Risotería

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Risoterías se escuchaban desde la lejanía, ¿era esta una feliz mañana? ¿Era este un feliz sol?

-¡Ven aquí!-

No, el día no era feliz, pero en la cabaña reinaba la emoción de haber encontrado algo nuevo. La semilla de sentimientos estaba echando su primera hoja.

-¡No te atrevas!- El hombre, cornilludo sonreía con cierto miedo en los ojos, la risa cubría el nerviosismo de quererse alejar de la mujer.

-¡Vení!- La mujer ríe con las manos levantadas y los dedos ligeramente doblados como si de un jaguar brincando a su presa tratara.

-¡No te atrevas!- Repetía el hombre caminando hacia atrás, tropensandose él con una silla del redondo comedor pasando a estar detrás de ella ahora.

-¡Si!-

-¡No!- Suelta una risa mirando la postura de la mujer que en cuanto encontró oportunidad corrió dando un brinco impulsado sobre la silla frente a él para trepársele encima. ¿Cuál era el motivo? Cosquillas, había encontrado punto dulce en el cuerpo del hombre que resultaba ser cosquilludo.

-¡No!- Reía.
-¡Sueltame!- Aquella carcajada varonil era imposible de ignorar aún estando a lo lejos; disfrutaban ambos del gozo de la comodidad que se tenían después de ya cuanto, ¿cinco meses?, ¿seis meses de convivencia? Ninguno de los dos lo recordaba, ¿para qué recordar el tiempo? Simple tristeza traía el pensar en el tiempo. Ahora solo disfrutaban de sana compañía, sanas risas.
-¡Sueltame! ¡No respiro!- Reía mostrando los colmillos. Intentaba con todo agarrarle sus escurridizas manos. En algún punto no le quedó más opción que voltearla en el suelo en el que ambos yacían; así su venganza tomaría lugar entre el cuello de la muchacha y sus axilas. Ella intentaba escapar en gratas risas que sin aire la dejaban; más cuando se alejó la planta de sus pies fue la prisionera de una mano enorme del hombre y torturada por sus afiladas uñas.

-¡No!- Le salían las palabras del pecho con risas emotivas. Shan Yu le hala dejándola debajo de él completamos, reían. Shan Yu le agarra de las muñecas levantandolas sobre su cabeza.

-¡Ya! ¡Basta de juegos!- Suelta entre risas que disminuían a poco rato. Ambos recuperaban el aire entre risas; no sabía Shan cuándo sus frentes quedaron pegadas una a la otra. Al mirarse finalmente uno al otro, sonrojo les extraía sangre de las mejillas. Se separan, pero solo lo suficiente, lo suficiente para poderse mirar.

Quizás un beso rompía el hechizo de sus cuerpos ahora tan cercanos. Un beso; Shan Yu le hubiera dado uno hace siglos si fuera cualquier mujer, pero no érase esta cualquier mujer, era la mujer; hermosa, culta, determinada, inteligente, enojona, que se daba a respetar. Le gustaba, muy en el fondo lo sabía.

-¿Por qué no lo haces?- Susurró la mujer despertando la conciencia del hombre, invitándolo al presente.

-...N...- Iba a responder, ¿en qué pensaba? En realidad, ¿en qué pensaba?
-No soy suficiente- Finalmente soltó apartándose; ella no le buscaría, el lo sabía. A ella le apasionaba lo natural, él quería esperar quizás el momento justo. ¿Cuál era el momento justo realmente? No lo sabía, sólo no era lo suficiente, él, él no era lo suficiente.
-...V...voy a pescar-

-Está lloviendo- Le recordaba ella el entristecido día. Un hermoso y entristecido día.

-P...pues... Ah... Solo iré a mi cama- Dijo levantándose para ocultarse tras la cortina de lo que era una habitación. Ahí, notó él su dureza maldiciendo por lo bajo. La mujer, ocúltose también en sus aposentos sin cuestionarle. Para él, esa privacidad era dulzura necesaria. Necesitado, después de varios meses de negarse tacto; no pudo negarse a pasión impía. En ropas de fácil desnudez resaltaba tal impureza. Impureza que llevó a la camilla en la que dormía ahora usándola para apaciguar pasiones. Ese rostro tranquilo y al natural, esa cabellera siempre a tu gusto, esa piel de buen olor, esa espalda descubierta siempre, esas piernas, ese abdomen, esas clavículas, todas expuestas a lo natural menos aquellas intimidades que solo podía imaginar el contorno.

Imaginaba cómo se sentía, cómo se vería, qué tan apretado estaría, qué tan ricos serían los besos de tu interior. Se cuestionaba en lo más profundo incluso el color de tus pezones. Veía gran mayoría de tu cuerpo siempre y, aunque se cuestionaba qué había debajo de las pocas ropas, todo lo que revelaban le parecía excitante: tus manos que fácilmente eran el doble de pequeñas que las de él, ese cuello comestible y acogedor, ese abdomen que invitaba a aventurarse en sus valles, esas piernas... ¡Carajo, esas piernas!

Perdido en sus pasiones, su cuerpo empezó a reaccionar mejor, haciéndolo respirar pesado y rápido; temblando, jadeando. Quería reclamarla, ¡claro que quería! Sin embargo no se lo permitiría, no hasta sentirse mejor consigo mismo. Pero, ¿en qué carajos estaba pensando? ¿En tu divino cuerpo o sus idioteces? Se volvía a concentrar incluso sin necesitar esforzarse mucho; volvía a tus piernas, benditas sean esas malditas piernas. Por una parte quería ser aplastado por los muslos de la mujer, sin importar lo finos o gordos quería sentirlos en su cuello o rostro. Deseaba voltearla y amasarle las nalgas que en algunas vestimentas eran notables, dejando espacio a que la imaginación se hiciera realidad. Tenía un maldito lunar en el cachete izquierdo, lunar que le invitaba a seguir bajando la mirada por más ciego que quisiera estar. Dios, maldita sea la lujuria que implosionó en las manos del hombre quien tuvo que llevarse la otra a la boca. Mientras su miembro escurría sólo una fracción de sus ganas por la mujer este no podía abrir los ojos por micho tiempo, los espasmos lo obligaban a cerrarlos al no poder expresarse por la boca. Había sido puñeteramente increíble, pocas veces se tocaba a sí mismo; pues muy ocupado había de estar antes como para poder complacerse.

.

.

.

-Ten- La mujer le pasaba un caldo en un plato hecho a su medida, grande y hondo, además, de excelente olor.

-Huele...exquisito-

-Lo sé, lo hice yo- La mujer ríe, una sonrisa sale de los labios del mayor mirándola a los ojos. Aún no lo admitiría, aún no. Quería redimirse, ser mejor, ser mejor para ella. No quería al viejo Shan Yu cerca, almenos no al cegatamente vengativo que tantas atrocidades había cometido. Quería ser digno para con ella. Quería darle lo mejor al igual que ella le daba lo mejor en cada plato, en cada amanecer, cada masaje, cada baño que se ofrecía a darle. Mientras el había sido un verdadero hijo de puta, ella lo trataba cual rey. Lo estaba preparando por si quería irse, y poco a poco la idea de huir, simplemente disminuía.

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¡Buenas!
No es tanto como me gustaría, pero es trabajo honesto. ¡Díganme que les parece! Me encanta que comenten.

L@s amo!!!! 💗

La Wu (Shang yu × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora