4. Lamentar (y confiar)

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Jaemin solo quería la atención de Jeno, pero Jeno deseaba su confianza. Cada vez lo veía más seguido y le daba más regalos, pero eso no sería suficiente para conseguir su objetivo. Jeno iba de camino a la azotea cuando a lo lejos vió a un desconocido hablando con Jaemin en la cafetería, el chico parecía haberle comprado unas gomitas y Jaemin se veía muy agradecido, le dió un beso en la mejilla y se fue como si tuviera prisa. Jeno se quedó mirando al desconcertado chico que dejó atrás, dándose cuenta de que acababa de usarlo justo como hacía con él. Lanzó un suspiro y esperó a que se retirara para poder usar la máquina expendedora. «Vaya, realmente no soy el único», pensó. Él quería impresionar a Jaemin y ganarse su corazón, pero se dió cuenta de que Jaemin no solo estaba acostumbrado a eso, sino que lo aprovechaba mejor que nadie. Su conquista se empezaba a sentir como una competencia, pensaba «¿Qué puedo darle que no puedan darle los demás?» mientras compraba cinco paquetes de gomitas en un absurdo intento por tener ventaja.

Jeno llegó a la azotea después de meditarlo un tiempo. Jaemin estaba acostado en la banca de siempre, su semblante era completamente diferente al que tuvo allá abajo. —¿Estás bien?

Jaemin giró su cabeza, sus ojos se veían agotados y su cabello era un desastre, sin mostrar expresión alguna preguntó: —¿Qué me trajiste?

Jeno miró el contenido de la bolsa, algo no se sentía bien. De pronto todas esas golosinas se sentían inútiles e insignificantes, estaba actuando como otro más de sus adeptos. Dejó la bolsa a un lado y se puso de cuclillas junto a él, acarició su cabello con delicadeza, mirándolo a los ojos. —Te ves diferente.

Jaemin enrojeció, no esperaba que él hiciera eso. La preocupación en su rostro era evidente, era sincera, una expresión que no había visto antes. Y aunque intentó, no pudo evitar perderse en él, en la simple ilusión de que Jeno realmente fuera diferente, realmente lo viera como un ser humano y no como un objetivo en su lista de logros. Para Jaemin todos eran iguales así como a sus ojos para todos él era un objeto, pero cuando Jeno lo miraba de esa forma él se sentía... visto, se sentía importante, en vez de sentirse como una piedra preciosa se sentía repleto en joyería. Pero solo era eso, una ilusión en la que no pensaba caer. No pensaba creerlo, no tan fácil. Empujó su mano y se sentó, abrazando sus piernas. —No dormí bien, eso es todo. ¿Me darás eso o no?

Jeno se levantó y ofreció disculpas. —Lamento incomodarte, lo hice sin pensar.

—Oye, tranquilo —escondiendo su cabeza—, no necesitas preocuparte por mí.

—No puedo evitarlo —tomando asiento, Jaemin le daba la espalda—, he estado preocupado por ti todo este tiempo. Desde la primera vez que te vi siempre hubo momentos aleatorios donde simplemente me preguntaba dónde estabas y cómo te sentías, pero incrementaron desde que vi la forma en que te trataban...

Jaemin sintió escalofríos cuando lo escuchó, las cosas por las que pasó durante su infancia eran algo que no le desearía a nadie, el simplemente pensar en lo que Jeno pudo haber sentido al ser testigo lo hizo pedazos. Hubo un largo silencio hasta que Jeno le entregó uno de los empaques de gomitas, Jaemin lo tomó y no tardó en empezar a consumir. Levantó su cabeza y tras respirar hondo lo dejó salir. —Lamento que hayas visto eso.

Jeno subió sus piernas a la banca. —Lamento que hayas vivido eso.

Jaemin se quedó jugando con las gomitas, sintiendo sus dedos volverse pegajosos, hasta que decidió ofrecer una a Jeno. Estiró su mano hacia atrás sin voltear a verlo, él se extrañó y aunque en realidad no se le antojaba decidió tomarla ya que Jaemin nunca le había ofrecido nada antes y ese simple hecho la haría saber a gloria. Jaemin bajó sus defensas, se dió cuenta de que en realidad no había ninguna razón para creer que Jeno fuera una amenaza. Lanzó un suspiro y lentamente recargó su cabeza en su hombro, al fin podía relajarse. —¿Por qué compraste tantas gomitas?

—Vi que otro chico te compró y... no lo sé, quería ganar —dijo avergonzado—, es un poco tonto ahora que lo veo.

Jaemin no pudo evitar reír. —¿Acaso estás celoso?

—Un poco, pero supongo que tendré que acostumbrarme —abriendo una bolsa para sí mismo. Empezaron a alimentarse mutuamente mirando al cielo, debatiendo sobre las formas de las nubes; ahí fue cuando Jeno se dió cuenta de que si bien las ofrendas lo mantendrían cerca, la única forma de entrar a su corazón sería siendo sincero, tanto con sus acciones como con sus palabras. Porque si Jeno no tenía nada que ocultar, Jaemin no tenía nada que temer.

𝗕eauty (and its cost)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora