cuando éramos pequeños íbamos a jugar al prado de al lado del río, cerca de la tienda de zapatos, corríamos hasta hartarnos, hasta quedarnos sin aire, agotados. Había simples días que nos pasabamos la tarde charlando, y no todo eran palabras, nos quedamos un buen rato mirando a la nada, y cada uno con sus pensamientos, quedándonos con la compañía del otro sin que se nos hiciera extraño, sin encontrar la necesidad de romper esa tensión, romper ese hielo que no era tan frío a su lado. Con él aprendí que no todos los silencios son malos, hay algunos que te apaciguan.
El suyo era mi favorito.
–¿Sabes que Frey?,—pregunté de repente.
–¿Qué?,—respondió extrañado de mi pregunta.
–¡La pillas!,—dije alzando la voz y dándole un leve golpe en el hombro.
–Te recuerdo que sé correr más rápido que tu.
–¿Tendría que asustarme?,—dije.
–Bastante.
Él tenía más resistencia que yo, de eso estaba segura, no solo porque él era más alto que yo, sino que también se entrenó para correr, había un gran desnivel entre mi capacidad y la suya, obviamente yo tengo más capacidad en otras cosas, saber manipular debería ser una virtud, o algo que se me diera demasiado bien, en alguno de los aspectos, no es bueno, pero tampoco es algo que no pueda aprovechar, leer lo considero un hobbie, al igual que escribir, eso lo dejé de hacer cuando mi madre me dijo que las cosas que sentía no las tenía que escribir en un diario, sino en el corazón, pensaba que así me haría más fuerte, que era inútil apuntar tus sentimientos en unas hojas, no tenía sentido, es algo que fácilmente puede ser leído por alguien, y si fuera así, te podrían comprender o ignorar, como si no hubieran visto ni leído nada, eso era más de ignorancia, y a mi madre se le daba muy bien. Frey fue la única persona que estuvo a mi lado cuando era pequeña, siempre me defendió, aunque tuviera parte de culpa, siempre salía a por mi.

Nos encontraremos como un eclipseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora