Mis Demonios

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Entro a la oficina de Madara.
Mei estaba de rodillas, tragando su miembro.
El jefe levantó los ojos, el velo de deseo los cubría casi por completo. Con el resquicio de conciencia que le quedaba, previo al orgasmo, gruñó una maldición.

—Que mí presencia no te perturbe, puedo esperar.— Soltó indiferente.

Madara, tomo a Mei de la nuca y hundió su miembro con fuerza, los sonidos de ahogo eran estimulantes, ella ahueco sus mejillas chupando hasta que él perdió el sentido, gruño y se vacío en toda su boca.

—Eres tan malditamente inoportuno.— Se quejó Madara cuando lo miró, segundos después de subirse el cierre del pantalón.
Le dio una nalgada a su hábil y muy aplicada secretaria personal.
Mei paso junto a Itachi y ronroneo un: —Cuando quieras...

Itachi le devolvió la sonrisa, pero negó. No tenía interés en la mujer que salía del despacho. Solo le importaba la auditora que en ese momento, estaba contactando a su jefe para que le explique porque no podía dejar de pensar en él.
Eso le recordó que también necesitaba explicaciones.

—¿Quién es ella? ¿Por qué vino a hacer la auditoría? ¿Por qué no pusiste a otro de guía? Se supone que tu deberías ocuparte.

Madara alzo una ceja, la sonrisa de come mierda en una esquina de su boca era suficiente respuesta para Itachi, pero aún así quería escuchar las palabras.

—¿Es tentadora verdad?

—He estado cerca de angeles muchas veces a lo largo de mí existencia y nunca fue así.
Quiero arrancarme la piel a tiras cuando la tengo cerca, y a su vez quiero hundirme en ella, dejar que me consuma. ¿Por qué?— insistió abatido.

Madara quería darle una palmada a su sobrino y decirle que todo iba a estar bien, pero no podía. Eran órdenes del creador. Él pasaría la prueba. Estaba seguro. Era uno de los mejores.

—Solo relájate, la auditora se va pronto y puedes volver a lo tuyo.— dijo en cambio.

Solo pensar en ella marchando lo lastimaba de forma que no podía explicar.
—Estamos conectados, el deseo es abrumador, ella siente lo mismo. Estoy jodidamente asustado. — Confesó.

Madara parpadeo. El cambio ya había iniciado. Su Itachi, jamás, nunca, ni que lo arrastraran a las cámaras de tortura, diría algo tan profundo y sentido.

No podía decirle nada, sin develar los planes del Creador.

—Necesitas descansar.— Soltó sin pensar.

—¿Es una puta broma? Sabes que no descansamos. No necesitamos hacerlo. ¡Dime qué diablos está pasando! Cada segundo lejos de ella duele como mil puñales en el pecho.— gruñó furioso.

—Terminara pronto. Te lo aseguro.— Sin saber que más decir y viéndose acorralado, se desvaneció en una nube oscura.
Itachi soltó una cadena de maldiciones.

Necesitaba pensar. En lugar de transportarse a su recámara, decidió caminar.

Los demonios se ocupaban de sus tareas, muchos lo saludaban al pasar. Este era su hogar. Desde siempre, pero algo no se sentía bien. Estaba deseando verla, ella, con su aura de paz, lo había contaminado.

—Maldición...

Entro en la habitación y se sentó en el balcón.
Era el sitio donde más cómodo se sentía.

Un chasquido y trajo su guitarra, porque de repente sabía que cantar. Lo que no sabía era que tenía una cautivada audiencia.

Desde su propio balcón, ella sonrió cuando lo vio abrazar la guitarra y empezar a rasgar las cuerdas.

Auditoría Angelical - Minific Itazumi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora