🌔 | 002 | 🌖

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El día que Artemis supo que Dios lo estaba castigando, era un día cualquiera de invierno en el Imperio.

En el ducado Sassari, las personas ya se encontraban durmiendo en sus cálidas camas, siendo muy pocos los que se atrevían a deambular por las calles a esas horas, conscientes del frío viento que les esperaba apenas salieran de sus casas, lo que causó que fueran muy pocos los que pudieron ver a las dos figuras encapuchadas que entraron a la ciudad, siendo protegidas por sus gruesas capas.

Montados en caballos de poderosas patas, dos personas transitaban con tranquilidad en las desoladas calles, una más delante de la otra, que no se mostraban afectados por la nevada.

-Busquemos un hostal- exclamó el que iba adelante, deteniéndose junto a su caballo.

-¿Está seguro?- preguntó el otro, deteniéndose a su lado, se notaba su nerviosismo ante aquello -si vamos más rápido, llegaremos al castillo-.

-Pero no quiero llegar ahora- dijo, se notaba que aun no deseaba llegar a su destino -¿Acaso tu ya quieres volver al trabajo?- preguntó a su amigo.

El otro se mantuvo en silencio, mirando a su acompañante sin creer que después de pasar 7 meses fuera, aún no estuviera satisfecho de estas "vacaciones" que tomaron juntos... aunque él fue medio obligado por el otro.

-Me hace sentir mal que los otros estén haciendo nuestro trabajo todavía- expresó tras unos segundos en silencio -ellos también tienen mucho trabajo... ¿Acaso no te da pena?-.

-Un poco la verdad...- dijo el otro, con pesar -pero luego recuerdo que a ellos les queda unos miles de años más de existencia y se me pasa, no les afectara nada un día más de trabajo- esa confesión dejó en claro que no sentía nada de pena por sus compañeros -nosotros somos humanos Conan, nuestra vida es muy corta como para desperdiciarla-.

El otro encapuchado, ahora conocido como Conan, suspiro con decepción, debió de haber esperado esa respuesta desde el principio, su compañero podía ser tan despiadado como para dejarle a los demás su trabajo sin avisarles, claramente no se molestaría llegar pronto al castillo... y eso solo era una de las cosas que les esperaba cuando volvieran.

-Bien, vamos al hostal, tiene que haber alguno disponible- dijo, haciendo que su caballo comenzará a avanzar.

Conan rápidamente lo siguió, acomodando su capa para poder proteger su cuerpo del frío que los recibía esa noche, aunque no le afectara en lo más mínimo, había pasado noches peores en el campo de batalla como para ser afectado ahora.

Sus ojos miraron la espalda de su compañero, escuchándolo hablar con entusiasmo sobre la comida que podían tener si lograban alguna habitación libre en un hostal de buena reputación, causando en Conan un sentimiento de extrañeza, sabiendo que tenían el dinero suficiente para pagar una habitación en un lujoso hotel en el centro de la ciudad... aunque no se negaba a pasar la noche en un hostal cualquiera le era más atractivo.

Montado en un caballo negro, Conan miraba de vez en cuando las calles de la ciudad, sentía alegría de haber vuelto a ella después de pasar tantos meses afuera, vio a la distancia, mirando entre la oscuridad las luces del castillo que estaba a las afueras, tragando saliva al imaginar lo que les esperaba una vez llegaran a el y anunciaran su regreso.

-Paremos aquí- le dijo a su compañero, sacando a Conan de sus pensamientos -yo me quedo cuidando a los caballos, tu ve a preguntar si podemos dormir aquí- le indico.

-¿Y yo por qué?- pregunto con molestia.

-Porque la última vez que dormimos en un hostal lo busqué yo- se justificó -te lo ordeno como tu jefe-.

Yo no salgo en la novela... ¿Pero ahora me toca criar al villano?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora