Prefacio y prólogo

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Beop Jeong se aclaró la garganta, alzando el libro frente a él con tapa abierta, la primera página lista para ser leída.

El libro comenzó con una línea inconclusa.

"Esto..."

La voz del abad resonó en la habitación silenciosa. Incluso los niños más jóvenes miraron hacia el frente, sin atraverse a codearse para hablar sobre esto y aquello cuando gente tan importante se reunió en un sólo lugar. Sólo las auras de los grandes maestros que llegaron al final eran suficiente para hacer que los más débiles se sintieran incómodos cuando el ambiente aún era ameno.

Los dientes apretados lo suficientemente fuerte como para romperse en cualquier momento.

Puños lo suficientemente apretados como para sacar sangre de color rojo oscuro.

Temblores y convulsiones que no se podían controlar.

Ira suficiente para volver blanco el cabello.

Rojo. Todo era rojo. Todo ante sus ojos estaba manchado de sangre escarlata.

El exuberante pico verde de la montaña estaba teñido de rojo sangre; su misma naturaleza fue barrida en un solo día.

Muerte. Todo lo que quedaba era la muerte.

¿Para qué sirvió todo este derramamiento de sangre?

El abad hizo una pausa breve, casi imperceptible.

Cheong Myeong arañó la empuñadura de la espada incrustada en su hombro, sacando la parte rota de la Espada Flor de Ciruelo.

El Santo de la Espada Flor de Ciruelo se enderezó en su asiento, mirando atentamente hacia el podio.

Su brazo izquierdo había desaparecido, solo los pedazos desgarrados de su manga ondeaban con el viento. Sus piernas no estaban heridas, pero apenas podía moverse. Su estómago se abrió con un agujero del tamaño de la cabeza de un bebé.

Cheong Myeong, el dragón divino del Monte Hua, parpadeó desde el primer volumen hasta el décimo quinto.

Los discípulos del Monte Hua más cercanos a él se agitaron en sus asientos, torciendo sus cuerpos para alcanzarlo.

"¿Cheong Myeong-ah, no eres ...?"

Y, sin embargo, Cheong Myeong no podía sentir el dolor.

"Tonto, ese no soy yo."

La mirada de Cheong Myeong se dirigió hacia el Santo de la Espada Flor de Ciruelo, quien apretó los puños con fuerza.

El dolor de su cuerpo no era nada comparado con la agitación de su corazón.

"... Líder de la Secta Sahyeong". Descubrió el cadáver desechado del Líder de la Secta del Monte Hua.

"¡No puede ser!" Gruñó el Santo de la Espada Flor de Ciruelo con los dientes apretados.

Cheong Mun colocó la palma de su mano sobre el hombro tenso. Habia muchas palabras que quería decir para tranquilizarlo, pero su atención recayó en el abad, sin querer perder ni una sola palabra.

¿Por qué fue tan injusto? ¿Por qué los muertos ni siquiera podían cerrar los ojos?

"Sajae..." El cuerpo dividido en dos de Cheong Gong Sajae lo perseguía. "Sajils..."

"Así que este es nuestro futuro," murmuró Cheong Gong, sombrío.

Cheong Jin negó con la cabeza tercamente. Él ciertamente habría huido con sus preciosos tomos si llegaran a la guerra.

Ya no es sólo un privilegio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora