USA no era de los que demostraban su temor. (Aunque se estuviera muriendo de miedo por dentro) solía ocultarlo tras una falsa máscara de superioridad, como lo había hecho en la WW2 o la guerra de Vietnam, o cuando notó que Afganistán estaba ahogándose con mostaza que al parecer tenía veneno; es más, esa vez se rió pero luego fue a buscar un médico porque si no lo hacía la culpa lo iba a carcomer por dentro.
Pero esa vez...
Esa vez no se pudo hacer el valiente.
— USA, ¿ya vas a salir?— escuchó una amable voz que al parecer provenía de Francia, podría jurarlo. El estadounidense se encontraba bañándose.
El problema era que Francia estaba, pues, en Francia. No había pisado su casa en treinta años, cuando se veían siempre era en cualquier parte menos en su casa. Quizás esa vez quería sorprenderlo.
— ¡Saldré en quince minutos!
— ¡Parfait! [Perfecto] vendrás a la cocina — notó un leve cambio de tono, como si, si él decidía no ir a la cocina algo malo pasaría.
Acabó de secarse, se puso una toalla en la cintura dispuesto a salir de la ducha, pero antes, por si acaso, decidió enviarle un mensaje al francés por su celular preguntando dónde estaba. Porque aquello que se encontrara en su casa sin antes hacer un gran escándalo anunciando su presencia no le cuadraba del todo.
[Me trae comida]
Haciendo papeleo en mi casa, ¿por qué?, ¿quieres que te lleve algunos pretzels a ti y a mi Canny?
3:45 ✓✓Creo que hay algo que se está haciendo pasar por ti
3:45✓✓— Se acabaron los quince minutos, USA... — escuchó el estadounidense aún con una bata en la cintura, era aquella voz de Francia que ya no sonaba tan amable.
Vió como trataban de forzar la puerta para entrar.
Ese no es Francia, ¡Haz algo tonto! — su mini-jefe de la cabeza ordenaba, su cuerpo no obedecía.
Escuchó un llanto de niño justo atrás de él, decidió no mirar y poner cualquier mueble para no dejar que aquella que cosa que probablemente se hacía pasar por Francia entrara y agarró una silla para confrontar a lo que sea que estuviera detrás de él.
Aún con una pizca de valentía que le quedaba, se dió la vuelta y vió... Nada.
No había nada.
Pero aquella cosa aún seguía golpeando la puerta y sin más opción su vista se fijó en la ventana como una opción para escapar, luego pensaría seriamente en bendecir su casa.
Miró la ventana examinando qué podría hacer para no salir tan herido, notó que la ventana daba hacia su techo y decidió que era mejor estar en el techo que estar dentro de su habitación. Saltó y justamente escuchó como si abrieran la puerta con delicadeza, como si no hubiera un sofá, trece juguetes y un armario.
Corrió aún solo con una bata por su techo, saltó hacia el techo de su auto y... ¡Lo logró!
Definitivamente no iba a dormir en su casa.
— Necesito 50 sacerdotes y al papa en mi casa, ahora mismo — ordenó por teléfono a una de sus asistentes, observando la ventana por la que había salido.