Sin vergüenza

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Tanjiro fue el primero en abrir los ojos. Esa mañana los colores parecían más vivos que nunca, aun cuando la habitación estaba hundida en una tranquila y acogedora penumbra. El cálido cuerpo al que estaba abrazado hizo que los recuerdos de la noche anterior vinieran y acariciaran su memoria sumiéndolo en un suave y tibio regocijo. Tanjiro se sentía tan feliz, todo había resultado bien pese a la inexperiencia de ambos. Saber que eran compatibles en el dormitorio también llenó su corazón de felicidad. Con cuidado se extrajo del abrazo de Kyojuro, y se sentó en el futón admirando su trabajo, el cuello y pecho del pilar de la llama estaba lleno de marcas rojizas, su cabello dorado esparcido sobre la almohada y su rostro sereno le daban un aire etéreo en aquellas tempranas horas, y Tanjiro deseó poderse levantar cada mañana y admirar aquella vista.

Kyojuro despertó al sentir la caricia de unos dedos callosos sobre su rostro, para luego enredarse en sus cabellos, el roce fue extremadamente delicado, pero aun así el pudo adivinar de quien se trataba. Tanjiro estaba sentado junto a él y lo miraba tan dulcemente que, si no fuera porque el pilar de las llamas conocía perfectamente la amabilidad de aquel joven, hubiera podido presumir que su chico podría albergar sentimientos románticos por él. Con todo y eso no pudo dejar de sonreírle.

- Buenos días joven Kamado - le dijo.

- Buenos días Rengoku san - le respondió y enseguida retiró su mano, Kyojuro trató de alejar la decepción que sintió cuando aquellos dedos dejaron su piel - discúlpame si te desperté.

El mayor de los dos negó con la cabeza, y se fijó mejor en su compañero. Su cuello estaba salpicado por las marcas de sus labios y dientes, su cabello revuelto y enredado y su expresión de satisfacción, todo le recordó lo que habían hecho anoche. Sintió como la sangre subía a su rostro, y para evitarse más vergüenzas se tapó con la sábana hasta la coronilla.

- ¿Rengoku san?

- ¡Discúlpame joven Kamado! - dijo destapándose y sentándose sobre sus rodillas de un tirón y haciendo una profunda inclinación, - soy una vergüenza como pilar, a pesar de que era mi deber asegurarme de que todo fuera bien durante el ritual, te he lastimado.

- ¿Lastimarme? - el pilar del sol lo miró muy confundido. - Rengoku san de que estas...

- ¡Estás lleno de marcas por mi culpa!

A esto el más joven estalló en carcajadas, era algo tan típico de hacer por parte de su maestro, que debió haberlo visto venir.

- Rengoku san, si pudiera verte no estarías pidiéndome disculpas, - dijo sin dejar de reir - ¡yo también dejé muchas marcas!

- ¡Oh! - exclamó Kyojuro levantando la cabeza - entonces está bien, quiero decir... si los dos...

- Um, ¡sí! ¡Está bien Rengoku san!

- ¡De acuerdo! - y mirándose y a las sábanas, añadió - deberíamos tomar un baño, y lavar esto también, me siento todo pegajoso.

- Sí, ¡yo me encargaré Rengoku san! - exclamó Tanjiro, sus energías estaban a tope hoy, ¿era eso el efecto del ritual o simplemente por lo que había sucedido entre ellos la noche anterior? se levantó y fue a buscar sus ropas, dejando a la vista su cuerpo. No sentía ninguna vergüenza, su mentor y él siempre se bañaban juntos, curaban las heridas del otro, y acababan de acostarse, todo lo que hubiera por ver, ya Kyojuro lo había visto, y al parecer no le desagradaba.

•••

Kyojuro estaba jugando con su entrada, bueno, probablemente no lo estuviera haciendo, solo introdujo uno de sus dedos justo frente a las narices de Tanjiro mientras se limpiaban antes de entrar al ofuro.

Ofrenda de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora