Capitulo 28

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El peliazul no estaba consciente del tiempo que se había tardado en salir de la ciudad, y tampoco es como si le hubiese tomado importancia, había estado todo el trayecto demasiado ocupado en abrazarse a la delgada cintura de Hyunjin.

También sentía un poco de pena pues en la motocicleta el frío se sentía aún más y el pelinegro no llevaba más que una camisa de tela muy fina. Así que esa era otra de las razones por las cuales manoseaba el cuerpo del contrario, queriendo transmitirle un poco de su calor.

Cuando Hwang detuvo la motocicleta, Jeongin pudo respirar con relajación, al bajarse de quitó el casco y acomodó su rebelde cabello. Solo entonces se percató de que estaban en el medio de uno de los bosques que se hallaban no tan lejos de la ciudad. Se habían estacionado frente a una cabaña que tenía las luces del patio encendidas. Mira a Hyunjin con curiosidad, tratando de conseguir algunas respuestas, pero solo recibe una sonrisa.

—¿Aquí querías traerme?

—No exactamente. Pero debo entrar para conseguir un poco de ropa. — Jeongin asiente, es consciente de que está haciendo demasiado frío pero él casi ni lo siente, la chaqueta que llevaba puesta le abrigaba muy bien. Observa como Hyunjin se baja de su motocicleta y estira su mano, esperando a que la suya se le una. — Ven, no te dejaré aquí solo.

Se apresura en tomar su mano y se meten en aquel lugar, enseguida Jeongin coge cariño al interior de ésta, pues le gusta mucho el aspecto hogareño e íntimo que tiene. El pelinegro lo abandona unos momentos, yendo a buscar algún abrigo. Cuando se queda solo, recorre el lugar con la mirada, acercándose a una estantería de fotos. Allí estaba la familia Hwang, era fotografías recopiladas a lo largo de los años, pero él sólo podía ver la evolución de su pelinegro en cada una de las fotos.

¿Cuándo había crecido tanto?

No puede evitar preguntarse eso, pues si bien al parecer Hyunjin siempre fue alto, antes era como un fideo flaco, plano y largo.

—Oye, no mires eso. — se escucha a Hwang avergonzado, colocándose al frente suyo para taparle el paso a su vista.

—Ahorraré mis comentarios y sólo diré, gracias a la pubertad.

—Mucho mejor.

Hwang vuelve a tomarlo de la mano para guiarlo hacia el exterior. El peliazul se prende de su brazo y se queda observando el contacto de sus manos unidas, le gusta la manera en la que el más alto coge la suya, con una delicada fuerza que lo hace sentir seguro.

Es en el momento que van hacia el interior del bosque, en el cual se asusta. No es fanático de la oscuridad ni de lugares así, la única excepción que hizo en su vida para ir a un bosque en el medio de la plena noche, fue en el campamento cuando tuvo que ir a por Hyunjin.

—No tengas miedo, no saldrá ni un oso a morderte esta vez. — comenta el pelinegro, acercando aún más su cuerpo al suyo, queriendo darle seguridad.

—Lo sé.

—Aunque no estoy muy seguro.

—¡Hyunjin! — le reta Jeongin, haciendo reír al más alto.

—Relájate, precioso. No pasará nada.

Inmediatamente Yang se queda sonrojado e ido, el beso protector en su frente y el apodo cariñoso, bastaron para tranquilizarlo, dando paso a los conocidos latidos acelerados de su corazón, esta vez latiendo con fuerza por Hyunjin.

En definitiva, se tranquiliza y se deja guiar sin problemas, no sabia qué esperar pero ya le encantaba el hecho de que Hwang haya decidido hacer algo por él. Ese encuentro en el bosque no le recuerda tanto al anterior que habían tenido en un lugar así, esta vez iban abrazados y raramente sin ninguna discusión. Jeongin agradece que no haya llovido y la tierra esté seca, pues no quería ensuciar sus lindas pantuflas.

—Bueno, haré esto bien... — susurra el pelinegro, para luego soltarle y ponerse detrás suyo, tapándole los ojos con las manos.

Jeongin sonríe y se deja guiar.

—No soy bueno con los regalos y las sorpresas, cariño, pero quiero que sepas que me he esforzado por ti. — murmura Hwang en su oído.

El pequeño recorrido con los ojos a ciegas parece terminar, pues el chico quita sus manos para enseguida abrazarle por detrás. Jeongin observa todo y una sonrisa luminosa empieza a crecer en su rostro inconscientemente. Él incluso había oído el sonido del mar y no le tomó importancia, pero que haya una fogata frente a ésta y una carpa roja un poco más alejada, le hizo latir el corazón con una felicidad que no sentía desde hace mucho. La vista era hermosa, el sonido de las olas chocando entre sí, rompía el silencio de todo el inmenso lugar.

—Hyunjin... esto es... — trata de halagarlo, porque en verdad le ha gustado más de lo que podría llegar a imaginar, pero las engañosas lágrimas comienzan a bajar por sus pequeños ojos pues nunca nadie había hecho algo tan bonito para él. El nudo en su garganta crece y no lo soporta, es débil, llora tapándose la cara con sus manitos. Agradece internamente que Hyunjin no le recrimine nada.

—No digas nada, sólo que sí valió la pena. — susurra el pelinegro en su oído, dejando un beso duradero en su mejilla.

Limpia sus lágrimas con apuro para girarse y abrazarlo por los hombros, no tratando en unir sus labios para ser correspondido al instante. Sonríe entre medio del beso, realmente emocionado como para seguir.

—Te has lucido, fortachón, es mi mejor regalo.

—Eso quería oír.

—Gracias Hyunjin, en serio, me haces sentir muy feliz justo ahora. — se sincera, mirándolo a los ojos.

—Tú me estás haciendo feliz justo ahora, Yang. — dice el pelinegro por lo bajo, tomando de los azules cabellos del chico para acercarlo y volverlo a besar.

Se quedan allí, pegados uno al otro por un poco más de tiempo, quizá nunca se habían besado con tanto amor y ahora era tiempo para hacerlo. Para Hyunjin nunca había sido tan divertido besar a alguien sin pasar a mayores, incluso así, teniendo los labios apetecibles de Jeongin moviéndose apenas sobre los suyos, él pensaba que estaba perfecto. Esas manos suaves y pequeñas acariciando su mandíbula le relajaban, hasta diría que lo hacía sentir lleno de calidez.

El peliazul es quien rompe el beso, pues el más alto parecía estar dispuesto a comerle la boca toda la noche.

—¿Tienes hambre? — pregunta Hyunjin de repente, Jeongin asiente divertido. — Entonces ven, probarás mi comida.

Lejos de asustarse, el de cabellos azules lo sigue encantado hacia aquella carpa que por esa noche, sería su nido de amor.

Paciencia ❁ HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora