El amor de Elyan IV

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     A pesar de pasarse el resto del baile observando a Bianca con disimulo, Elyan no tuvo el coraje de acercarse a hablar con ella, ni siquiera cuando el príncipe Kristian regresó con su hermana Kaira y acabó pidiéndole un baile a Evelyn, dejando a Bianca completamente sola. Tuvo que admitir para sí mismo que durante aquel instante estuvo realmente tentado de acercarse y pedirle un baile. 

- Es bastante guapa, ¿por qué no le pides un baile? - Preguntó Kaira con su común descaro. 

- Cállate. - Respondió Elyan, obligándose a desviar sus ojos de Bianca. ¿Tan evidente era lo mucho que aquella chica había cautivado su corazón? 

- Es una pena, yo creo que haríais una muy buena pareja.

- Kaira, a veces hablas de más. - Comentó él. No pudo evitar darle vueltas a lo que había dicho pues, le gustase o no, a pesar de su corta edad su hermana era muy buena viendo esas cosas. - ¿Tú crees? 

     La chica sonrió satisfecha:

- Sí, aunque nunca podréis salir si no te acercas a hablarle.

- No puedo hacerlo. - Susurró Elyan, dejándose ver decaído por primera vez en la noche. - Es una seleccionada, si la ven con cualquiera que no sea uno de los príncipes la eliminarán. Y no quiero que la eliminen a mi costa. 

- Ya veo... - La hermana pequeña agachó la cabeza, contagiada por la pena de su hermano mayor. ¿Por qué Evelyn podía salir con un príncipe si quería pero su hermano no podía salir con una seleccionada? No era algo justo para Elyan.

- Pero está bien, he podido conocerla. Además, seguro que acabaré encontrando a alguien a quien ame y que me ame en Iretia.

     Y, por mucho que Elyan se repitió durante los días venideros, las semanas próximas y los meses que fueron pasando, nunca parecía poder olvidar aquel blanco rostro con aquellos profundos ojos claros y no paraba de preguntarse cómo le estaría yendo en la Selección, o en su hogar cuando fue eliminada. 

     ¿Cómo podría olvidarla? ¿Cómo, si ni siquiera desaparecía de su mente cuando más ocupada la tenía? Ni en las duras horas de trabajo en la construcción podía borrar su rostro de sus pensamientos, ni siquiera cuando su madre falleció... ni siquiera en aquel momento en el que tanto sufrió pudo olvidar durante un instante a Bianca. Ni cuando su padre apareció tras años de ausencia; simplemente era incapaz de olvidarla.

* * *

- Elyan, ¿qué te ocurre? No pareces entusiasmado por la boda.

- No es nada, papá. - Contestó Elyan, aún tumbado sobre el colchón de su cama y mirando al techo, con los brazos cruzados sobre su pecho y el entrecejo fruncido.

- Yo diría que sí es algo. ¿Qué pasa? ¿No quieres que tu hermana se case? ¿Es porque es con Kristian? ¿No te cae bien?

- No, papá, no es eso, de verdad.

     Elyan había aprendido a convivir con Kristian, al fin y al cabo, habían pasado dos años desde que el principito había llegado a Iretia junto con Evelyn y su padre, abandonando su apellido y todo lo relacionado con la corona y el trono de Xirian. Y dos años viviendo con alguien era tiempo suficiente para llegar a entenderse. 

     Por supuesto que quería que su hermana se casase, sobre todo si se veía tan feliz. Cada vez que miraba a Kristian su rostro se iluminaba y, desde esa tarde que tenía un sencillo anillo de compromiso, el simple hecho de verse las manos le hacía sonreír. Era precisamente eso lo que le generaba ese mal humor: que Evelyn pudiese vivir feliz y él viviese cada día más amargado que el anterior.

     Habían pasado algo más de dos años desde la primera y última vez que había visto a Bianca, ¿cómo podía seguir pensando en ella prácticamente a todas horas? Temía haberse vuelto loco, o haberse obsesionado, lo que consideraba peor aún. 

- Vamos, hijo, no estés así o preocuparás a Evelyn. ¿Por qué no bajas y les dices que ayudarás con los preparativos de la boda? - Propuso su padre, dándole una palmada amistosa en el brazo.

- Porque tengo cosas que hacer. Trabajo. Y, además, no sería de ayuda.

- ¿Y por qué no te das unas vueltas por la ciudad y conoces a alguna chica que te acompañe a la ceremonia?

- ¿Por qué iría con alguien a la boda de Evelyn, papá? - Preguntó Elyan, incorporándose en la cama con velocidad. Aquel comentario le había molestado, porque la única chica que podría llegar a invitar estaba a varias ciudades de distancia, viviendo su propia vida. 

- Solo digo. Ya tienes veinte años, tal vez podrías poner de tu parte y conocer a alguna chica. Si lo único que haces es trabajar y esconderte en casa cuando tienes tiempo libre acabarás quedándote solo.

- Mejor solo que mal acompañado. - Refunfuñó Elyan. Desvío la mirada de su padre y los labios se le juntaron dibujando un puchero involuntario en su rostro. Era una costumbre de la que Elyan no era consciente, aunque desde pequeño había tenido esa reacción cuando se enfadaba por algo.

- No pongas esa cara. - Comentó su padre con una risa, revolviéndole el pelo. - Si no quieres salir a conocer a alguien, entonces baja a ayudar a tu hermana y tu futuro cuñado con los preparativos de la boda.

- No quiero. - Se negó el joven, en voz baja y sin borrar el puchero de su rostro.

- Vamos, será divertido, todos ayudaremos. Caspian y Anie también vienen. Y tus sobrinos.

- Bueno. - Elyan solo accedió al escuchar lo último. Adrian y Laycy, los hijos de su hermano y Anie, eran las criaturas más adorables que había visto en su vida.

     Adrian había cumplido el año hacia pocos meses y ya chapuceaba con bastantes palabras, resultando realmente gracioso. Laycy era aún un bebé, con toda la ternura que aquello acarreaba.

     Cuando veía a su hermano con sus hijos y apreciaba la felicidad que esperaba con todo su cuerpo, su mirada, su rostro, su sonrisa... Él también quería tener hijos, algún día... Cuando encontrase a la chica con la que compartir su vida...

La Selección: Historias secundariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora