Capítulo 12

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La vida es una, ¿no?

—Eh, me pillas en guardia baja Bog.

—Vamos, no pierdes nada. Si no lo disfrutas, que no creo que sea tu caso, paro, si es que lo quieres.

—A ver, primero respóndeme, ¿tú que ganas?

—Yo lo gano todo, además no todo en la vida es ganar. No es por nada, no te enfades ni nada. Pero es que me cuesta tanto escucharte cuando mueves los labios. 

—Tampoco soy algo del otro mundo.

—Que no dices, si cuando te encontramos, toda pálida y con la ropa roja por la sangre, parecías un jodido ángel bajado del cielo. Rebeca, como vuelvas a decir eso, te juro que te decapito. Bueno, eso no porque sabes que no lo haría, pero te las verás conmigo.

—Pero que es esto chaval, ¿amor a primera vista?

—Se llama QUÍMICA, repite conmigo, QUÍMICA muy bien. El amor está sobrevalorado. Yo pienso que todo es como conectas con alguien y cuando lo conoces.

—¿Entonces crees que el destino se las ingenió para que coincidiéramos en el momento correcto?

—Supongo que sí, pero no lo olvides, a lo mejor este no es el momento correcto. Yo opino que somos química. 

—Haces que coincida contigo. Pero mírate, el psicólogo especializado en relaciones humanas.

— Yo no he dicho que no lo sea.

—Buah, chico, las das todas para ganar, ¿eh?

—Tú decides Beca.

Tú, chica, que no pierdes nada.

Pero es que y ¿si todo cambia?

¿Para mejor? Mejor para ti chica.

Te haré caso, pero si sale mal, tú misma.

Asistí con mi cabeza sin perder sus ojos de vista. Una sonrisita de victoria se dibujó en sus labios y supe que no me arrepentiría, él mismo lo dijo, la vida es una. Sus manos me apretaban contra él, estábamos en la piscina de noche, pero no había señal del frío. 

Sin más preámbulos, estampó sus labios contra los míos. Poco duró, y se separó de mí. Pero esta vez fui yo quien tomó la iniciativa. Puse mis manos en su pelo, castaño y mojado por el agua, para profundizar mi beso. Sabía dulce, y encajaban a la perfección. Hubo segundo, tercero y hasta cuarto beso antes de que su legua apareciera. Su lengua no dudó en abrirse paso a mi boca con una habilidad detonante. Ese beso vehemente me dejo sin estribillos. 

Para eso tiene habilidad, eh.

Ya vez. 

 No puse resistencia y dejé que tomara el control. Lo hacía tan bien, que podía haber superado a Lucas sin mucho esfuerzo. 

Ya te lo he dicho, Lucas no hacía nada bien. Lo que te has perdido chica.

Ya, habría disfrutado de la vida.

Entre besos, no me di cuenta de que ya estábamos en la orilla. Quedé entre su musculoso torso y la pared. Me estrechó contra él con pasión, y dejó mi boca para empezar a besar mi cuello bajando a mi pecho. Hizo un ademán para quitarme la camiseta (que poco cubría, pero bueno), a lo que estiré mis brazos encima de mí, para que me sacara la camiseta. Inconscientemente, ladeé la cabeza para disfrutar su boca sobre mi piel expuesta. Sus manos seguían apretando mi trasero de una manera alucinante, y solo con eso, había despertado en mí un deseo increíble. Apreté mis muslos contra su cintura, y él soltó un sonido grato que hizo que acunara su rostro para darle un beso incontenible.

Succioné su labio inferior, ese tan carnoso y apetecible, en el cual me había fijado desde el principio. Fue, al parecer, la gota que derramó el vaso, por qué sus suaves besos fueron remplazados por besos agresivos, como si ya no se resistiera en medir el grado de anhelo que transmitía con ellos. 

—Ala, si llevamos buscando media hora por ellos, y ellos besuqueándose en la piscina— dije Emilio sin sorpresa en su tono. 

Mi primer instinto fue aferrarme a Bog como si mi vida dependiera de ello. Bog se fue para las escaleras, conmigo aferrada. Salió del agua, y la brisa me erizó cada vello de mi piel.

—Tranquilos, Iván y Daker están dentro. 

 Busqué mi camiseta por todo el jardín, pero ni rastro. Hice que Bog la buscara conmigo, mientras que Emilio volvió adentro con los demás. Pero yo seguía sin camiseta y Bog se había empezado a vestir con la ropa que había dejado antes en la manta.

—¿Quieres mi camiseta? Aunque por mí, mejor no te la pongas-dijo guiñando el ojo.

—Bog, no esto broma. Déjame la tuya, por favor. —dije frotando mis brazos, la fría brisa nocturna empezaba a molestarme. Soy friolera, y los mínimos altibajos de temperatura hacía que guardara cama. Me metí por la cabeza su camiseta y lo abracé para calentarme un poquito más.—Vamos para dentro.

 Cogí la manta del suelo y la puse bajo el toldo, por si llovía luego por la noche. Entremos dentro y enseguida sentí un poquito más de calor. 

—¿Que hacíais fuera?— pregunto Iván justo después de que cerrara la puerta de vidrio que daba paso al jardín.

Nos miramos yo y Bog. Fue algo del momento, ¿no? No tenía ni idea de nada, entre el frío y los besos, mi cerebro no pensaba con claridad. Dejé que Bog y Emilio le dijeran que estábamos «nadando» en la piscina. 

Los gemelos subieron para su cuarto, y Daker los siguió mirándonos seriamente, como si no acabara de creerse la historia. En cambio, Bog se fue para la cocina, y lo seguí. Necesitaba un café de los míos. Él estaba llenándose un vaso. Fui hacia la cajonera de la cafetera, saqué una cápsula del dispensador y la metí dentro de la misma. Busqué la leche en la nevera, y me llené una botella y le añadí bastante azúcar. En unos segundos ya lo tenía. Le di un sorbo, estaba calentito, y al ver que Bog me estaba mirando, le ofrecí un poquito.

—¿Quieres un poco, o prefieres que te haga uno?

—Tú no vas a dormir esta noche, eh, con la cafeína que te estás tomando.

—No que va, dormiré. Tampoco es que me vaya a tomar 38 kg de café.

—A ver, dame, un sorbo.-y me arrancó el vaso de la mano, mentiría si dijera que solo fue un sorbo.

—Pero devuélvemelo hombre. Te lo vas a beber todo si sigues así.

Vi el efecto de mis palabras, y prosiguió a bebérselo todo de un sorbo. ¿Cómo no se ha atragantado? Pues no lo sé la verdad. Pero me había quedado sin café. Mi café.

—¿Qué haces?, si te he dicho que puedo hacerte uno.

—Es que me apeteció el tuyo, venga a dormir.

—¿Y yo qué?

—El café por la noche no, mañana te haces uno. Venga a darte una ducha y a dormir.

Empezó a empujarme hacia las escaleras, y me giré para dedicarle una mirada asesina. Se la devolvería. A ver si él mañana consigue un café en casa. 

Ya no másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora