EL ESPEJO ROJO

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Relato por: ClaudeGarcia11

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Las noches me gustaban porque siempre reinaba la tranquilidad y el silenció, pero las noches de lluvia, esas me ocasionaban cierto resquemor. Nunca he sido una conductora muy ávida, ya he chocado el coche de mis padres más veces de las que quisiera admitir, y la lluvia, bueno, la lluvia lo hacía mucho peor. Posiblemente porque mi visión no era la mejor, también era posible que debido a mi mala motricidad no logrará atinarle a la palanca del limpiador correctamente y eso me quitara tiempo para avanzar.

Resoplé poco contenta de estar en esta situación. Podía orillarme, podía hablarle a mi padre o a Carter, aunque no entendía muy bien en qué términos estábamos actualmente, si aún éramos novios o no y si le hablaba a papá lo más probable es que solo reciba una reprimenda y tarde más de una hora en llegar hasta donde me encuentro.

En estos días era cuando más extrañaba tener una amiga, en estos días llenos de lluvia era cuando más extrañaba mi vida en el extranjero.

Pero aquí estaba, siendo una de las muchas personas que debieron tener un futuro brillante, pero que lo dejaron todo por amor. Muy estúpido de mi parte, dado que Carter era un imbécil. Ahora trabajaba más de diez horas al día en una estúpida cafetería a casi cuarenta y cinco kilómetros lejos de casa.

Subí el volumen a la radio para ahogar la pena que sentía, para ahogar a mi juzgante cabeza que le gustaba remarcar todos mis errores.

La lluvia intensificó su caída magistral, envolviendo todo en un aura grisácea que no me permitía ver más allá, tenía que orillarme, si no lo hacía probablemente el coche terminaría estampado contra un árbol y a lo mejor no sobreviviría y aunque la idea no sonaba tan mal en mi cabeza, la deseché de inmediato porque mil cosas podrían salir mal, podría no morir y quedar en estado vegetal, lo que me haría lamentarme más en mi miseria.

Suspiré frustrada. Me guíe por la luz de un letrero en forma de flecha que anunciaba una gasolinera, tal vez ahí podría esperar y estar segura.

Ingresé a la par con otro coche rojo, bastante rápido y moderno, me rebaso casi en segundos, colocó el coche en el único espacio para cargar gasolina. Lo maldije entre dientes, yo no necesitaba gasolina, aun así se me hacía una idiotez que me hubiera quitado un lugar que me pertenecía.

Aparqué el coche cerca de lo que debía ser una tienda de conveniencia y digo “debía” porque ahora estaba totalmente oscuro, no se veía vida dentro, el espejo estaba demasiado sucio y unas maderas atravesaban lo que debió ser la puerta de cristal, como si quisieran protegerla.

Suspiré pesadamente, volteé a los lados para ver si lograba ver algo más. Era casi imposible, la lluvia lo cubría todo. Podía ver a lo lejos los faroles del coche que decidió rebasarme. Puse mi frente en el volante, lo recargue. Este tipo de cosas solo era una de las muchas cosas que me podían pasar solo a mí. Estaba llena de mala suerte. A lo mejor, después de todo y como mamá dijo, el maldecir tanto me había convertido en una mujer maldita.

Mientras me regodeaba en mi miseria, mi cerebro hizo la pregunta correcta. ¿Dónde carajos estaba?

Recuerdo que de caminó a casa existían dos gasolineras, una al salir de la cafetería y otra casi para llegar a casa, ambas demasiado iluminadas y más espaciosas. Ninguna de esas era esta gasolinera.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓'𝐒│HALLOWEENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora