CAPITULO 4

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TAE se llevó una mano a la boca mientras veía a uno de los hombres más fuertes que había conocido desmoronarse ante sus ojos. Se sintió impotente, su pesar creciendo por minuto. Seokjin no hizo sonido alguno, pero su cuerpo se sacudió como si el mundo acabara de derrumbarse bajo de sus pies. Y TAE supuso que fue así.

Seokjin siempre había estado cerca de su hermana, su vínculo creciendo incluso más después de la muerte de sus padres unos años atrás. Habían sido sólo los dos después de eso hasta que Jieun encontró a Jongsuk. TAE tragó con dificultad cuando vio al médico forense esperando en la cima del barranco. Asintió con la cabeza al hombre y luego encontró su voz.

—Seokjin, necesitan llevar a Jieun al hospital.

El sollozo de Seokjin sacudió todo su cuerpo. Levantó la cabeza y se limpió los ojos antes de bajar gentilmente la mano de Jieun hacia su pecho. Su voz sonaba tan cansada cuando habló, tan frágil.

—Yo no... no sé qué hacer, TAE.

—Sólo ven conmigo. —TAE agarró a Seokjin por el brazo y lo alejó del lugar.

Sabía que el médico forense necesitaba ver los cuerpos antes de trasladarlos al hospital. No tenía duda de que esto sería considerado un accidente, pero aún así tenían que examinar los cuerpos. Tuvieron que usar una cuerda anudada para volver a subir la empinada pendiente, y les tomó un poco más de lo que le hubiera gustado a TAE porque los bomberos estaban bajando con cestas de rescate.

Para el momento en que llegaron a la carretera en la cima, TAE había resbalado tantas veces que era un lío fangoso. Seokjin se movió con facilidad, pero se detenía si TAE lo soltaba. Era como si Seokjin estuviera en shock, y TAE realmente no podía culpar al hombre si lo estaba. Su mundo acababa de hacerse añicos tal como el coche destrozado en el barranco.

—Hablé con el médico forense y dice que se pueden llevar a Jieun y Jongsuk a la funeraria mañana. —El comisario miró a Seokjin, su expresión cada vez más preocupada. —¿Sabes si Jieun y Jongsuk tenían algo arreglado?

—No. —La respiración de Seokjin era entrecortada mientras tomaba una bocanada de aire. —Habían preparado cosas para cuidar a los niños si algo les pasaba pero no creo que hayan llegado tan lejos como para los arreglos del funeral.

—Podemos hablar con Chanyeol mañana, —dijo TAE mientras frotaba la espalda de Seokjin con su mano—. Ahora, vamos a llevarte a casa.

—Tengo que ir a buscar a los niños, —dijo Seokjin mientras miraba hacia el coche de TAE, su voz sonaba débil y lejana. —Jieun quería que tuviera a los niños.

—Jin, es la mitad de la noche. Los niños están durmiendo, —TAE le explicó—. ¿Por qué no los dejamos dormir por ahora y vamos por ellos a la mañana?

—Sí. —Los ojos avellana de Seokjin estaban apagados, llenos de angustia. —Podemos esperar a mañana para que sepan que sus padres se han ido.

TAE dudaba que lo entendieran siquiera por la mañana. Todo lo que sabrían era que sus padres nunca regresarían y sus vidas estaban a punto de ser volteadas al revés. TAE estaba más preocupado por la reacción de Seokjin a lo que estaba sucediendo. El único signo real de su dolor estaba en sus ojos vidriosos.

—Dile que no se preocupe por el trabajo, —dijo el comisario—. No tenía que volver hasta pasadas un par de semanas más, pero sospecho que esto tomará un poco más de tiempo. Lo cubriremos. Puede regresar cuando tenga todo resuelto.

—Lo haré, —dijo TAE, agradecido de tener tan buenos amigos—. Ahora mismo, sólo quiero llevarlo a mi casa para que pueda desmoronarse en privado.

Eunwoo frunció el ceño. —¿Crees que va a hacerlo?

—Sí. —TAE no sabía cuánto tiempo pasaría antes de que Seokjin tocara fondo o lo malo que sería cuando finalmente sucediera. Pero sabía que iba a suceder. —Cuidaré de él.

WINDY SPRING IXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora