el que no corre, vuela.
- Sh, sh, sh. - dice Gonzalo tratando de calmar al chico que lleva con él, aunque también trata de calmarse a sí mismo.
- Perdón. - dice el otro y ambos ríen por lo bajo.
- Vení. - lo llama Montiel después de darle un beso corto a aquél chico.
Abre la puerta de la forma más silenciosa posible y siente que él acaricia su cintura antes de entrar.
Ingresan y de forma sigilosa suben las escaleras hasta la habitación del más bajo.- Hacé silencio que es casa de familia. - le advierte como si fuera un nene y el otro solo puede reír por lo bajo y, después de cerrar la puerta, empujarlo para que caiga de espaldas al colchón.
[...]
Gonzalo siente murmullos desde la planta baja y en un principio solo los ignora y sigue durmiendo entre los brazos del pibe que raramente le hace compañía en la cama.
No recuerda mucho de anoche, solamente que lo pasó muy bien en el boliche, que Julián se cruzó con Enzo y los dejó tirados, que Lisandro se fue a chonguear con un chico con el que se estaba hablando, pero y ¿Él? ¿Él qué había hecho después de quedarse solo?
Ah no. No se había quedado solo.
En ese momento se da cuenta de que efectivamente estaba durmiendo entre los brazos de un varón, al cuál conocía anteriormente por haberse respondido un par de historias, y que se había ido del boliche con él después de haber estado un rato largo besándolo.
Después de pensar en que claramente tenía al chico durmiendo a su lado, se gira de forma suave y admira el rostro angelical que tiene a su lado. Si lo pensaba bien, no se arrepentía mucho de tenerlo a su lado, pero de tenerlo a su lado ahora no era muy buena idea.- ¡Gonzalo levantate! ¡Ya están las tías, los primos, la abuela, todos! - le dice.
- La puta madre. - dice por lo bajo recordando que es domingo de almuerzo familiar. - Ya bajo ma. - le contesta y ve al chico despertar de a poco.
- Buen día. - le dice el otro y el solo puede soltar una risa nerviosa.
No sabía realmente porqué estaba nervioso, capaz por la voz ronca, la sonrisa linda, los lunarcitos que adornaban su piel, los ojitos achinados.. O capaz porque tenía a su familia abajo y a un chico que sacar de la casa.
- Buen día. - le contesta escondiéndose un poco entre las sábanas.
El otro lo mira sonriente con los ojos achinados, está apoyado sobre su brazo derecho y totalmente desentendido de los nervios del otro.
- Che.. - empieza Gonzalo.
- ¿Mh? -
- 'Ta mi familia abajo. - le comenta.
- Ah. - responde. - ¿Y qué vamos a hacer? - le pregunta con suma tranquilidad.
- No sé. - le dice sin saber realmente qué hacer.