5. Sentir (y confesar) [FINAL]

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Jaemin estaba recostado bajo el único lugar con sombra en la azotea, mirando al cielo despejado haciéndolo sentir vacío. «¿A dónde fueron todas las nubes?», pensó encendiendo su cigarrillo, aunque empezaba a preguntarse si realmente eran las nubes lo que le hacía falta. Él no se dió cuenta de cuándo, pero empezó a ansiar con emoción el momento en que Jeno llegara a acompañarlo cada día, normalmente era en los recesos pero de vez en cuando lo sorprendía en otras ocasiones. De pronto se encontraba sonriendo al recordarlo, al recordar sus ojos, su voz, sus lindas palabras y esa expresión de confusión que por alguna razón le parecía tan atractiva. Jeno era todo un caballero, cada muestra de afecto de su parte se sentía tan sincera, incluso cosas tan simples como acariciar su cabello. Su corazón empezaba a estremecerse cada vez que recordaba esas sensaciones, empezaba a pensar en si debía hacer algo al respecto. Entonces lo vió cruzar la puerta, tenía una bolsa de plástico en sus manos, como siempre. —Hola —saludó Jaemin con una gran sonrisa al ver a Jeno acercarse, llegó una hora antes de lo que esperaba.

—¿Qué haces en el suelo? —mirándolo desde su altura.

«Esperar por ti», pensó, pero no lo diría, su orgullo aún no se lo permitía. —¿Ves alguna otra opción? —levantándose para hacerle espacio—, es eso o que el sol me derrita.

Jeno se sentó junto a él y puso la bolsa en medio de ambos, se sorprendió al notar que Jaemin apagó su cigarro en la pared, parecía que apenas y lo probó. —¿Cuántos has fumado hoy? —preguntó sacando su botella de la bolsa.

—Ninguno —explorando entre sus opciones—, ese sería el primero del día, pero dijiste que no te gustaba el olor así que ya no pienso hacerlo frente a ti.

Jeno dejó escapar una sonrisa, había hecho ese comentario días antes pero se perdió entre la conversación y no había notado que dejó de hacerlo hasta entonces. —En realidad más que el olor es que es algo muy malo para ti, pero creo que no tengo el derecho a pedirte que lo dejes.

—Puedes pedirme que lo haga, pero no puedo asegurarte que voy a obedecer —dijo tomando un empaque de chocolate.

Eso era mentira. Claro que lo haría, haría cualquier cosa que Jeno pidiera, pero lo haría silenciosamente. Aunque quizá sería más sencillo si no tuviera tanto tiempo que tirar o los malos tratos de una asquerosa familia que superar sobre sus hombros, aquellos de los que aún no podía escapar. Jaemin sintió el chocolate derretirse en su lengua, cosas pasaban por su cabeza mezclando esa sensación con ver la forma en que Jeno sostenía y bebía de la botella, pero debía controlarse. Aunque estaba volviéndose cansado esperar a que Jeno diera el primer paso, ¿qué estaba esperando?, los días seguían pasando y pasando y lo único que hacían era hablar y ser cariñosos, pero nunca pasaban de eso. Quizá era momento de admitir que quería más, Jaemin quería mucho más de Jeno y justo en ese instante perdió el sentido seguir fingiendo que no. Pensó en intentar darle pistas de lo que sentía para que finalmente hiciera algo, estaba impaciente, si eso no funcionaba estaría dispuesto a tomar la iniciativa, pero nunca había hecho eso por nadie antes.

Jaemin se volvió a recostar, usando las piernas de Jeno como almohada. Esto lo desconcertó, pero no lo molestó en lo absoluto. Jeno dejó su botella a un lado y suspiró mirándolo fijamente, se sentía tan afortunado, le costaba creer que no estaba soñando. —¿Puedo acariciar tu cabello?

Jaemin no tuvo que pensarlo mucho. —Si quieres.

Claro que quería, de eso no había duda. Para Jeno pasar sus dedos entre sus cabellos era la más satisfactoria sensación, era algo tan relajante. Se quedó observando sus facciones mientras él cerraba los ojos y disfrutaba del viento, era un ambiente tan cómodo y tan tenso al mismo tiempo. «Di algo...», rogaba Jaemin en su cabeza, «Es el momento perfecto, vamos, di algo...».

—Jaemin... —dijo Jeno como si pudiera leer su mente.

—¿Si? —intentando mantener una expresión seria.

—Lo sabes, ¿no es así?

—¿Saber qué?

Jeno posó su mano en su cuello, limpiando los restos de chocolate en su mejilla con su pulgar. —Lo que siento...

Jaemin no pudo evitar sonreír, eso era exactamente lo que deseaba escuchar. —Lo sé —girando su cuerpo hacia su torso para colocar su mano sobre su hombro—, pero me encantaría oírte decirlo —abriendo sus ojos y haciendo contacto visual, lo que puso a Jeno nervioso pero a la vez le dió la confianza que le necesitaba para dejarse llevar por sus impulsos.

—Tú... me gustas, Jaemin —desviando la mirada, podía sentir su cara ruborizarse más cada segundo.

Jaemin se levantó apoyándose en la camisa de Jeno, arrugando el punto medio entre su pecho y su hombro izquierdo. Se acercó a su oído, susurrando cinco palabras que quedarían marcadas en su memoria por siempre. —Tú también me gustas, Jeno.

Jeno sintió su corazón acelerarse con tal fuerza que temía que el botón de su camisa que quedaba en su pecho saliera volando. Jaemin movió su cabeza lentamente, sus intenciones eran obvias y no pensaba resistir más. Tomó su barbilla y se acercó poco a poco hasta que sus labios se tocaron, momento en que Jeno dejó todos sus miedos a un lado y correspondió con fuerza, casi mordiendo. Jaemin siguió arrugando su camisa, había besado a chicos antes pero jamás lo había disfrutado tanto como ahora. Jeno acariciaba su cuello con delicadeza, eventualmente pasando a sus brazos, subiendo y bajando hasta que sus manos se encontraron y decidió entrelazar sus dedos con los suyos, recargándolas sobre el suelo mientras Jaemin lo tenía contra la pared con sus rodillas a sus costados, quedando sobre él. Se dieron una pequeña pausa, los únicos sonidos detectables eran sus respiraciones agitadas y el canto de los pájaros.

Jaemin soltó sus manos, las aplastó con tanta fuerza que las palmas de Jeno quedaron completamente rojas. En medio de la tensión, Jeno tuvo un solo comentario en mente. —Sabes a chocolate —recuperando el aliento. Jaemin empezó a reír, pero no tardó en volver al silencio un par de segundos más hasta tumbar su cabeza sobre su hombro y rodearlo con sus brazos. Jeno se extrañó pero no tardó en corresponder y acariciar su cabello una vez más. Jaemin se sintió tan sensible de pronto, ni siquiera entendía por qué pero se sintió algo avergonzado al respecto. Jeno lo hacía sentir amado, cada palabra, cada toque, cada mirada, su amor se sentía tan genuino, tan puro, algo que creía que solo en sus fantasías sería capaz de recibir. Para Jaemin, ese chico que llegó de la nada, aquel que creyó que no le traería nada bueno e incluso juzgaba de molesto ahora era la persona más importante para él; y para Jeno, ese chico que admiró desde el primer instante, ese al que no se atrevió a hablar y dió por perdido por años al que por mera coincidencia volvió a encontrar, aquel que finalmente había logrado conocer, que finalmente había logrado consolar, que finalmente era suyo. Y pasara lo que pasara, no volvería a perderlo.

𝗕eauty (and its cost)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora