2. Conversar (y cuestionar)

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Era algo temprano, quizá las cuatro de la tarde. La clase de Jeno para esa hora se canceló, su profesor tuvo que tomarse el día. Estaba sentado en una mesa en uno de los patios dándole vueltas a su lápiz. Miró hacia arriba pensando «¿Estará ahí?», era poco probable, sería mucha coincidencia que se quedaran sin clase al mismo tiempo, pero ¿y si aún así estaba ahí?

Tomó su mochila y caminó hacia las escaleras, no le costaba nada intentarlo. En realidad tenía mucho que hablar con él, el día anterior estaba demasiado ocupado procesando el hecho de que lo encontró y en consecuencia ahora corría el riesgo de haberlo perdido de nuevo. Se encontró con unas máquinas expendedoras en el camino, pensó en llevarle algo. Subió escalón por escalón hasta llegar a la azotea, el sol le pegó en la cara así que tuvo que cubrirlo con su brazo para mirar bien. No se veía por ningún lado, lo que fue decepcionante pero no muy sorprendente. Cuando estaba a punto de regresar vió que alguien más abrió la puerta, «Lo sabía», pensó viendo a Jaemin confundido al darse cuenta de su presencia. —¿Qué haces aquí?

—Te traje soda —dijo Jeno mostrándole la lata.

Jaemin se extrañó, no esperaba ver al chico raro del otro día de nuevo, pero no pensaba rechazar una bebida gratis. —Ponte cómodo —dijo quitándosela de la mano y tomando asiento en la única banca a la que cubría la sombra.

Jeno se sentó junto a él y ambos dejaron sus mochilas en el suelo. —¿No deberías estar en clase?

—Sí, debería —dando un sorbo a su refresco antes de sacar un cigarrillo.

Jeno no creyó que respondería con tanto cinismo, pero ¿qué esperaba de un adolescente fumando en el techo de su escuela? Claramente a Jaemin no le importaban las consecuencias. —¿Qué tan seguido faltas?

—Cuando quiero —encendiéndolo entre sus dedos—. A todo esto, ¿quién eres?

Entrelazó sus piernas, quedando como mariposa. —Soy Lee Jeno, segundo año, ¿y tú? —abriendo su botella de agua mineral, la cual explotó y lo empapó por completo.

Jaemin se burló de él. —Parece que te orinaste.

—¡Responde! —pidió avergonzado, lo que solo hizo que Jaemin riera más fuerte.

—Na Jaemin, también soy de segundo —dijo tras soltar el humo. «Ya lo sabía», pensó Jeno tomando de su botella. Por un lado eso fue muy vergonzoso, pero por otro hizo a Jaemin reír, así que quizá la humillación valió la pena. Jaemin se estaba divirtiendo, pero seguía sin entender por qué ese extraño estaba tan interesado en él. Estaba seguro de que buscaba un beneficio, pero no entendía cuál. Ya no había ninguna ventaja en estar con él, ¿por qué ese chico volvió a buscarlo? Miró la lata con atención y se quedó en silencio, esperando a que en cualquier momento Jeno le pidiera un favor. Pero no fue así, nunca fue así.

—¿Qué te pasó? —preguntó Jeno al notar una cicatriz en lo alto de su brazo.

Jaemin bajó su manga al darse cuenta de lo que hablaba. —No es de tu incumbencia —cambiando por completo su semblante. Jeno se sintió mal por incomodarlo, pero le preocupaba su reacción. Le preocupaba todo en él, realmente. Quería conocerlo y hacer todo lo que antes no se atrevió a hacer, pero Jaemin no tenía idea de nada de eso; para Jaemin, él era un desconocido que quería aprovecharse de él de alguna forma, pero aún no sabía cuál.

—Lo siento —dijo Jeno dejando su botella a un lado—, simplemente sentí curiosidad.

Jaemin tiró algo de ceniza sobre el corto muro a su lado, aquel que adoptó como cenicero sabiendo que el viento se desharía de la evidencia. —Solo dime qué quieres y acaba con esto.

Jeno estiró sus brazos posando sobre el concreto. —Conocerte, eso es todo lo que quiero.

—¿Por qué querrías eso?

—¿Necesito una razón? — recargando su mentón sobre la palma de su mano.

—Tiene que haber una —imitando su movimiento, quedando frente a frente.

Claro que sería honesto, pero ¿qué tan honesto? No quería parecer un loco acosador que llevaba años obsesionado con él, o al menos no quería que se diera cuenta aún. Tras meditarlo un momento, le dió su respuesta. —Porque eres lindo.

Jaemin no se sorprendió del todo, «Claro, otro imbécil que me ve como una cara bonita». —Ah, ahora entiendo. Si quieres acostarte conmigo podías solo decirlo y ya —recargándose en la pared.

—¡¿Qué?! —Jeno ni siquiera había pensado en eso—, ¡no, no, no me malentiendas!

—Oye, tranquilo —tras darse un toque—, no eres el primero. Si eso es lo que quieres solo dilo directamente y ahorremos todo este proceso.

—¡Ya te dije que no quiero eso! —«Aún», pensó—, ¡quiero conocerte, ser tu amigo!

—¡¿Para qué?! —respondió alterado—, ¡¿de qué te sirve eso?!

—¡Joder, solo quiero estar contigo, ¿por qué es tan difícil que lo entiendas?!

Jaemin se quedó en silencio, por un rato el único sonido detectable fue el sonido del viento. Incluso tras esa discusión seguía creyendo que tenía otras intenciones, pero no había punto en seguir intentando que las revelara. —Tu clase empezará en unos minutos —viendo la hora en su celular—, deberías irte.

—¿Y que hay de ti? —poniéndose de pie—, ¿te quedarás aquí todo el día?

—Si eso quiero —recostándose en la banca—, eso haré.

𝗕eauty (and its cost)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora