Profecía

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Narrador omnisciente:

Eliza lloraba desconsolada, desesperada, solo se mantenía en pie gracias a los brazos de esa mujer que amaba, la agarraba con fuerza, no la dejaban caer, al menos en el exterior, porque interiormente ya habia caído al momento en que vio por todas las noticias como su niñita rubia, su solecito que le ilumino la vida desde que llego, estalló sin que nadie pudiera detenerlo

-Mi hija – era lo único que salía de sus labios, su voz era apenas mas fuerte que un susurro

No podía con el dolor, la desesperación, el desasosiego que le producía toda esta situación, ya no vería esos faros azules que durante años le dieron fuerzas para seguir adelante, esos pucheros que culminaban sus castigos casi antes de que empiecen, esa alegría que emanaba, la niñita que le daba fuerzas habia estallado junto a la mujer que su otra hijita, la otra parte de su, ahora roto corazón, amaba

Samantha Arias, otra de las muchas perdidas injustas de esta guerra, esa mujer que siempre tenia una broma o comentario que te hacia reír, esa persona fiel, compañera, noble, madre excepcional, persona ejemplar, haber compartido estos meses a su lado, como una gran familia, le habían hecho amarla, tanto como a su hijita, esa que ahora jugaba en su oficina, alejada de la realidad, pensando que al final del día vería a su mamá, le mostraría el nuevo trofeo de ajedrez, ese pensamiento incremento su llanto, ahogándola en el proceso

-Eliza, cariño, se que te pido un imposible pero debes calmarte, esto no es bueno para tu salud, no cuando eres tan delicada – Lilian tambien estaba desesperada, pero no por lo mismo que la mujer que amaba, ella sabia que aun habia una posibilidad, si sus hipótesis eran correctas, no todo estaba perdido, pero si le preocupaba, como durante toda su vida, esa rubia que temblaba en sus brazos – permíteme darte un calmante

-Mi hija – repitió antes de sollozar, volver a temblar y finalmente hacer lo que tanto Lilian temía, desvanecerse en sus brazos

- ¡Eliza! – no quería hacerlo, pero se vio obligada a sepárala del abrazo para ubicarla en el piso, lo primero que hizo fue controlar su pulso para descartar el miedo que esto sea mas que un desmayo, pudo suspirar aliviada al sentir su pulso, luego abrió brevemente sus ojos, controlo sus pupilas y finalmente sus constantes

La cargo en sus brazos llevándola hasta una de las camillas alejadas, era lógico que este deshidratada, habia estado llorando por mas de 4 horas, perdida, completamente perdida, Eliza no gozaba de buena salud, tantos años de tortura y mala alimentación le habían pasado factura, Lilian intentaba corregir eso, se preocupaba por su alimentación, la llevaba a todas las citas con los médicos y se ocupaba de ella a cada segundo, pero 18 años de calvario no se podían corregir en menos de 1, por mucho que lo intentara, aun quedaban vestigios de esos crueles años en su cuerpo

Coloco una sonda en su brazo, el suero volvería a hidratarla, tambien puso un calmante que la ayudaría a descansar por las siguientes horas, horas donde se dedicaría a investigar su ultima hipótesis, esa que aún no tenía confirmación pero si era como pensaba, como habia interpretado en base a la profecía, volvería a colocar una sonrisa en los labios de la mujer que amaba, tambien en la de sus niñas, pero antes de hablar o siquiera actuar, debía confirmar, una hipótesis no puede cambiar el mundo a menos que las pruebas la respalden y eso es lo que buscaba mientras caminaba por los pasillos del DEO, el respaldo, la confirmación

Lilian siempre tuvo la costumbre, tal vez cuestionable, de reservarse la parte importante de la información para ella, esa que podía voltear el tablero, regresar el marcador a cero, desde pequeña comprobó, año a año, que lo más poderoso que alguien puede poseer proviene de la información, el conocimiento, el saber es el verdadero poder y ella era una mujer poderosa, sin necesidad de magia o superpoderes, al final del día era la única capaz de solucionar los problemas, siempre ocultando sus pasos, dejando que las implicadas interpreten la información, sabía que sin esfuerzo no conseguirían nada, debían descubrirlo, saberlo, interpretarlo, por mucho que le gustaría no podía darles la información servida en bandeja de plata, no, era imposible, porque siempre se movió desde las sombras, como aquella mujer que la esperaba en la oficina

Hasta el ultimo suspiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora