V. Winning Hand

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Los jadeos se hacían más y más audibles mientras los labios de Thor danzaban en compañía de los de Fengxian. Sus manos se deslizaban por sus costados y aunque aún un atisbo de razón le detenía de arrancar la ropa ajena y tomar posesión de ese cuerpo aún impoluto, no podía contenerse de explorar bajo las telas delineando cada músculo, cada curva y cada hendidura como si fuese un ciego reconociendo la perfección de la escultura más bella.

- Thor...-La voz entrecortada de LüBu llamó la atención del pelirrojo, el cual se separó tan solo un poco de su piel para buscar con ansias aquellas pupilas onix que tanto le gustaba contemplar - Thor...quiero...

- Dime, pídelo y tus deseos serán órdenes para mi.

- Quiero hacerlo...

- Impaciente...- La sonrisa de Thor se ensanchó y un pequeño cosquilleo recorrió el corazón de Fengxian ante aquella visión, mientras sus mejillas se teñían de un brillante carmesí - ¿Quieres hacerlo como lo hacen los adultos?

El asiático asintió suavemente, apartando la mirada y abriendo del todo su ropa, mientras Thor contemplaba por fin con deleite aquella piel bronceada, ligeramente cremosa donde el sol no solía alcanzar, con dos pequeños botones endurecidos de color caramelo sobre sus pectorales turgentes, sensibles y recién madurando por la pubertad. El nórdico se relamió los labios y deslizó apenas el índice sobre uno de aquellos, deteniendo la yema sobre la punta de su pezón.

- ¡A-ah...!

Thor sonrió y se mordió el labio por unos segundos. Era evidente que LüBu había trabajado su cuerpo desde muy temprana edad, la línea entre sus pectorales, la curva de sus abdominales que empezaban a marcarse lo delataba, pero con todo y aquella fascinante anatomía, era evidente que nunca había explorado del todo lo que significaba el placer. De otro modo, no estaría tan perdido en aquellas caricias, no estaría gimiendo como lo hacía mientras su dedo jugueteaba con aquella suave tetilla, dándole vueltas sobre su eje, presionando como si fuese un botón, pellizcando y tirando con ayuda de su pulgar; y con cada una de aquellas acciones, volvía a jadear, gemir y contener pequeños gritos agudos de placer.

El pelirrojo, no contento con aquello, llevó su boca al pezón desatendido, posando sus labios húmedos sobre aquél sensible cúmulo de nervios. Su lengua se deslizó por la punta, lo retorció también, empezó a succionar como si fuese un pequeño hambriendo, y de tanto en tanto mordisquear sin llegar a herirlo, aunque a juzgar por la forma en que LüBu arqueaba la espalda y elevaba el pecho cada vez que los dientes del Berserker rozaban su piel, aquella sensación de peligro no hacía más que sobreestimular al menor.

- Nh...Thor...

Fengxian, quien había mantenido las manos clavadas al suelo y arrancaba pequeños manojos de pasto con cada pequeña sobrecarga de estimulacion, no pudo resistir llevar sus manos sobre la melena arrebol mientras buscaba de dónde aferrarse para no perder el control. Sentía su pecho cosquillear por las caricias, su vientre caliente por la excitación y, aún peor, el calor descendiendo hacia su entrepierna, el perineo y una región perdida entre sus firmes glúteos, como una cascada, que le incomodaba y le inquietaba por igual.

- ¿Sucede algo...? - El pelirrojo subió la mirada, murmurando mientras sus labios rozaban aún aquél pezón ahora rojizo y brillando un poco debido a la saliva que lo cubría. Con la diestra seguía acariciando la otra tetilla de LüBu, mas la zurda descendía acariciando su piel y empujando lejos los vestigios de tela sobre su anatomía mientras se abría paso hacia el sur de su anatomía.

- Abajo...- Fengxian murmuró, separando las piernas para facilitar el acceso a su mayor -...húmedo...

- Hore*...- Susurró el nórdico, resistiendo el impulso de mover al menor como una muñeca de trapo y hundir el rostro entre sus muslos adolescentes. En cambio, con la mano que ahora se posaba en la cadera ajena, acabó por arrancar el pantalón de Fengxian y tomar sus piernas, enderezandose y jalándolo sobre su regazo para tenerlo encima a horcajadas. Ahora, entre la piel desnuda del asiático y su propia erección pulsante, tan solo se interponían un par de finas telas que ambos estaban más que animosos de retirar.

Eindridi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora