Lunes, siete de la mañana. Ya era momento de ponerse las pilas, empezaba la semana y con un examen. Después del descanso tenía el primer examen del curso. De matemáticas. Era bastante complicado el tema, pero no era para tanto. El domingo me lo pase estudiando, un poco distraído, pero era normal. Bueno, normal no era, ¿pero que iba a pensar? Encontrarse una oreja humana en tu casa, con todo el fregadero de un color rojo de la sangre. Pues, muy normal no era.
Preferí tirarla a la basura e inventarme olvidarlo todo. Sólo quería seguir hacia delante, estudiar para sacar un diez, y pensar en mis nuevos amigos. Era fácil, pues uno de ellos no se me quitaba de la cabeza. Seguía pensando en Valeria.
Hoy era un día lluvioso, eso me traía inseguro. Estaba dispuesto a sacar un diez, pero este día me hacía ser pesimista.
En la esquina de la calle de enfrente de mi casa, me esperaba Mónica. Ella vive cerca de alli, entonces íbamos juntos al Instituto.
—Como ha ido el finde?
—Pues mal. He estado todo el sábado malo, y el domingo estudiando.
—Buff.. Que suerte que tengo de no hacer matemáticas.
—Pues la verdad es que si. Odio las mates, son innecesarias. Bueno, hasta cierto punto.
—Lógicamente. Pues si no sabes sumar ni restar, más te vale trabajar de político— nos reímos.
Seguimos un par de calles.
—¿Y como que no te ayuda tu hermano?¿No trabajaba de profesor de matemáticas en un instituto de la zona?
—¡¿Mi hermano?! Ahora mismo está más ocupado en sus cosas que en las de la gente de su alrededor. Además, no le veo desee hace tiempo.
—¿Y eso?
—Pues no idea. Supongo que estará con mis padres.
—¿Tus padres no estaba contigo tampoco?
—No
—¿Has pasado el fin de semana sólo en casa, malo y estudiando? Joder me sabe mal...
En ese momento acabó la conversación, ya habíamos llegado al instituto. Estaba Juan esperando en la puerta.
Entramos los tres juntos. Suerte que habíamos cambiado de tema, no me sentía muy bien hablando de mi familia. Y menos en eso momentos que me encontré aquella oreja.
Tocaba inglés, así que podía prepararme el examen de matemáticas, pues yo soy bueno con el inglés. Estuve apuntado en una academia donde conseguí un nivel bastante avanzado al del batchillerato. Cogí el libro de mates y lo puse en mi regazo.
Pero no pude concentrarme. Sabiendo que tenía delante a Valeria y Mónica, atrás a Luis, y al lado a Laia. Todos hablando y yo intentando estudiar. "Buen momento para estudiar" me decía yo mismo con sarcasmo.
Al final, me pase la hora hablando. La profesora no dice casi nunca nada, porque sinceramente, pasa un poco de nosotros. Si quiere ganar respeto debe dar un poco de disciplina. Eso si, nosotros no ayudamos para que lo consiga.
Llego la hora del descanso. Estábamos todos en el lugar de reunión. Allí nos pasamos el rato hablando, excepto los que hacíamos mates, que nos pusimos a estudiar.
A la hora del examen estaba muy nervioso. Me temblaba la mano, y mi pierna se movía como si estuviera hinchando un inflable.
La profesora repartió los exámenes. La cara de los alumnos era para enmarcar. Todos tuvimos una cara de cuadro. El examen además de difícil, era largo, largo largo. Dos hojas por delante y por detrás de ejercicios. No me lo podía creer. Que tortura.