Cαριƚυʅσ 1

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Ocurrió en las estribaciones de las Montañas Banyabong, durante el primer beso del otoño... lo que JungKook siempre había temido que pasase. Había una cueva en el lado de la montaña... el lugar perfecto para vivir, el lugar perfecto para emboscar al engendro infernal que estaban rastreando. Pero a pesar de todos sus meticulosos planes y precauciones, fueron tomados por sorpresa. El ataque fue repentino y más que rápido, pero las secuelas fueron devastadoras.

─Vamos, TaeHyung, sólo un poco más ─urgió, apretando su agarre alrededor del torso del joven. Por supuesto, podía haberse colgado a TaeHyung del hombro y haberlo cargado como a un cordero perdido por el lado de la montaña si fuera necesario. Con un metro cincuenta y dos, su protegido no estaba exactamente en la categoría de pesos pesados, especialmente cuando el propio JungKook medía un metro noventa con una buena musculatura. Pero incluso sin tener en cuenta la disparidad en sus tamaños, JungKook tenía una ventaja: era un cambia-formas. A pesar del hecho de que el resto de la comunidad paranormal consideraba la licantropía una enfermedad, cuando no una maldición completa, aún venía acompañada de fuerza sobre humana y resistencia. E inmunidad a las mordeduras de demonio. Una inmunidad que en aquel instante deseaba que TaeHyung también tuviese.

Pero era inútil desear lo imposible.

Las palabras de su abuelo, muerto hacía más de diez años, sonaron en la cabeza de JungKook. »Si los deseos fueran caballos, los mendigos cabalgarían. No tiene sentido desear y esperar. Chico, JungKook... tienes que hacerte tu propia suerte en este cruel mundo de porquería.

Hacerse su propia suerte, cierto. JungKook estaba acostumbrado a hacerlo, sólo que ahora parecía que su suerte se había agotado. Si no la de él, la de TaeHyung. Como si oyera sus pensamientos pesimistas, el joven cayó en sus manos y murmuró incoherentemente. JungKook juró entre dientes y lo dejó caer en la alfombra de hojas secas y crujientes del bosque por un momento mientras miraba a través del velo de sombras que trepaban por el lado de la montaña. Estaban a mediados de octubre, plena temporada de las hojas, y los moribundos rayos del sol poniente doraban las ramas naranjas y amarillas cubiertas, volviéndolas de un profuso rojo sangre y bermellón. Había un mordisco en el aire, una promesa del invierno que todavía no había llegado y que quizás ahora jamás llegase, no para TaeHyung, de cualquier modo.

«Maldita sea, deja de pensar de ese modo, haz tu propia suerte, ¿recuerdas?»

Tratando de sacudirse el sentimiento de muerte que amenazaba con invadir su mente, JungKook se inclinó sobre una rodilla para echar otra mirada a las heridas de su protegido. Cuando lanzó lejos la útil camisa de franela a cuadros que vestía TaeHyung, apenas pudo reprimir un quejido. Era peor de lo que había pensado: había mordiscos por todas partes. Lo peor era el cuello de TaeHyung, justo bajo el lado derecho de la mandíbula. JungKook había pasado por un momento infernal para librarlo de esa cosa: el demonio se había aferrado como una lapa, drenando la vida de TaeHyung con cada ávido trago. El collar de marcas de dientes ya irradiaba líneas de un negro más profundo, pruebas de que el veneno de almas ya se había establecido. Pequeñas heridas, no menos atroces por su tamaño, empañaban el resto de la pálida piel de TaeHyung, o lo que JungKook podía ver de ella.

Una media luna de pinchazos irregulares era visible justo debajo del disco de cobre plano de su tetilla izquierda y había varios más alrededor de la pretina de sus tejanos. Incluso sin las marcas de mordiscos, JungKook habría sabido que la situación era seria.

TaeHyung olía a enfermo, peor que enfermo. «Cercano a la muerte,» susurró el lobo en su cabeza. Pero, no, no quería pensar en eso.

TaeHyung se agitó de nuevo y gimió débilmente mientras JungKook deslizaba una mano encallecida suavemente sobre el magro torso de su protegido.

Lα Mσɾԃιԃα | KσσƙV |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora