Crónicas de Demencia (Parte 1)

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Aquel espacio anecoico nuevamente, si no fuese tan frío y húmedo, probablemente no sería un problema encontrarse allí. Ni un alma llegaba a salvarla, pero le daría más terror si alguien pasara por esa puerta y encontrara una vista tan patética; nacer en una familia tan importante y de renombre sólo pesaba como una maldición para una inútil como ella. Sus verdosos ojos, clavados fijamente en la entrada, incapaz de discernir su figura entre la oscuridad, intentaban desesperadamente ver el futuro más allá de lo que estaba establecido de nacimiento. La meta había sido simple, pero no tenía la capacidad de cumplirla.

"Tienes que ver el momento en el que te iré a buscar. Si no lo haces, no podrás llamar."

Tales palabras de su Padre sólo la forzaban a dar su todo, sin comida, y encadenada a un antiguo teléfono de cable. Mientras que sus hermanos tenían cargos importantes, ella era dejada allí por ser un estorbo. ¿De qué servían esos dorados cabellos que fungían de corona, si nunca vería la luz del sol con alegría?

Bien era cierto que sus ojos eran especiales, tan especiales que nunca podría alcanzar a los ojos de su Padre. Porque ella, a diferencia de los "Ojos de Dios" convencionales, sólo era capaz de ver el futuro.

Parecía algo impresionante ser capaz de ver más allá de lo que realmente está, pero no era nadie comparada a lo que su Padre podía hacer viviendo en el presente. Escasos segundos no bastaban para satisfacer las expectativas de quien heredó por completo su genética, el caso que él estaba esperando por tantos años y al fin se había dado. Una decepción desde su mero nacimiento.

Si intentaba fingir que había visto el momento sólo recibiría un castigo tan tortuoso que de imaginarlo se le helaba la sangre, pero estar allí ya por dos días enteros era suficiente sufrimiento. Un cuerpo como el de ella no pedía comida todos los días, pero el hambre era algo que sí se hacía saber por la costumbre de siempre estarse alimentando. La sed tampoco era problema, sin embargo, daría lo que fuese por mojar sus labios en un poco del vital líquido.

Genuinamente quería salir, incluso si el infierno era lo único que la esperaba tras abrir esa puerta. El silencio le brindaba la paz que no encontraba conviviendo con su familia, más no obtenía la compañía que tanto la complacía.

Y no quería imaginarse la reprimenda que le darían si llegaran a notar que solo holgazaneaba, expectante ante un poder que realmente no podía controlar. Incluso si los segundos iban subiendo con cada hora de esfuerzo, pasar de 15 segundos a 35 segundos de visión futura, en los que sufría de una terrible migraña y no podía moverse por el dolor al ser atiborrada a información, no cambiaría en lo absoluto su posición.

Ellos esperaban que resurgiera como una mariposa luego de ser una oruga, sin tener en cuenta que era probablemente una eterna larva, que jamás podría ver esta metamorfosis.

Concentrada y con sus ojos abiertos como platos, intentó nuevamente ver más allá de lo que podía normalmente hacer. Los segundos pasaban dentro de su cabeza, pese a que en el exterior sólo era un instante... y el dolor refulgente no la dejaba siquiera moverse correctamente, como una luz que atravesaba su cerebro. Lágrimas corrían por sus mejillas ante la imagen que había visto, apretando los dientes ante la idea de que algo así pasara.

50 segundos. Había ampliado enormemente su rango, pero preferiría que no hubiese sido así. Con todas sus fuerzas, y estando completamente desorientada por la migraña, corrió hasta una de las esquinas de la habitación, tropezándose de frente y rodando. En 50 segundos alguien abriría la puerta; no sabía quién, ni de qué forma, pero era algo destinado. Jamás su visión futura se había equivocado, ver la luz que se asomó por la rendija era suficiente para saberlo; esperaba que no fuese su Padre, ni alguna de sus hermanas. El terror absoluto ante la idea la hacía estresarse.

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