Cultivador Errante

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Lo admitía, él nunca sería suficiente para su padre, ahora lo sabía al presenciar aquél acto de afecto que su padre nunca tuvo con él.

No entendía porque esa preferencia por alguien más, no entendió la indeferencia y el ¿Odió? Que quizás su padre tenía hacía él.

De nuevo llevó su lamentable ser al lugar que el encontraba más pacífico y secreto mientras secaba sus lágrimas que no dejaban de caer de sus ojos y cerraba la boca tan fuerte para que nadie oyera su llanto reprimido.

Al llegar al lugar alejado y escondido para huir de su hogar, se dejó caer al suelo, aún lloraba y sus lamentos salían poco a poco de su boca, los berridos infantiles que salían eran demasiado feos pero no le importó.

Su figura vulnerable temblaba en el suelo rasgando varías veces el suelo bajo sus manos sin importarle que sus uñas y dedos fueran lastimados en el acto, su imágen que siempre procuró mantener pulcra tampoco le importó, lo único que sabía era que en esos momentos lo que más dolía era esa sensación en su estómago y pecho.

Era desagradable, horroroso, no sabía porque y como detenerlo, tampoco pudo detener su llanto, se sintió débil y con miedo al estar en ése estado, tenía siete años y no sabía porque su cuerpo reaccionaba de esa forma, podía incluso sentir atraves de sus sollozos el latido de su corazón demasiado fuerte y rápido así como una falta de aliento.

Todo fue extraño, el llanto pasó a una sensación de molestia en cuanto en su pecho llegó una presión fuerte que lo hizo gemir de dolor, por alguna razón sintió los latidos de su corazón en su garganta y la sensación de falta de aire aumento.

Desesperado por no entender lo que pasaba solo pudo seguir rasgando el suelo con sus manos e inclinarse totalmente pegando su cabeza al suelo, su cuerpo se hizo una pequeña bola temblorosa esperando que de esa manera el dolor se detuviera pero esté solo aumentó.

Estaba asustado, quería llamar a sus padre pero ellos no estaban cerca y ése lugar se encontraba un tanto alejado por lo que si gritará posiblemente nadie llegará a oírlo. Sus ojos se nublaron por las lágrimas que salían debido al miedo y dolor tratando de aspirar todo el aire que podía.

Fué conciente de que nadie lo ayudaría, era muy ingenuo y no sabía que hacer por lo que la única respuesta alarmante en su mente fue que él moriría.

Se lamento en el suelo arrastrándose y encogiéndose del dolor como una fea oruga esperando su muerte. En cuanto el dolor y la asfixia se volvieron incontrolables su vista se oscureció y su cuerpo se agitó con fuerza por la desesperación al no tener aire, pensó que estaba en sus últimos momentos.

Los golpes que sintió en su cuerpo al agitarse se detuvieron y en cambio sintió que algo lo rodeaba así como una voz que lo instaba a calmarse y le daba unas instrucciones.

No encontró familiar la voz de la persona que le hablaba sin embargo está persona lo estaba ayudando y eso para el ya era algo por lo cuál estar agradecido así que hizo caso a todo lo que aquél hombre decía.

La voz era calmada y las instrucciones eran fáciles de entender y hacer ya que las frases eran cortas. Con la ayuda de este hombre pudo regular su respiración, también siguió la instrucción de pensar en algo que lo hiciera feliz mientras mantenía los ojos cerrados con fuerza, pensar en cosas que le agradarán e hicieran felices lo calmaría.

No fué conciente del tiempo que transcurrió pero de algún modo toda la molestia que sentía se desvaneció, y ahora como dijo el hombre solo tenía que concentrarse en su respiración y en sus animales y dulces favoritos.

Estaba más tranquilo y porsupuesto cansado, pudo percatarse también de un dolor en sus manos y gimió por la fricción que sus dedos hacían con la tela.

Un buen Maestro también puede ser un padre para su discípulo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora