Único capítulo. Lágrimas de bebé

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Verano de 1985

Una mujer y su bebé se encontraban en casa, tomando un chocolate caliente con pequeños bombones, a pesar del calor de fuera la madre se veía con frío, tenía una pequeña cobija caliente en sus piernas: su casa se encontraba completamente fría por la ventilación.

La mujer tomaba un sorbo y después le ofrecía un poco a su pequeño hijo llamado Edwin Carlo de cabello rubio y ojos cafés.

Estaban sentados en la cocina escuchando música de la banda Queen, Radio Gaga sonaba por toda la casa, la canción relajaba al bebé y lo hacía dormir.

Ya era de noche, fuera se escuchaban los grillos cantar y las estrellas brillaban junto con la luna llena. Su casa estaba en medio del bosque, pues nunca fueron una familia que les gustara el ruido de la ciudad. La casa era más como una cabaña, tenía dos pisos, aunque las habitaciones eran pequeñas, la casa era acogedora.

Se escuchó el golpe de la puerta, su esposo había regresado del trabajo.

―¿Que tal te fue, cariño?―Dijo la mujer con el bebé en los bravos dejando de lado el chocolate caliente.

Miró a su esposo, llevaba una botella de alcohol en la mano y no parecía poder equilibrarse; estaba borracho.

―Muy bien, bien, bien...Bien. Sí.―Dio vueltas como loco hasta que cayó al piso. A los segundos se levantó apoyándose con la esquina de la mesa.

Miró a su esposa, estaba mariado y adormecido por el alcohol. De un momento a otro cambió su rostro, tenía cara de enojado, la cocina estaba sucia: había un vaso en la mesa.

―Creí que habías limpiado la casa.―Pasó su dedo por la mesa, comenzó a imaginar que había polvo por toda la casa.

―Lo hice, está todo limpio.―Al verlo, ella hizo lo mismo, pero todo estaba reluciente, casi perfecto.

―¿Y ese vaso?―Apuntó con su dedo índice el vaso de chocolate caliente que segundos antes estaba tomando la mujer. La mujer hizo un gesto amigable.

― Pero lo acabo de usar, en un segundo lo lavo.―Se levantó con el bebé en los brazos, tomó el vaso, le dio una enjuagada en el lavaplatos y lo dejó ahí.

El hombre caminó en dirección al lavamanos, dónde se encontraban su esposa y su hijo.

―¿Me darás al pequeño?―Puso sus manos frente a él dando a entender que quería cargar a su bebé.

―Estas muy borracho, podrías tirarlo.―Se dio la vuelta para ver de frente a su esposo, aún tenía las manos estiradas, esperaba tomar a su bebé.

―No lo tiraré, dámelo.―Movió bruscamente los brazos, la mujer hizo un gesto de disgusto al ver sus manos, estaban llenas de mocos y de algo amarillo y pegajoso, temió que fuera semen.

Sin decir nada, la mujer se dirigió a la sala, el hombre solo vio como se alejaba con su bebé.

El hombre se veía fuerte, joven y apuesto. Al igual que el bebé era de cabello rubio y ojos cafés. Vestía una camisa blanca completamente manchada de vómito y unos pantalones de mezclilla ajustados también manchados de vómito.

El bebé comenzó a llorar, el hombre se tapó los oídos y la mujer comenzó a buscar desesperadamente en la gran bolsa que llevaba colgando la comida del bebé. La encontró y le ofreció el biberón, a los segundos sintió como su pantalón se mojaba, el bebé se había orinado en los pañales, era hora de cambiarlo.

La mujer se levantó del sillón dispuesta a cambiar el pañal de su bebé hasta que sintió cómo unas manos pegajosas y asquerosas la tomaron del brazo evitando que subiera al segundo piso.

La última lágrima que derramé por ti ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora