Capítulo 11 | Inesperado.

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Ignorarlo

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Ignorarlo. ¿Qué más iba a hacer? Ojalá fuera tan fácil como lo pensaba.

Fue difícil estar en el mismo lugar con Izan, él se desenvolvía demasiado bien en la clase, era un buen maestro, sin embargo mi mente divagaba, no ayudaba a concentrarme porque con solo escuchar su voz sin cruzar nuestras miradas, los recuerdos venían como rayos incontrolables.

Conocía perfectamente a Bárbara desde el año pasado, era de las alumnas que coqueteaba con maestros para recibir algo a cambio porque su intelecto no era suficiente.

Nadie lo sabía, pero para mí fue obvio cuando la descubrí con un profesor visitando el restaurante en el verano donde trabajé de mesera. Y la chica de cabello castaño y corto había puesto un ojo en Izan, pero yo tenía los dos ojos amenazantes y dispuestos a todo.

Me prometí que no caería en su juego, que aunque me doliera en algún momento verlo con otra debía controlarme y sobre todo prepararme. Mi vida estaba yendo un poco mejor y tener esos sentimientos oscuros y ocultos afloraba en mí el deseo de querer despertar a la reina negra, al menos yo todavía lograba ser racional.

Pero ¿podrá Izan controlar al jinete blanco que ya estaba expuesto en su mente? Lo puse en duda cuando corregí a Barbara decir el apellido Decksheimer, y luego lo ignoré en el estacionamiento.

Él no me podía engañar, seguía siendo el chico meticuloso y perfeccionista, tenía esa necesidad de seguirme y saber cuál era mi siguiente paso, porque también sabía de lo que yo era capaz.

Después de todo los jinetes jamás abandonarían a su diosa, a su reina negra.

Mi horario de clases había terminado y me dirigí al nuevo departamento que estaba alquilando, porque luego de que Jasper adquirió mi dirección me vi en la obligación de cambiarme. El lugar era pequeño, solo busqué sentirme cómoda, cuando mi madre regrese buscaré uno más grande.

Después de bañarme me puse el uniforme de policía y fui a trabajar, la comisaria era pequeña, no como el edificio grande que había en el centro de la ciudad. A la que voy día a día se encontraba en otro sector.

En general hacia trabajos sencillos, contestar llamadas, anotar testimonios, demandas, vigilar el barrio y si la situación se colocaba excitante con suerte presenciábamos una pelea de borrachos. La realidad es que pasaba la tarde sentada, todo lo que menos me gustaba.

Cuando llegué abrí la puerta y uno de los policías en la recepción me dijo:

—Alguien te está esperando en tu escritorio. Solo hablará contigo. —Hizo un gesto de que le parecía raro.

Asentí agradeciendo sin entender qué pasaba.

Caminé hacia mi escritorio cuando vi a alguien sentado y lo reconocí inmediatamente, mi corazón se sintió emocionado de verlo aquí.

—¡Daxler! —exclamé acercándome a él.

Sonrió y se puso de pie, sin pensarlo nos abrazamos con fuerza y sentí lo mucho que lo había extrañado.

Snowland II El despertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora