El Otro (bajo mi piel)

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Sus globos oculares parecen querer abandonar las cuencas, impulsarse desde los párpados y saltar hacia un abismo donde la realidad se esfume en las tinieblas. Candela se lleva ambas manos a la boca, quizás para contener palabras malditas, quizás para reprimir un grito necesario. Felipe extiende su brazo hacia un costado y hacia atrás, abriendo todos los dedos, en un tenso gesto que le indica a ella que se mantenga alejada. Sus miradas han perdido toda confianza y tranquilidad. Ahora están frente a un extraño... y ese extraño soy yo.

Me siento una tragedia de la cual no pueden quitar sus ojos. Intercambian vistazos fugaces que oscilan entre mi rostro y mi muslo izquierdo, allí desde donde me llegan aguijonazos de dolor. Yo, en cambio, no necesito observar el pantalón hecho jirones, o la piel aun en peor estado. La sangre brota caliente de la herida y fluye hasta debajo de la rodilla, e incluso si no es más que mi propia impresión basada en lo que acaba de pasar, percibo el virus adentrándose en mi organismo, llenando mis venas y carcomiendo mis músculos.

Fue descuido estúpido, un exceso de confianza ya no sólo en el tiempo y espacio de los que disponíamos para ingresar, sino en la profundidad del contacto. En ese instante, pensé que sólo había alcanzado la ropa... o al menos es lo que me obligué a pensar. Pero las mentiras que uno se dice a sí mismo prácticamente no tienen patas y las mías no llegaron más allá de los quince o veinte pasos que dimos al entrar. La verdad no conoce piedad: fui mordido, y ya no hay nada que pueda hacer.

De repente, nuestro refugio ha dejado de ser tal. La infección se ha colado en forma de mí, uno de los arquitectos de esta fortaleza. Sé que no tengo fundamento para sentirme así, pero no puedo evitar verme a mí mismo como un traidor. Ansío que Felipe me ejecute aquí mismo, sin lágrimas ni dramas, pero sospecho que no va a hacerlo. Me quiere demasiado, y yo a él. También a Candela, y a todos lo que aún no se han enterado de mi condición.

—Tenés que hacerlo —incito a Felipe, en un tono mucho más elevado del que tenía intención de aplicar—. No pierdas el tiempo.

Mi amigo traga espesa saliva y dirige la mirada hacia Candela, rogándole en silencio para que salga de la habitación. Ella se niega y entonces las palabras transforman el ruego en orden.

—Cerrá la puerta cuando salgas, y no le digas a nadie —dice en tono firme. No entiendo por qué querría ocultar esto, pero no interfiero. Noto el temblor en sus manos, pese a la dureza de sus gestos. Está haciendo todo lo posible por mantenerse calmado, y no quiero que mi sarcástica y estúpida lengua sea la razón por la que pierda la poca concentración que ha logrado reunir.

—¿Qué vas a hacer? —pregunta Candela.

La respuesta es más que obvia y ella lo sabe, no es ninguna idiota. Sólo que no quiere aceptarlo. A fuerza de optimismo y empatía, ella se ha convertido en una integrante muy valiosa de esta pequeña comunidad que hemos construido. Voy a extrañarla. Y, sobre todo, al movimiento de sus caderas. No me avergüenza reconocerlo, después de todo, voy a morir en unos segundos, minutos o tal vez horas, no más que eso. Al menos me gustaría irme con pensamientos placenteros.

—Por favor, no me lo hagas más difícil. —El tono de Felipe ha regresado al ámbito de la súplica—. Andate y no le digas a nadie.

—Pero...

—Encerrate en el baño, decí que no te sentís bien, lo que sea. No me va a tomar más de unos minutos... —promete el descarado— ...pero no quiero que nadie interfiera.

Sonrío al darme cuenta de que he perdido mi humanidad dentro de las fauces de aquel enfermo. Ya no soy Claudio. No soy amigo, no soy amante. No soy una persona. Sino un problema del que hay que deshacerse.

Luego de unos instantes dubitativos, Candela accede y atraviesa el umbral de la puerta, no sin antes dirigirme una húmeda mirada. No es la clase de humedad que yo quisiera en ella, la que yo disfruto se encuentra más abajo, entre sus muslos. Adiós, Candela. Fue un verdadero placer conocerte. Una de las pocas cosas buenas de tan catastrófico contexto en el que nos conocimos.

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⏰ Última actualización: Nov 19, 2023 ⏰

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Relatos Perdidos: Siete Testigos del ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora