[10.] Celebración (Parte 2)

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Darkness cannot drive out darkness: only light can do that.

Hate cannot drive out hate: only love can do that.

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En parte es gracioso si se pone a pensar en ello seriamente, pero una de las vidas que más impacto tuvo en él también fue ese omegaverse en que casi no tocó a Midoriya.

Ambientado en un mundo en que la tecnología no era la mejor con respecto a la medicina, los errores hechos en un momento de ingenuidad tenían el poder de perseguir la vida de uno hasta el fin de sus días, sin marcha atrás. Los humanos, los seres que en esencia eran un cúmulo de errores y pruebas a través de siglos de luchas, insensatez y miseria, no tenían medio alguno para dar un paso atrás una vez la decisión estaba hecha. Los saltos al vacío pueden sonar como una expresión exagerada solo para libros o las películas, pero en ese mundo en particular, elegir tu alma gemela era eso exactamente: un salto al vacío sin retorno.

La trama como de costumbre había sido presentada en muy pocas palabras, con un vistazo general de la dificultad del viaje, pero con el final feliz asegurado. Una historia que salió del montón de clichés y sitios raros en los que terminó por culpa de los algoritmos y bromas personales de Midoriya, pero en la cotidianeidad de ese sitio, un contenido bastante único yacía escondido entre los detalles.

Para empezar, ¿cómo es que una trama donde los protagonistas principales no lograron tocarse podía ser considerada un final feliz? Lo gracioso empezaba allí, porque era un mundo omegaverse donde se supone que los y las escritores de otrora tiempo tenían la libertad absoluta de hacer reales sus fantasías, cualesquiera que estas fueran. Con los límites del pudor dejados de lado, escenarios donde el sexo, el placer y los fetiches primaban en su mayoría yacían en ese mundo en específico. ¿Por qué había sido considerado un final feliz?

Esa pregunta lo dejó con una sensación especial. Lo detuvo en un limbo entre la consciencia y los sueños tan fino que ni se dio cuenta del tiempo que pasó en ese estado. Ahora que sabe mejor las cosas, ahora que posee un nivel razonable de conocimiento sobre lo que es real y lo que no, puede darse una idea del porqué se aferró con tanta fuerza a ese universo en particular. A ese final feliz tan extraño.

Ese mundo había terminado con ambos juntos a pesar de la falta de intimidad directa porque lo que ambos consideraron como felicidad no se encontraba relacionado al tacto o al placer carnal. La felicidad que eligieron fue la sapiencia de elegir aquello que los hacía feliz más allá de los límites de sus cuerpos y más allá de los confines de sus barreras mentales.

La fotografía final que ambos habían tomado, con Shouto vestido de dinosaurio, un brazo alrededor de la cintura del amor de su vida mientras sostenían sus manos enguantadas para evitar contacto directo, era una de las cosas que más mella había hecho en su psique. Imposible de borrar porque la fotografía la había tomado una niña a la que llamaron hija, una niña que no compartía su sangre, pero era suya en todas las formas en que esa palabra cobraba significado. El significado que realmente importaba.

Llegar a ese punto había sido difícil, había tomado una increíble cantidad de tiempo perdido en reflexiones y dudas inútiles sobre lo que la felicidad significaba en realidad.

Las historias, mundos y sueños por los que transitó podían pelear perfectamente con la cantidad de arena que alguna vez rodeó las costas del mar cerca de Nirvana, pero las historias que importaron puede contarlas con los dedos de la mano. Y puede hacerlo porque ahora entiende que fueron mensajes dejados por el Izuku real. Preguntas sin respuesta que jamás se atrevió a realizar por miedo a hacerlo real.

De mundos, sueños y anhelos [TodoDeku/COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora