Capítulo V

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La espera había terminado y, por fin, tenía a Max de vuelta en su cama. O en aquel caso, en el coche cama.
Sergio trazó su laabio inferior con su lengua y Max inmediatamente abrió la boca.

Sabía a melón, a Max y a él, una mezcla embriagadora. Estaba deseando hacerle el amor, pero quería alargar aquella tarde para asegurarse de que habría una segunda.

Sergio lo dejó sobre el edredón y el colchon se venció bajo su peso mientras se inclinaba para desabrochar los botones de su camisa, dejandó al descubierto su pálida piel. Después de tanto tiempo sin él, se comía con los ojos el color rosado de sus pezones, su estrecha cintura...

Había planteadó tenerlo sólo para él esa tarde, sin preocupaciones ni interrupciones. Sólo Max, con él, durante horas. Por una vez no tenían que acudir a ninguna fista y una limusina los recogería cuando el tren parase despues de cenar.

Mientras tanto, debía usar el tiempo sabiamente pensó, deslizando las manos por sus costillas, no podía dejar de mirarlo, de admirarlo.

–Han sido los meses más largos de mi vida–Le confesó Max
–Yo habría estado encantado de recibirte cuando quisieras–Sergio desabrochó el botón de los vaqueros y empezó a bajar la cremallera, despacio, viendo asomar sus boxers blancos–Pensar en ti ha sido una tortura–Murmuró, mientras tiraba de ellos con los dientes.

Besó su estómago y siguió hacía arriba, hacía sus pezones. Sergio inclinó la cabeza para dejar una lamida sobre uno de ellos.

–¿Cuánto dura el viaje?–Preguntó Max con la voz ronca.
–El tiempo que tu quieras.
–No me hagas promesas–Max tomó si cara entre sus manos para mirarlo a los ojos–Tú sabes que esto no puede durar para siempre.

Estaba claro que hablaba de un posible, o imposible, futuro para los dos. Con Max nada era fácil y Sergio estaba descubriendo que lo intrigaba. Pero si quería más sólo tenía que pedirlo.

–Entonces volveremos otro día...y otro... y otro...
–Voy a hacer que cumplas esa promesa.
El corazón de Sergio se aceleró cuando Max empezó a tirar de su pantalón. Unos segundos después estaba desnudo y con un rápido gesto, la camisa de Max salio volando por el aire para caer en el suelo. Por fin acarició su pecho, pensó que sus recuerdos no le hacían justicia.

Si había hecho bien organizando aquel viaje en tren, durante aquellas horas juntos...
Los boxers, la última barrera que había entre ellos, desapareció como por arte de mágia y Max se coloco sobre el mirandoló a los ojos.
La hora que habían pasado en el sauna había sido apasionada, frenetica, pero esta vez sería diferente.

El pelo rubio caía sobre su frente. La lampara bailaba sobre sus cabezas con el movimiento del tren, creando un juego de luz y de sombras sobre sus cuerpos.
–Estoy dispuesto a disfrutar el momento, Sergio pero si no me haces el amor ahora mismo, el movimiento del tren me va a matar.

Max movió sus caderas haciendo que sus erecciones se masajearan, el liquido preseminal, estaba ayudando tantó a obtener esa deliciosa fricción.
Sergio alargó una mano para buscar los preservativos y el lubricante que había guardado debajo de una almohada.

Con tortuosa lentitud baño dos dedos de lubricabte y con prisa dirigió su mano a la estrecha entrada del rubio. Max gimió al sentir los fríos dedos acariciando su entrada.
–Sergio apre...
No había terminado su oración pues la intromisión de un largo y grueso dedo en su entrada corto el hilo de sus pensamientos.

Sentía su interior arder, había extrañado tanto as caricias de Sergio, él sabía como tocarlo, como besarlo para que lograra perder los sentidos, llevo una de sus delagadas manos a ambos penes, que se veían tan hinchados y deseosos por un toque.

Embarazado del Playboy ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora