37. Hay cosas que nunca cambian

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37. Hay cosas que nunca cambian

Eclipse Harris

Hay una razón por la que
todas las cosas son como son
- Bram Stoker

Cuando Axel abre los ojos, sé que debo verme horrible.

Mi pelo está despeinado y encrespado, todavía tengo puesto el traje de neopreno junto con la sudadera del equipo y mis manos tiemblan sobre la suya.

Pero él solo enfoca sus ojos azules en mí, como si fuese la primera vez que me ve.

—¿Tortuga?

Rompo en llanto. Es instintivo y ni siquiera puedo evitarlo. Después, lo abrazo, con tanta fuerza que temo hacerle daño.

Axel ha perdido su olor característico, aunque el aroma a sal sigue estando ahí, es muy débil y el olor a medicamentos y esterilidad del hospital lo opaca casi por completo.

—Hola, tú —susurro y mi voz suena rota y ronca.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿No deberías estar compitiendo?

Sonrío un poco, con tristeza, separándome de él.

—Llevas un día y medio inconsciente, entraste en una especie de coma por pérdida de oxígeno o algo así —explico un tanto torpe, sin saber si lo estaba diciendo bien—. No me presenté a la competición, me he quedado contigo todo el tiempo.

—¿Qué? —jadea— No, ¿por qué has hecho eso?

—¡Casi mueres! —gruño, mi voz volviéndose a romper—. Yo... Creí que te perdía, Ax, y no puedo perderte.

—Mierda, Eclipse, podrías haber ganado. Ibas a ganar.

—Si te perdía, ganar una tonta competición no serviría para nada.

Se queda en silencio unos segundos, con el ceno fruncido, claramente inconforme con mi decisión. Pero, ¡vamos!, ¿qué iba a hacer? ¿Meterme en el agua, ganar y celebrar la victoria mientras mi alma gemela está en un hospital? No, no soy esa clase de persona.

—Yo... Avisaré al doctor de que has despertado. Y a La Manada, ellos están por aquí.

—¿Todos? —gime dramáticamente, yo suelto una risita.

—Son La Manada, Ax, lo hacen todo juntos.

—Sí, probablemente incluso follar.

—Bueno, el resto no sé, pero el Trío Calaveras seguro que sí.

Mi chico suelta una risa y yo me inclino para dejar un beso en sus labios de forma suave. Están rotos y secos y extraño mucho el sabor a sal que siempre parecían tener.

Salgo del cuarto de hospital lentamente, caminando por el pasillo en busca de alguna enfermera. Cuando llego a la sala de espera, localizo a toda mi familia allí.

Tantas personas juntas y hablando entre ellas resaltan entre el resto de gente. Los críos juegan entre ellos y los adultos hacen prácticamente lo mismo, insultándose entre ellos.

Siempre he amado la hermandad que tienen todos. Como, a pesar de todas las mierdas que sé y que no sé, ellos siguen juntos.

Espero que Axel y yo seamos así para siempre.

—Axel ha despertado —cuando esas palabras salen de mi boca, todos se levantan con prisa.

Agatha es la primera en soltar un par de lágrimas aliviadas, abrazando a su marido.

Llamo a una enfermera y se lo hago saber. Ella me avisa de que mandará a un doctor enseguida y todos volamos hasta la habitación en la que está Axel.

Probablemente no podemos estar tantos en un cuarto, pero no es como si nos importara.

—¡Mi niño! —Agahta corre hasta él, abrazándolo con fuerza— ¡Oh, por Dios! He estado tan preocupada.

—Es una lástima, yo estaba pensando en montar un cuarto de juegos en tu habitación —a pesar del tono bromista de Trevor, lo abraza—. Y no me refiero a videoconsolas y mesas de billar.

Mi tía Ava suelta una carcajada, con Valak frunciéndole el ceño.

—¿A qué te refieres?

—Ay, Val, dulce e inocente Val —se burla Trev.

Mi madre suelta un pequeño suspiro.

—Supongo que algunas cosas no cambian.

—Nos alegra que estés bien, rubio —se mete mi padre, palmeándole el hombro—. Quiero decir, que se muera mi yerno tan pronto no es divertido. Por lo menos espérate a después de la boda.

—¡Papá! —lo regaño, rodando los ojos.

La puerta se abre y el hombre de bata blanca nos mira mal al vernos a todos.

—No pueden estar tantos aquí. Por favor, esperen fuera mientras reviso al paciente.

Mientras salimos, escucho al tío Trev quejarse.

—Australianos, ¿quién los entiende?

Un rato después, el médico sale de la habitación y se acerca a nosotros.

—¿Los padres?

Agatha y Trevor se levantan en seguida, dando un paso adelante.

—Nosotros.

—No parecen haber daños cerebrales, las funciones cognitivas están en orden. Aún así, puede llegar a experimentar desorientación o péridas de memoria a corto plazo —explica—. No es preocupante, se pasará. Les recomiendo que no lo dejen surfear durante el próximo mes, hasta confirmar que todo esté en orden. Lo dejaremos está noche en observación y mañana temprano le daré el alta.

—Muchas gracias, doctor.

Suelto un suspiro aliviado de forma involuntaria, sintiendo las lágrimas volver a picar en mis ojos. Axel, mi Axel, está bien. Estará bien.

—Os hemos traído los cafés —levanto la mirada, encontrándome con Kai y Olivia. Ellos llevan un par de bebidas en las manos, antes de entregárselas a cada uno.

—¿Por qué Lipse está llorando? —escucho preguntar con preocupación a la rubia— ¿Axel está bien?

Un par de lágrimas nuevas caen por mi rostro y yo asiento.

—Sí —murmuro, una sonrisa frágil dibujándose en mi rostro. Dios, he pasado tanto miedo...—. Él está bien.

Cuando no localizamos a ninguna enfermera cerca, nos colamos de nuevo en la habitación de mi novio. Él nos sonríe.

—El doctor ha dicho que estoy bien —comenta. Yo tardo dos segundos en estar a su lado, sentada en la silla en la que he vivido estos casi dos días.

—Sí —asiento, dejando un beso en su mano—. Puedes tener desorientación o pérdidas de memoria, pero se pasará. Estarás bien, ogro idiota.

Una sonrisa suave se dibuja en su cara, sus facciones duras ablandándose, y me mira de esa forma que lleva haciendo desde que nos conocemos pero que nunca diferencié: como si yo fuese su mundo.

—Oye, los otros son geniales, tortuga tonta. Mira a Shrek.

—Shrek es un pringado que se baña en el lodo, ¿te bañas en lodo, Axel?

Él suelta una risita.

—Por lo menos no ronco.

—¡Yo no ronco!

—Sin duda, hay cosas que nunca cambian —escucho murmurar a papá.

ECLIPSE (SDR 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora