Una cena familiar

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Había pasado un año desde que ambos decidieron iniciar una relación. Aunque al principio todo parecía ir tan rápido como un carro de la Fórmula Uno —pues para Theo era algo nuevo—, no podía ignorar la adrenalina que le ocasionaba salir con un hombre y, con el tiempo, todo parecía ir a un ritmo apropiado: mantenían una buena comunicación, realizaban diferentes actividades juntos, se daban su espacio cuando era necesario y sus amigos se alegraban de ver a ambos enamorados.

No podía ignorarse el hecho de que ya le había dado frente a su padre en compañía de quien poco a poco se fue convirtiendo en su novio, pero el tener que presentar a Dong Yul con esa etiqueta, le generaba a Theo un terror que no podía describir, y era una idea graciosa, pues su padre había traicionado a su esposa con un hombre y, con el tiempo, pudo notar lo feliz que era con esa relación; sin embargo, no solo le alteraba tener que presentar a su pareja a sus padres, sino que aumentaba su temor, el hacerlo frente a su mamá: el ser más homofóbico que había conocido.

«Es justo que lo sepan», le había dicho Dong Yul en una ocasión.

¿Pero qué necesidad había de eso?, se preguntaba una y otra vez en su mente, luego hallaba la respuesta al recordar que había conocido a sus suegros para el cumpleaños de su novio y que había sido una velada de lo más adorable, y lo mejor de todo era que para esa ocasión no había tenido miedo, estaba un poco nervioso, sí, mas no asustado y que tan solo habían pasado tres meses desde que la relación se volvió oficial.

El día de la confesión había llegado y, entre tantas ocupaciones de ambos y las múltiples postergaciones que le dieron a lo largo de los días, llevó a pactar aquel magno evento para la noche de Halloween.

—No es como si fuéramos a conocer a la familia del presidente —dijo Theo con un toque divertido en su voz.

Dong Yul sacudió la melena castaña de su novio con la mano izquierda y luego el dio un beso en la nariz, seguido de una sonrisa.

—Será como si lo fueran —contraatacó el asiático para seguir su juego de frases divertidas, y al ver que estaba dispuesto a refutarle le interrumpió, sin darle tiempo de pronunciar siquiera una sílaba—, y me importa poco que tu madre odie a los gays, con que sepa que estoy saliendo contigo me doy por bien servido, ya sabes, reciprocidad.

Theo soltó un bufido y dejó caer los hombros, sintió como si le hubiesen amonestado.

—Relájate, todo saldrá bien —habló Dong Yul, quien no dejaba de sonreír para brindarle esa confianza que necesitaba para enfrentar a su familia en las próximas horas.

—Eres demasiado adorable —puntualizó Theo y le apretó los cachetes, para luego asestarle un fugaz beso en los labios.

—¿Te sientes bien? —preguntó, y no lo hizo porque él no fuese romántico, sino porque su interlocutor dibujó una cara de confusión que se notaba al verle arrugar la frente, ante todo ello, continuó—: me refiero a estar conmigo, siendo novios.

—Por supuesto —confesó—. Es algo nuevo, o sea, sí he tenido relaciones antes, pero no con chicos, y la verdad no son nada diferente a salir con una mujer, no sé porque la gente se escandaliza tanto.

—Yo tampoco lo entiendo. En fin... ¿Estás listo para la feria?

Theo asintió con su cabeza.

A la ciudad había llegado una feria que prometía varias actividades para divertirse y pasar un momento de absoluto terror, pues según la publicidad que había en las calles y en las redes sociales, contaban con una casa de los sustos que, al parecer, causaba mucho temor. Además de tener juegos de destreza, una maquina de algodón de azúcar y un sinfín de cosas más. Según se notaba, era el fenómeno del momento y solo estarían disponibles tres días. Las filas para entrar eran una locura, pero valía la pena el tiempo invertido.

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