PRÓLOGO: UNA PROMESA

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Todo empezó cuando no tenía más de seis años.
¿El qué? Pues el encuentro que tuve y nunca olvidaré durante toda mi vida.
Estaba sola en mi casa, bueno, con mi hermana mayor que para ese entonces tenía diez años.
Acabamos de cenar, mi hermana Lala se quedó leyendo un libro en su portatil y decidí subir a mi habitación.
Subí las escaleras de dos en dos, y al último escalón, salté de puntillas hasta llegar a dos metros de mi cuarto.
Abrí la puerta, y una figura oscura me sobresaltó. Cerré de un golpazo la puerta.
Pegué la espalda a la puerta y respiré alterada. Sabía que eso no era ninguno de mis peluches.
Dejé la puerta entreabierta y miré con disimulo. Seguía ahí.
Cerré de nuevo la puerta, me acerqué de puntillas a una pequeña salita con productos de la limpieza como, fregonas, lejía, etc.
Cogí una escoba y volví a la puerta de mi habitación, abrí la puerta de nuevo y me fijé que seguía allí.
Abrí de par en par la puerta y corrí con la escoba en el aire.
Le dí un golpe en lo que parecía ser su cabeza, y éste retrocedió chocando con la pared.
Me quedé paralizada mirando la figura, era un poco más alta que yo. Encendí la luz con el interruptor y ví qué era lo que entró en mi cuarto.
Un niño, aproximadamente de unos nueve años de edad se tocaba su frente con una mueca de dolor.
Instantáneamente solté la escoba y corrí hacia él.
Le toqué la frente con la yema de los dedos, estaba sangrando.
-Lo siento, lo siento.-me disculpé varias veces.-No sabía que...
Le miré más detenidamente, era un niño pelirrojo, cosa rara en el continente seis, y sus ojos eran verdes.
En realidad. Tenía una venda cubriendo la mitad de su cabeza, impidiendo que vea su ojo izquierdo.
-Tú no eres de aquí,¿verdad?-le pregunté.
El niño me miró con su ojo abierto como un plato, seguía callado y arrinconado en la pared.
Le miré de arriba a abajo, estaba muy mal herido. Su brazo izquierdo estaba agarrando su brazo contrario, que estaba sangrando.
-Estás herido.-le dije. Seguía sin contestarme.-Tengo que curarte.
Me acerqué unos pasos más a él y extendí el brazo hacia la venda de su ojo.
El niño corrió asustado y se colocó en otra esquina de la habitación.
-Vale, no te haré nada en el ojo.-comprendí.-Pero el brazo sí que te lo tengo que curar.
El niño miró a ambos lados y me miró nuevamente. Se acercó un paso a mí y extendió el brazo.
Yo sonreí y corrí por el botiquín.
Remangué el brazo derecho de su camisa y examiné la herida.
Era un disparo, no cabía duda.
Cogí inmediatamente el desinfectante y lo vertí sobre su herida.
El niño cerró los ojos por el escozor, pero no se quejó. Se pasaba todo el tiempo mirándome con asombro.
-Solo quedan los puntos.-saqué hilo y una aguja.
El niño retrocedió.
-Tranquilo.-le tranquilicé.-Estas agujas están progamadas para no hacer daño.
Seguía inseguro, pero se acercó lentamente a mí.
Le cosí el agujero con delicadeza, cuando ya había terminado los puntos, el hilo se cortó solo.
Cogí una fina venda y le tapé el brazo con ella.
-Ya está.-le miré el vendaje del ojo.
El niño asintió y miró su mano derecha.
Yo seguí su mirada. Llevaba todo el tiempo con la mano en forma de puño, sujetando algo.
Abrió su mano y me dejó ver lo que tenía escondido.
Un pequeño polluelo sin apenas plumas estaba temblando y con los ojos cerrados.
Yo abrí la boca asombrada.
Había leído sobre esos pájaros alguna vez.
-Un águila real.-sonríe.-Pero...solo se encuentran en el continente siete.¿de dónde lo has sacado?
Y obviamente, el niño no me contestó.
El polluelo también estaba herido, su pata izquierda estaba totalmente torcida.
Le puse un palillo con una venda en la pata, en unos meses ya estaría curado.
El niño y yo nos sentamos en la cabeza de mi cama.
-Me llamo Rin.-me presenté.-¿Cuál es tu nombre?
El niño seguía mirándome fijamente,y, claro, sin contestar.
Se levantó de mi cama y se dirigió a la terraza.
Yo le seguí.
-Vale...-suspiré.-si no quieres darme tu nombre. Al menos prométeme que nos veremos otra vez.
El niño sonrió. Extendió su brazo sano y cerró el puño, dejando su dedo meñique estirado.
Yo le imité y entrelazamos nuestros dedos meñiques.
Se separó de mi y se subió al balcón, manteniéndose en pie.
Yo me alejé, adentrándome más en mi cuarto.
El niño sonrió de nuevo.
-Allen.-dijo por primera vez.
-¿Qué?-me extrañé.
-Ese es mi nombre.-y desapareció del balcón.
Las cortinas se cerraron y una sombra junto el chillido de un ave desapareció junto al niño.
Allen.

HOTEL NO.6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora