El lacayo colgó la capa de su superior en el maniquí dispuesto para ello, en un rincón de la habitación. La Adjudicadora se dio cuenta del detalle por el rabillo del ojo, debía haberla recogido al mismo tiempo que los guantes, pero lo había pasado por alto antes de entrar. Mientras tanto, tomó asiento en un sillón tapizado en cuero negro situado en la esquina contraria de la alcoba, frente a la cómoda y al discreto tocador con espejo que habían dispuesto años atrás contra la pared; podía ver su cama desde el reflejo de manera bastante acertada, a su espalda.
Lo observó todo desde el espejo, en silencio, y ladeó el sillón lo suficiente cuando su secuaz se acercó con el maletín quirúrgico en una mano y arrastraba el portasueros metálico que había sacado del armario empotrado con la otra. Depositó el maletín sobre la cama, lo abrió y se dispuso a preparar lo necesario en cuestión de minutos, sin una sola palabra. Cuando la Magistrada consideró que estaba todo más o menos listo, se desabrochó los botones que ceñían los puños de su traje y se arremangó hasta el codo, apoyando el antebrazo cómodamente sobre el oscuro acolchado del sillón. Se le pegaría a la piel pasados unos minutos, pero tampoco es que le importase; estaba acostumbrada. Por su parte, el secuaz se limitó a ajustar la bolsa en la parte superior del gancho metálico, a un lado del sillón y se arrodilló frente a ella, aguja en mano, esperando el permiso necesario para empezar con la alimentación intravenosa.
La Adjudicadora lo miró desde su altura, se cruzó de piernas y asintió levemente la cabeza. Después, dejó caer la cabeza hacia atrás hasta apoyarla contra el respaldo y respiró hondo al sentir el alivio de la aguja hundiéndose en su carne lentamente. Una bolsa de nutrientes, sí; de eso se trataba. No eran pocas las veces que recurría a aquel tratamiento tras negarse a comer. La Alta Mesa se burlaría de ella y haría chistes sobre su supuestamente frágil situación personal si la viesen así, le perdería el respeto hasta el servicio; y la imagen de rectitud, poder y autoridad que tanto se esforzaba por reforzar cada día sobre su persona terminaría diluyéndose como la sangre en el agua sucia.
Tan sólo dos personas estaban al tanto de aquel sustento vitamínico: su lacayo y su esposa. Ambos la habían visto en sus formas más vulnerables, pero también en las más feroces y brutales. Sabía que no lo contarían, que se llevarían aquello a la tumba y que morirían por ella si se lo pidiese. Lo sabía a ciencia cierta, pero todavía le quedaban dudas sobre si se vería capaz de sacrificarlos llegado el momento, si la Alta Mesa lo requería, si amenazaban con matarlos a todos. Caviló y caviló en silencio mientras el secuaz, ya incorporado, comprobaba que la bolsa que colgaba por encima de ellos no tenía fugas y que el conducto de plástico fluía con normalidad.
—Tres días —pronunció una voz al otro lado de la puerta. Suave, calmada y tranquila al tiempo en que la abría sin preguntar siquiera.
—Insolente —siseó por lo bajo la Adjudicadora, olvidándose de marcar la pronunciación para que se le entendiese bien. La había pillado ciertamente desprevenida.
—Llevas tres días... haciendo esto —insistió la rubia, puntualizando a qué se refería con un gesto de su cabeza, alzando el mentón en dirección a la bolsa de suero—. No puedes seguir así.
Un silencio plomizo se apoderó de la alcoba y esta vez no había siquiera un reloj que marcase el ritmo con sus agujas para destensar el ambiente en cierto modo. El lacayo miró alternativamente, primero a la rubia y luego a su señora, a la espera de órdenes. Pero la Adjudicadora no le devolvió la mirada, tenía la vista fija en su esposa, con los ojos entrecerrados y la mandíbula tensa bajo la máscara de cerámica. Fue la recién llegada quien, esta vez, le dedicó un gesto alzando las cejas con una leve sonrisa de suficiencia para que abandonase la habitación y la Magistrada se lo permitió, así que así lo hizo. Dejó la sala haciendo el mínimo ruido con una inclinación de cabeza a modo de reverencia y se alejó cerrando la puerta tras de sí.
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Interregno [Supercorp AU / The Continental] #PGP2024
FanfictionUna Adjudicadora sin nada a lo que aferrarse, sin nada a lo que temer, no les serviría para mucho; pero una con algo a lo que proteger resultaría todavía más maleable frente a cualquier situación de tensión. Era consciente de ello, y aun así, inclus...