Milo x Hyoga, p3

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Personaje: Hyoga x Milo e Isaak


Bajo el agua

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El Santuario

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Lo que veían sus ojos era total oscuridad pues ni la débil luz de luna que se filtraba por las cortinas era suficiente como para iluminar toda la habitación. Milo estaba sentado en la esquina de la habitación justo al lado de la ventana observando todo a su alrededor cual ave de presa mientras Hyoga dormía plácidamente en la cama ubicada a pocos pasos.

Los ojos del escorpión dorado brillaban salvajemente mientras fumaba un poco tras dejar exhausto a su joven amante. La manzana amarilla fue suya finalmente gozando de sus extraordinarias bondades, tacto y sensibilidad. Hyoga, rendido en sus brazos, fue mucho más de lo que había anhelado o soñado siquiera; el joven cisne tenía un potencial oculto que solo él conocía y deseaba explorar lo más que se pudiera.

Hyoga se giró sobre las mantas sin abrir los ojos, comenzaba a despertar lentamente notando la oscuridad a su alrededor. Su mirada se posó en la ventana con sus cortinas corridas y la débil luz que se filtraba a través de esta, no estaba en su cabaña en Siberia, se dijo, era el octavo templo donde se encontraba, ahora lo recordaba. Su visión encontró a Milo sentado en la esquina opuesta observándole cual animal salvaje.

Sus miradas se encontraron durante varios minutos en los que no hubo necesidad de palabras. El cisne lo observaba sin expresión en el rostro y sin saber cómo sentirse al respecto mientras que Milo sonrió levemente poniéndose de pie tras apagar el cigarrillo en el cenicero más cercano. El hombre estaba medio vestido con el pantalón del pijama caminando lentamente hacia una de las mesas de noche para encender una pequeña lámpara.

—¿Cómo te encuentras? —le dijo suavemente dedicándole una larga mirada mientras tomaba asiento a su lado.

—Creo que estoy bien —no dijo más desviando sus ojos hacia el techo, por alguna razón aún desconocida para él, no era capaz de mantener la mirada puesta en Milo.

No deseaba mirarle a los ojos por ahora.

El silencio entre amantes se hizo un instante después de que el caballero dorado se recostara a su lado sobre su brazo derecho mirando al techo también. No había palabras, solo un silencio que no resultaba incómodo quedándose así por un largo rato mirando sus sombras proyectadas en la pared frente a los dos.

—Debo volver a Siberia —anunció el rubio de pronto rompiendo la quietud mientras Milo le devolvía una mirada de sorpresa y desagrado.

—¿Y por qué tan pronto? —replicó el escorpión dorado con calma— Podrías quedarte un par de días.

—No tengo permitido permanecer mucho tiempo en las doce casas y lo sabes bien. Además, ya te he molestado bastante, volveré a casa.

No era la primera vez que Milo escuchaba ese molesto "debo volver a Siberia", era la frase favorita de Camus, solo que odiaba escucharla de los labios de Hyoga. De su pequeño calco.

—¿Y qué es eso tan importante por lo que debes volver? —insistió Milo sin subir la voz ni perder la calma— ¿qué tarea debes cumplir allá?

—Pues allá está mi hogar Milo, ya te veré en otra ocasión —respondió el rubio sin sorprenderse por semejante presión e insistencia.

—¿Y esa ocasión cuándo será? —Milo se incorporó sobre las mantas notando como Hyoga evadía sus ojos— ¿Cuándo te veré de nuevo Hyoga?

—Pronto...

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