Capitulo 9

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-Debería haberlo llevado al hospital de Seattle -dijo Yulia, cuando bajaban las escaleras después de dar las buenas noches a Dimitri por enésima vez aquella noche.

-No le pasa nada -repuso ella con firmeza-. Nadie se ha muerto nunca de un golpe en la pantorrilla. Aunque, conociendo a Dimitri y sabiendo cómo disfruta de nuestra atención, a lo mejor se queda meses en la cama.

El pequeño no había dejado de darles la lata en la última hora; que le estiraran las sábanas, un vaso de agua, una aspirina infantil, una almohada extra para su pierna, una manta ligera, un masaje en el cuello y que le leyeran dos veces su cuento favorito.

Yulia sabía que la joven tenía razón, pero no podía evitar preocuparse.
-Tal vez al doctor se le haya pasado algo -dijo.

-No. Le ha hecho radiografías desde todos los ángulos posibles. Tú las has visto y yo también. El único peligro que puede correr es por exceso de radiación. Los habitantes de Chernobyl estuvieron expuestos a menos rayos gamma que dima. Si hubiera algún problema, el médico lo habría visto.

Yulia se pasó una mano por el pelo.

-Tienes razón. No sé qué me pasa.

-Es la adrenalina -le explicó ella-. Está bien cuando la necesitas, pero cuando se acaba el efecto, te deja agotada.

Yulia miró las mejillas sonrosadas de la joven y una oleada de deseo la recorrió.

-No creo que sea eso -murmuró.

-O puede que estés cansada. Ha sido un día largo. Y antes has dicho que anoche no descansaste mucho. Necesitas dormir, eso es todo.

Yulia no creía que fuera eso. Sabía ya exactamente lo suave y deliciosa que era la piel de ella, conocía la textura de sus pezones bajo sus palmas y deseaba seguir explorando. ¿A quién quería engañar? Si se acostaba sola, no tenía ninguna probabilidad de dormirse.

Seguía tratando de adivinar lo que había ocurrido antes en el sótano. No lo referente a la parte sexual, ya que la atracción entre ellas era innegable. Le preocupaba lo anterior, cuando se descubrió confesándole sus sentimientos y compartiendo con ella sus inseguridades. Y lo que pasó después, cuando confió en el buen juicio y el sentido común de ella para superar la crisis con Dimitri . No recordaba haberse sentido tan cercana a alguien desde al muerte de Nadia

Elena miró su reloj.

-Debería irme para que puedas descansar -dijo, dando un paso hacia la puerta.

-No -dijo , sin pensar. Fuera cual fuera la causa, se sentía incómoda, nerviosa, y no estaba dispuesta a renunciar a su compañía.

La joven la miró sorprendida.

-¿Qué?

-Te acompañaré a casa.

-No es necesario.

-Necesito tomar aire fresco y hacer un poco de ejercicio. Además, una de las sorpresas más agradables que he tenido en las dos últimas semanas ha sido encontrar aquí a la señora Olga al volver del médico. Seguro que no le importa quedarse con los niños.

Después de todo, aquel mismo día le había ofrecido un aumento de sueldo y enviar la ropa a lavar fuera con la única condición de que no se marchara al ver la cocina.

-Déjame que hable un momento con ella -dijo. Se alejó antes de que Elena pudiera protestar.

Como suponía Yulia el ama de llaves se había ablandado mucho con los últimos acontecimientos. Se mostró muy dispuesta a acceder a su petición.

Cuando salió de la casa, Elena la esperaba fuera.

-Listo -dijo.

La noche estaba clara. Una brisa ligera se había llevado las nubes, dejando ver la luna, casi llena, y las estrellas. El aroma dulzón de la hierba mojada y las flores perfumaba el aire. Las luces de placa solar que alumbraban el sendero daban un aire festivo a la propiedad.

Operación Mamá Donde viven las historias. Descúbrelo ahora