La condena

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Ella no se movía, ella no decía nada, no había gritos de placer, no había gemidos.

Itachi se transportó directo frente al creador.

La culpa nadando en sus ojos.
Izumi parecía dormida, pero no había aura a su alrededor, no había alas blancas en su espalda. No había ningún maldito coro de angeles, ni brillo celestial.

Ella era un cuerpo tibio, en sus brazos.

— FUE MI CULPA, PERDONALA. REGRESALE SU GRACIA.— gritó de rodillas frente al creador.

Él le había hecho eso, la había consumido, como el maldito demonio que era, había robado su corazón, pero también había entregado el suyo.

—¿Vas a dejarla ir?— Cuestionó.
Su voz, como látigos contra su piel. Las llamas ardían intensas.

—Haria lo que sea por ella. Recibiré cualquier castigo que me impongan. Te lo pido Señor, solo quiero que ella esté bien.— Suplico.

—Madara dijo que pasarías la prueba, pero fallaste.— Después de tanto tiempo, el creador sabía que sus almas estaban listas.

—¿Qué? ¿Prueba?— murmuró confuso, aturdido. Aún sostenía con fuerza el cuerpo de Izumi.

—Cuando los cree, le dí a cada ser un alma gemela. Les dí vidas, les dí opciones. Has vivido muchas vidas antes de ser un demonio. Tu alma oscura siempre me ha pertenecido.
Cómo su alma pura te pertenece. La has vuelto a elegir. A pesar de estar siglos separados, la vuelves a elegir, siempre. — Se jacto.

Madara apareció al lado de su padre. Tenía el ceño fruncido.
Acababa de perder a uno de los mejores en sus filas.
—Tenia la esperanza de que esta vez pasará.— Resopló.
Pero su sobrino, todas y cada una de las veces, por más siglos que pasarán, volvía a caer rendido ante su otra mitad.

Itachi estaba irritado y confuso.
—¿Qué diablos está pasando?

—Al menos su boca sigue siendo sucia.— le dijo al creador. Luego se enfoco en su sobrino, de rodillas, con la mujer que era la mitad de su alma, entre los brazos. 
Ellos se pertenecían m siempre sería así.
En cada vida.
Mantenerlos lejos no hacía nada. Si bien cada uno era excepcional por separado. Era juntos dónde brillaban.

Las alas de Itachi se desplegaron contra su voluntad.

— No te resistas o será más doloroso.— Dijo el creador.

—Le quitas la diversión a todo, ¿lo sabías?— mascullo Madara. El creador chasqueo la lengua.

Itachi sintió como sus alas se iban desintegrando. El dolor fue tan extremo que cayó inconciente, aún sostenía a Izumi cuando el negro se lo trago.

Se vio a si mismo, junto a ella, tenían una familia, vivían en algún lugar de la india. No podía precisar el siglo.

Se vio en un barco, con ella a su lado, cargaba un pequeño que tenía su cabello y sus ojos.

Se vio saliendo de una oficina, con un pulcro traje, ella lo estaba esperando en una plaza cercana con su mano en un vientre abultado, y esa sonrisa que lo ponía de rodillas.

Se vio en muchas vidas, todas con ella, todas felices y plenas.
¿Cómo era posible?

La conciencia lo llamo.
Sintió las voces y supo que seguía frente al creador. ¿Cuánto tiempo había estado desmayado?

—¿Lo viste?— cuestionó su tío.

Él asintió, aún abrumado por todo. ¿Eran recuerdos? ¿Era el futuro?

Auditoría Angelical - Minific Itazumi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora