El deseo

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No había necesidad de dormir, pero Itachi había dejado a la Auditora en una habitación destinada a refrescarse y descansar un poco.

Ella había insistido en que podía continuar, pero él no lo permitió.
Jamás reconocería que necesitaba ese descanso para si mismo. Estar con ella ponía todo su ser en conflicto.

Había tropezado más veces que en el último siglo, solo por ir viéndola como un idiota.
Ella lo afectaba demasiado.

-Hermano- Sasuke salió de las sombras, con su típica sonrisa arrogante.

-¡Miren quien está aquí! ¿Tú ama te dejó salir a pasear sin correa?

No podía evitar molestar a Sasuke. Era una ley de los hermanos mayores.

-Que curioso. Iba a preguntarte lo mismo.- Se burló mientras que Itachi hacía lo posible por no mostrar ninguna reacción.- Madara me dijo que eres el escolta de la Auditora, y que ella es una cosita dulce que invita a pecar... O quizá redimirse.

Jamás, nunca, ni siquiera siendo llevado a las cámaras de tortura, le diría a su odioso hermanito que deseaba al ángel más de lo que había deseado nada.

-¿Dónde está mí preciosa Sakura? Estoy deseando verla.- Se acomodó la molesta erección que lo había acompañado más tiempo de lo que podría ser sano, incluso normal, y le guiño un ojo a Sasuke. La indirecta había sido más que directa.

Su hermano no era tan bueno disimulando cuando algo lo ponía furioso.
Soltó un gruñido y luego amenazó con cortarle el miembro si se acercaba a su mujer. Luego desapareció en una furiosa nube de humo.

Tenía que hacer algo con ese deseo incontrolable que lo estaba volviendo loco.

Los demonios disfrutaban algunas actividades además de las torturas habituales. Vivir tanto tiempo, era algo que luego de muchos siglos se hacía aburrido. Entonces siempre estaban probando cosas nuevas.

Itachi podía tocar varios instrumentos, sin necesidad de usar sus poderes. También era un genio informático, había pasado por un período artístico que lo convirtió en el siglo XVIII en un pintor aclamado.

Asumir vidas normales era un pasatiempo común entre Demonios de alto rango.
Si bien chasquear los dedos les daba lo que quisieran, incluso ese maravilloso poder se volvía monótono. Así que ver a un demonio tallando una obra de mármol en su tiempo libre, o tocando algún instrumento, no era algo extraño en el pandemónium.
Había toda un área dedicada al ocio. "La Galería de Arte Infernal", era muy popular.
Después de todo, no solo eran versados en las artes de la tortura.

Se sentó en el balcón de su habitación privada. Solo saber que ella estaba a pocos metros en la habitación continúa lo tenía irritado, excitado, confundido, molesto, nervioso, ansioso. Tantas cosas que llevaba siglos sin sentir.

¿Por qué tenía que desearla tanto?
No habían cruzado más que un par de palabras sobre las diferentes áreas y mejoras realizadas. Ella era tan silenciosa, medida, lo enloquecía. Incluso su ceño fruncido lo volvía loco de deseo.

Chasqueo los dedos y una guitarra apareció en sus manos. La abrasó y dejó la barbilla sobre la curva de madera color caoba, el instrumento se sentía tan cómodo en sus brazos, imagino como sería sostenerla a ella. Rasgo distraído las cuerdas.

Todo en lo que podía pensar era en Izumi, y eso lo fastidiaba inmensamente.

Tenía las notas jodiendo su cabeza, pero no pudo tocar nada. Solo abrazar la guitarra le hacía imaginar sus suaves curvas.

Un Demonio, deseando un Ángel. ¿Deseo? ¿Era solo eso?
Empujó los pensamientos con los que no estaba preparado para lidiar, a lo más profundo de su mente.

Auditoría Angelical - Minific Itazumi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora