❝第一的❞

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Divisó a un hombre de cabellera azabache sentado sobre el banco de la plaza. Pudo reconocer ese cabello desalineado con puntas como un erizo. Un espeso humo salía por su cabeza, claramente estaba fumando. Eso le dio más indicios de que, efectivamente, era Akazawa Sanzo.

Se acercó a él y tocó con delicadeza su hombro, con la intensión de hacer que se diera vuelta y pudiera descubrir su rostro.

El fumador hizo exactamente eso, y dejó ver su cara chupada, casi semejante a la de u zombie; tenía los pómulos muy notables, sus mejillas hundidas, su piel de un tono blanco enfermizo, sus labios rotos rojos y sus ojeras relucientes. Su único rasgo atractivo eran sus ojos, grandes y brillantes ojos dorados.

-Tarde como siempre, Hagi'.-

Hagiwara Mitsuzuka suspiró cansado y rodó sus ojos celestes. Acomodó su trasero en el banco y quedó casi pegante al oji-dorado.

-Tuve que escaparme, mis padres te odian y no me dejan salir de noche ¿Lo recuerdas?- fue una pregunta retórica, con pizcas de veneno sarcástico en su hablar.

-A la mierda con esos viejos.- libera la última bocanada de humo antes de que su cigarrillo de nicotina se consumiera por completo, quedando soló un pequeño pedazo anaranjado del cigarrillo. Sin prisa, sacó su caja de cigarrillos casi completa y tomó uno para él, luego miró a su acompañante.-¿Quieres uno?-
Le ofreció un cigarrillo, pero Hagiwara negó con la cabeza.

-No tengo ganas de quitarme el maldito olor con perfume barato de nuevo.

-Bueno.- cerrando el tema, encendió el cigarrillo y lo llevó a sus labios. Murmuró algo que Hagiwara no pudo descifrar y continuó riendo como idiota.

El de ojos celestes agarró su mochila y subió el cierre, dejando que el contrario viera lo que tenía adentro. Unos bidis, unos cigarrillos indios muy tentadores, pero eran para vender. Al lado de los bidis hay un cartucho de balas, lo cual a veces hace dudar la protección de los padres de Hagiwara sobre él. Todas las restricciones de amistades y manejos de horarios eran inútiles si su puto hijo ya era conocido por todo el pueblo como el vendedor de la verde. Ni Akazawa sabe como su amigo puede conseguir tanta droga extravagante, pero eso le da oportunidades de manguearle algunas muestras. Por eso ama tanto a Hagiwara.
Tan solo tenían 13 cuando empezaron a consumir. Ya con casi 16 años cumplidos estaban peor, la droga les hizo efecto en sus rostros jóvenes y parecen hombres de 20, lo cual los hace atractivos pero asquerosos al mismo tiempo.

-¿Vamos a jugar voley?

Hagiwara preguntó de repente, sacando una pelota de voleyball de su mochila. Akazawa estuvo pensando en rechazarlo, pero a los segundos aceptó, ya que estaba aburrido como la mierda.

-¿A qué preparatoria irás?

-No sé, a la más fácil... Karasuno.

-¿Karasuno? Esa preparatoria es una mierda, mis padres me llevarán a Shiratorizawa sin hacer exámenes de admisión.

-Ah, cierto, padres ricos.- Escupió un chorro de saliva sobre la acera. -Cada vez me das más asco.

-Sí, sí, ya lo sé.-volvió a rodar los ojos, ese gesto ya se le volvía adictivo. -Lo malo es que va Semi Eita. Ese bastardo me cae pésimo.

-¿El tipo que le rompió el tabique a tu hermano? A mí me cae bien.

-Tú cállate, no tienen derecho a opinar en Japón, tu madre es de Estonia, eres una mezcla asquerosa de razas.-Habló como víbora, justo antes de ser golpeado en la cabeza por Akazawa.

-Hablas de nuevo así de mi madre y parto la cabeza. Ni una puta pistola te va a salvar.-amenazó con una firmeza inquebrantable.

Hagiwara solo sonrió despreocupado siguieron caminando en silencio hasta que vieron la pequeña cancha de fútbol iluminada por un foco viejo con tenue luz. No habían canchas de voley, por lo que debían imaginar una red invisible.

El juego empezó normal, eran sólo suaves pases y bloqueos sin mucha fortaleza. Solo un juego entre amigos. Luego de unos minutos, las cosas se intensificaron y no olvidaron contar ni un gol. Cuando el conteo fue olvidado de nuevo, el ambiente de la madrugada volvió el silencio tranquilo a uno perturbador. Los grillos cantaban, un extraño búho canturreaba y el sonido del viento hacían todo muy... incómodo pero tranquilo a la vez.

-Akazawa, van a matarte ¿verdad?- preguntó cómo si fuera una pregunta casual, mirando con su típica mirada de aburrimiento al muchacho.

-Si no me encuentran no.

-Cuando vaya a Shiratorizawa, te abriré las puertas traseras y te daré unos envíos. - saltó a otro tema, aunque no muy distinto.-Ya he visitado esa academia y el único lugar sin cámaras y preceptores es allí. Te los daré y tú irás al barrio rojo ¿Entendido?

-¿Y qué recibo a cambio?

-Te regalaré un alijo de shabú.

-¿Shabú? ¿De dónde mierda lo sacaste?

-Tengo mis contactos ¿Aceptas o no?

-Bien...-ladeó la cabeza hacia su hombro y luego volvió a ponerse recto. -Trato hecho.

Ambos estrecharon sus manos y cerraron el trato.

(...)

-Bien, primer día, primer ataque de estrés y adicción a la nicotina.-dijo una introducción como el narrador de un libro a punto de contar poesía amarga sobre su vida.

Un cigarrillo descansaba entre dos dedos, husmeando y enfermando el ambiente verdoso.

-¡Oye! ¡No puedes fumar!- gritó un viejo que veía en su dirección. Con semejantes lentes casi nublados de aumento obviamente podía verlo a metros de distancia.

Akazawa gruñó como si fuera un perro enfadado y se puso a la defensiva.

-¡Váyase a la mierda!

Sin más que decir, dejó su furia de lado y, en vez de perder el tiempo discutiendo, se fue corriendo como gacela escapando de un jaguar por la selva.

No tenía ganas de llegar tarde, ya iba tarde por dos jodidas horas. Y ni hablar de la fecha, le había dicho a su madre que había asistido los últimos dos meses a la escuela, una mentira enorme tomando en cuenta que este era su primer día.

Empujó a varios estudiantes, unos cuantos rubios y otros azabaches con miradas vivas. Cosa que llamó su atención, la primera vez en su vida que no veía que todos en la escuela eran azabaches con miradas muertas y tatuajes hasta en la frente.

-¡Hola!- saludó a gritos al profesor. Este sólo lo miró con rareza, confundido si quejarse o dejarlo hablar antes.-Soy nuevo... Un gusto, soy Sanzo Akazawa.-se presentó sin dar muchos detalles, sólo lo importante, lo cual hizo su presentación muy corta y ni su profesor creyó que fuera a dar tan diminuto discurso. Luego de unos segundos de silencio incómodo, el profesor lo mandó a sentarse a un asiento vacío y continuó con la clase.

-Para la próxima no llegue tan tarde, joven Sanzo.

-Sí, sí.- su desinterés dejó helados a los japoneses.

Akazawa acabó por sentarse adelante de un chico de cabello naranja, brillante como el de una mandarina madura. Acostumbrado al ruido, no le prestó atención a los murmuros de la clase.

-¡Míralo! ¡Parece un delincuente como Tanaka-senpai! ¡Es perfecto!- gritó la mandarina andante entre susurros hacia la oreja de un joven azabache de mirada filosa.

-¿Eres idiota, Hinata? ¡Ese tipo ni siquiera pasa la estatura de Sugawara-senpai! ¡¿Para qué lo quieres?!

El rostro de Hinata se oscureció. Esas palabras penetraron su corazón energético. Los latidos parecieron caer en coma cuando escuchó a Kageyama decir eso.

-No te hagas el ofendido.

-Bakayama...-murmuró fuerte, con intención de ser escuchado, ll cual logró, pero Kageyama estaba concentrado en otra cosa como para darle otra paliza.

-Boke, usa tu cabeza.-Tocó su frente con su dedo índice, luego se alejó y señaló con un movimiento de iris hacia el chico del que hablaban.-Ese tipo... tiene cara de ya sabes.

-¿Yo qué sé?- preguntó con inocencia.

-... ¿Eres ciego?

-¿Qué?-

-¡BOKE!- agarró su libro de ciencias y golpeó su cabeza.

𝐜𝐢𝐠𝐚𝐫𝐞𝐭𝐭𝐞𝐬 𝐚𝐟𝐭𝐞𝐫 𝐬𝐞𝐱 - ʜᴀɪᴋʏᴜᴜ x ᴍᴀʟᴇ ʀᴇᴀᴅᴇʀ Where stories live. Discover now