Capítulo dos

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Cuando la moto se detiene en el parking subterráneo tengo que pensar por un momento por qué lado debo bajar, pero comprendo que por el izquierdo, el contrario al tubo de escape.

Una vez en tierra me hago a un lado, ya que los coches están estacionando en todo hueco que ven libre. Abro la hebilla de la cinta de seguridad de mi casco, y haciendo un poco de fuerza me desprendo de el. Miro a Josh y, sonriente, me indica con la cabeza que le acompañe hacia uno de los Mercedes negros. Me aproximo al maletero y descubro que mi equipaje se encuentra en el interior. El chico de antes, Rob, coge el casco de entre mis manos para guardarlo y con rapidez me quito la chaqueta prestada para devolvérsela. Cojo mis maletas y miro a izquierda y derecha con intención de localizar a mi compañera Claudia, pero es ella quien se percata de mi presencia y se aproxima a paso acelerado.

—Según me han explicado nuestra habitación es la 463 —informa mirando unos papeles—. Aquí tenemos los horarios —me enseña una de las hojas, que ni si quiera me da tiempo a leer porque la guarda y saca otra—, y la preferencias alimenticias de nuestros compañeros.

—Genial —respondo, y la verdad es que me parece perfecto que también sea mi compañera de habitación. Es una chica que emite muy buena vibra por lo que sospecho que podemos llevarnos bastante bien—. ¿Vamos?

—Claro —asiente avergonzada colocándose un mechón de su cabello rubio tras la oreja—. Tengo ganas de dejar todos estos trastos —suelta una risita mirando sus maletas y yo asiento mostrando aprobación. Lleva mucho más equipaje que yo.

Cuando empezamos a caminar hacia el elevador caigo en cuenta que ni si quiera sé lo que llevo dentro de mis maletas. Cris se ha encargado de todo, y espero, que no se le haya olvidado nada. Plantearme el hecho de salir del hotel para ir a hacer cualquier tipo de compra me da vértigo por el mero hecho de sopesar que no me permitirán ir en transporte público.

Cuando estamos esperando en la puerta mecanizada me giro y observo la cantidad de gente que compone la escudería Mercedes. La mayoría son hombres, quitando de de nosotras dos y Susie. Ojalá algún día este deporte fuese más comprensivo con las mujeres.

Suspiro cuando el ascensor empieza a subir y la gente va bajando en la planta que le corresponde. Todos se bajan en la planta tres, y nosotras en la cuatro. Arrastro las maletas y con un poco de esfuerzo Claudia abre la puerta de nuestra habitación.

Es un cuarto simple, cuenta con dos camas, un armario y un enorme ventanal. El baño no es demasiado grande, pero parece bastante práctico. La televisión está pegada a la pared de en frente de las camas, justo encima de un escritorio.

Me aproximo al armario y coloco la maleta en su interior para abrirla y descubrir si Cris se ha acordado de todo lo necesario para este viaje pero antes de que pueda echar una ojeada, Claudia toca mi hombro.

—Tenemos que estar en quince minutos en la sala de reuniones de la primera planta —me avisa y asiento comprendiendo. Cierro de golpe la maleta sin pasar la cremallera —. Encima de la cama tienes tu uniforme.

—¿Cómo sabes todo esto? —cuestiono su pulcra organización. No le encuentro el sentido, acaba de llegar al igual que yo.

—Bueno, ha sido el tema de conversación en el coche mientras veníamos —sonríe—. ¿Qué tal tu paseo en moto?

—La verdad que bastante bien —miento, lo cierto es que no acababa de ir del todo cómoda, pero lo prefiero mil veces a subir en coche.

Ambas nos cambiamos. El uniforme consta de la camiseta color negro del equipo y los pantalones a juego. Suspiro e intento colocarme la ropa de forma que se vea menos grande, puesto que para ser una talla pequeña me está enorme. No por el hecho de estar delgada, ya que mi complexión es normal, con las típicas curvas. La cuestión en sí es debida a mi altura; un metro cincuenta no es fácil de vestir. Aún así, doblo los pantalones hacia dentro intentando que no se note el dobladillo y meto la camiseta por el interior del pantalón para esconder la largaría innecesaria en mi cuerpo.

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