"...Lucas siempre fue un outsider, una persona que caminó por los límites de la vida, por la cornisa, por las sombras de lo que el resto de la sociedad considera que un buen ser humano debe hacer, tal vez por eso estaba comenzando una condena a ocho años por robos y estafas en la alcaidía de la ciudad de Sastre cuando un suceso inesperado brindó una nueva perspectiva de las "habilidades" de ladrón y estafador..."
Así definiría mi pasado y mi presente, si alguien me lo pidiera.
La primera señal vino de afuera: los gritos y el ruido general nos convencieron de que algo pasaba, algo anormal, extraordinario, se fue sintiendo cada vez más fuerte hasta que oímos un estruendo en el ingreso a la alcaidía. Las viejas puertas de entrada estallaron y unos gritos desgarradores empezaron a escucharse. Algunos guardias disparaban, no sabíamos bien contra quién o quiénes. Mientras la reja de la puerta principal se encontraba cerrada un policía nos pidió que corriéramos y saliéramos, y muchos aprovecharon a hacerlo, sin saber que esa sería la peor decisión que podrían tomar.
Cuando todos los presos salieron, dos de los guardias decidieron encerrarse en el sector de las celdas. Sabían que las barras de metal servirían de protección... lo que no sabían era que yo seguía adentro...
Al verme no actuaron como de costumbre, en sus ojos percibía que algo pasaba, algo que no se podía explicar, era la mirada del miedo, de la incertidumbre.
Al principio la desconfianza se apoderó de ellos, no sabían qué hacer conmigo, por lo que decidieron encerrarme en una de las celdas. Ya no podría visitar el patio hasta su nueva orden, aunque ninguno de mis compañeros estaba en la alcaidía, pues ellos mismos le habían dado la orden de salir.
Les supliqué que me dijeran qué era lo que estaba pasando y luego de varias horas, cuando los gritos desgarradores por fin cesaron, me contaron lo ocurrido con dos frases que jamás voy a olvidar. Recuerdo las siguientes palabras: "Zombies" y "Todos están muertos".
No supe qué hacer ni qué decir. Eso que veía en series o en libros de ciencia ficción se había convertido en la cruel realidad.
Al instante supimos que éramos sólo nosotros tres. Dos policías, y un ladrón y estafador recién condenado. Ninguno podía confiar en nadie, pero sabíamos que para sobrevivir íbamos a necesitarnos todos.
Ellos sabían manejar armas con habilidad y conocían el edificio de dos pisos en su totalidad. Yo nunca había llevado ni disparado un arma, aunque era un ladrón condenado nunca había utilizado una porque guardaba los viejos códigos de pueblo: nadie tiene que ser herido. Pero tenía una destreza que ellos no y que podía beneficiarnos a todos: un conjunto de habilidades para escabullirme, saltar, trepar y desplazarme por pequeños lugares, lo que podía hacer que consiguiéramos algunas cosas claves para subsistir por lo menos los próximos días.
Necesitábamos llegar a la cocina, sin embargo, si abríamos la puerta de barrotes que nos separaba del resto del edificio, nuestras vidas correrían grave peligro. Al menos los oficiales habían sido lo suficientemente inteligentes para que nada pudiera verse desde afuera.
Por lo pronto precisábamos conseguir algún espacio para poder pasar a la cocina, que se encontraba en la habitación siguiente. Sólo existía una posibilidad, que por el momento era imposible: un conducto de ventilación nos daba la posibilidad de movernos por el interior... ¿el problema? Obviamente una reja que impedía el acceso al conducto. Ahora debíamos pensar en cómo abrirla sin hacer demasiado ruido.
No existían desde nuestro lado tornillos que pudiéramos sacar, por lo visto todas las medidas de seguridad estaban perfectas, lo que frustró nuestras esperanzas.
Luego de dos días, ya con hambre y sed, decidimos que la única alternativa sería considerar salir. Ya nada podíamos hacer allí. Los barrotes que en algún momento existieron para que no escapáramos, y que en esos días sirvieron para protegernos, ahora se volvían en nuestra contra y podían matarnos.
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Relatos Perdidos: Siete Testigos del Apocalipsis
Horror"Lo que vieron, lo que hicieron... quizás sea mejor que nadie lo sepa. Son relatos perdidos, y así deberían quedarse." El fin del mundo está a la vuelta de la esquina, y no hay lugares seguros donde esperarlo. En medio de una fiesta, en un entrenami...