Crónicas de Demencia (Parte 2)

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Su dolor de cabeza no cesaba sin importar cuánto se concentrara en evitarlo; incluso si a sus alrededores había trabajadores de su Padre, poco le importaba a Yamaguchi Yuko lo que estuviese allí en su entorno; no podía superar en lo más mínimo lo que había hecho, toda la información que había llegado de golpe. ¿Siquiera estaba cerca de mostrar algo así normalmente? ¿A ese nivel podía llegar si se esforzaba? No, no estaba siquiera cerca de conseguirlo de vuelta. Tampoco valía la pena por el dolor de cabeza que, taladrante, trataba de vaciarle el cerebro y dejar el cráneo como un cuenco vacío.

Al no saber hacia dónde ir, simplemente dejó a sus ojos guiarla por un instante, activando así la visión futura; logrando con esto voltearse a hablarle a quien estaba por dirigirle la palabra, unos cuantos segundos antes de que éste siquiera pudiera articular oración.

—Vas en la dirección contraria, Yuko— la voz familiar que tantas veces la había guiado hasta ahora, nuevamente la traía a la realidad. Hanzo Yamaguchi, legalmente su hermano, había abierto la boca para llamar su atención. Aquél hombre era de respeto en la familia, alguien que se había hecho un nombre a través de acciones, y el hijo favorito de Harukichi Yamaguchi. Que alguien así siempre se preocupase por ella sólo le traía sorpresa, pero más lo veía como un problema el verdadero jefe de la familia. De cabellos cortos y rubios, fornido y alto, el hombre de anchos hombros ajustó sus lentes y miró hacia la salida al parque. Venían bastantes recuerdos sólo de pensar en él, pero ya no eran niños. Vivir en el pasado no les traería nada bueno.

—Ni siquiera sé dónde iba, hermanito— mencionó la muchacha, tomándose la cabeza con una mano mientras intentaba divisar la puerta. La migraña ni le permitía clavar la vista en la corrediza madera, estando destinada a llevársela por el medio si seguía caminando. 

—Tenía días sin verte, ¿ha sido parte del entrenamiento especial?

—Sí— contestó, evitando ver la cabellera amarilla que tenía Hanzo. Pese a que él había heredado la corona dorada, no quería decir que sus designios divinos eran perfectos; para el gran Padre, la más mínima imperfección significaba que no podía gobernar a la familia. Si ella era un 100, al igual que su Padre, entonces Hanzo era un 70; y ese 30 restante era tan importante para aquél hombre que era inconcebible dejarlo tomar el liderazgo, por mucho que sus capacidades sobrepasasen a la de cualquiera de sus hijos, incluyéndola.

—¿Ha dado frutos, conseguiste superar sus expectativas?

—No creo que tenga expectativas en lo absoluto, pero he visto mucho tiempo al futuro. Por eso estoy así de... confundida.

—¿Cuánto tiempo ha sido?

—20 minutos.

—20... ¿20? ¿Estás segura?

—Claro que estoy segura, Hanzo. No es algo que simplemente pase por pasar, y Daisuke estuvo allí.

—Es una buena noticia, estás multiplicando con creces lo que has logrado anteriormente. Quizás así Padre empiece a...

—No sé cómo hacerlo de nuevo— interrumpió.

—¿Disculpa?

—No sé cómo hacerlo. Ha sido algo del momento.

—Deberías saber, has nacido con esa capacidad.

—Pues no lo sé, así tan simple como te lo dejo. No todos somos un Yamaguchi modelo como tú.

—Yuko... con esa actitud va a ser muy difícil que te mantengas como Jefa. Sabes bien que confío mucho en tus capacidades.

—Y yo confío mucho en que seguramente Padre te ha enviado para darme ánimos. Ese hombre quiere controlar a todos— espetó, demostrándose su rencor hacia el gran Padre.

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⏰ Última actualización: Oct 25, 2023 ⏰

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